El pasado 5 de diciembre la industria farmacéutica dio un respingo cuando Jeffrey Kindler (55 años) hizo pública su decisión de abandonar los puestos de presidente y consejero delegado de Pfizer. Aunque Kindler explicó en su comunicado que sus motivos son personales y que busca reducir su frenética actividad profesional y pasar más tiempo con su familia, lo cierto es que la naturaleza súbita de la noticia (a diferencia de la sustitución de Richard Clark por Ken Frazier en Merck & Co) ha sido interpretada en general como una insatisfacción con su gestión.
Kindler ha sido sustituido por Ian Read (57 años), quien lleva más de 30 años en Pfizer, de los cuales los últimos cuatro se ha responsabilizado del negocio biofarmacéutico a nivel mundial (más del 80 por ciento de la facturación de Pfizer). Read ha sido nombrado consejero delegado, ya que el consejo de administración ha preferido separar los dos cargos y nombrará próximamente a su nuevo presidente. Ni Kindler ni Read pudieron ser entrevistados tras darse a conocer la noticia.
Wall Street ha recibido con escepticismo el nombramiento de Read y duda de su capacidad para conseguir que Pfizer supere los retos que tiene por delante. La compañía lleva tiempo intentado hallar nuevas fuentes de negocio con las que cubrir la brecha que sin duda va a suponer la pérdida de la patente de Lipitor/Cardyl/Zarator (atorvastatina DCI), la que por ahora es la principal fuente de ingresos de Pfizer.
La patente de Lipitor vence el año próximo. Es por ello el medicamento más deseado por los fabricantes de genéricos, quienes llevan años desafiando legalmente a Pfizer. Así, en España hace algo más de un año lograron introducir la atorvastatina en forma de sal magnésica. Asimismo Viagra (sildenafilo DCI) ha comenzado hace un año a sufrir en Europa la competencia de otros fabricantes y en los próximos meses aparecerán presentaciones genéricas. Y con Celebrex (celecoxib DCI) ocurrirá lo propio en 2014.
Hay que reconocer que a Kindler no le ha acompañado la suerte durante su mandato. Nada más asumir la dirección de la compañía sufrió uno de los mayores contratiempos de la historia de Pfizer: el abandono de torcetrapib, el producto que debía sustituir a la atorvastatina. Al año siguiente introdujo Exubera, una insulina inhalada. Tras medio año en el mercado los resultados estaban muy por debajo de los objetivos. Meses después la FDA le daba otro disgusto al enviarle una nota de advertencia en la que expresaba su preocupación ante la posibilidad de que Chantix o Champix (vareniclina DCI), un producto para dejar el hábito de fumar, pudiese estar provocando pensamientos suicidas. Y la mala racha ha continuado este año con cinco nuevos reveses en el desarrollo de su pipeline.
El movimiento estratégico más importante en términos de dimensión realizado bajo el mandato de Kindler ha sido la adquisición de Wyeth (67.000 millones de dólares), que se planteó como una forma de conseguir una mayor diversificación del negocio, para reducir la dependencia de la atorvastatina a menos de un 10 por ciento. Y aunque dos de las aportaciones más significativas en este sentido han sido el negocio de vacunas y la plataforma de productos biológicos, hasta ahora los resultados obtenidos han sido escasos. Hay quien piensa que hubiese sido mejor inversión un conjunto de adquisiciones selectivas de menor dimensión y haber negociado la licencia de algunas moléculas de futuro prometedor.
Lo cierto es que durante el período en que Kindler ha sido consejero delegado las acciones de Pfizer se han depreciado un 27 por ciento. Sólo desde la operación con Wyeth la acción ha retrocedido un 19 por ciento (tras la compra Kindler recortó el dividendo a la mitad). Por ello numerosos inversores institucionales habían expresado su descontento y no pocas voces criticaron el origen de Kindler, anteriormente abogado general en General Electric y en McDonald’s. Algunos tratan de justificar así su incapacidad para enfocar y resolver con eficacia los principales retos de Pfizer.
En el análisis de los motivos de la salida de Kindler el blog InVivo arroja un punto de vista interesante. La participación de Kindler en el acuerdo de la PhRMA con los Demócratas con motivo de la reforma sanitaria en EE.UU. y el vuelco en la composición del Senado tras las elecciones del pasado mes de noviembre hace conveniente el cambio de cara que se acaba de producir tanto en Merck & Co como en Pfizer. Si non è vero è ben trovato. Sin duda ello facilitará las relaciones con los Republicanos.