El pasado mes de enero Novartis firmó con Proteus Biomedical un acuerdo para desarrollar formas orales sólidas inteligentes. Éstas permitirían monitorizar algunos parámetros vitales del paciente con el fin de hacer un seguimiento de su adherencia a los tratamientos. Aunque el acuerdo, valorado en 24 millones de dólares, puede parecer de menor importancia, si se compara con los 50.000 millones de dólares de la compra de Alcon, a largo plazo puede acabar teniendo una importancia estratégica superior.
La incursión de Novartis en este campo no es la única en el sector. También Bayer y Johnson & Johnson han empezado a experimentar con nuevas tecnologías. Bayer ha desarrollado un sistema para mejorar la monitorización de niños diabéticos mediante el que se conecta su glucómetro a la videoconsola. De este modo se puede hacer un seguimiento riguroso de los niveles de glucemia. Por su parte, Johnson & Johnson ha puesto en marcha una aplicación que posibilita descargar los datos de glucemia desde su dispositivo Lifescan al iPhone.
A las compañías farmacéuticas se les exige cada vez más por parte de gobiernos y aseguradoras demostrar que sus opciones terapéuticas ofrecen resultados clínicos mejores que las alternativas existentes. Han de probar que los resultados que se obtienen son similares aunque con un menor coste para el sistema sanitario o que el comportamiento del medicamento es superior para un coste de tratamiento equivalente. Sólo de este modo se puede justificar su adopción y privilegiar su uso frente a otras opciones.
Las empresas de electrónica empiezan a ofrecer soluciones que facilitan el seguimiento terapéutico. Por ejemplo, la compañía holandesa Philips ha presentado iPill, una cápsula inteligente que permite liberar el fármaco de forma controlada electrónicamente para hacerlo llegar con precisión al lugar del tubo digestivo donde se espera que actúe. El ingenio está diseñado para tomar datos fisiológicos del paciente y comunicarse de forma bidireccional con un dispositivo externo que envía los datos a través de internet. El médico puede de este modo vigilar el cumplimiento terapéutico del paciente y detectar con rapidez posibles reacciones adversas. Ello lo hace sumamente interesante para su uso en ensayos clínicos. Desde luego no faltan las voces críticas que ven en estos procedimientos una intrusión excesiva, casi orwelliana, en la privacidad de los pacientes.
Pfizer también ha anunciado recientemente un acuerdo con Keas, una compañía de tecnología interactiva con base en San Francisco, cuyo objetivo es introducir sistemas de prevención on line que faciliten a los pacientes el seguimiento de programas personalizados de salud que les puedan ser de utilidad por ejemplo para controlar su peso, dejar de fumar, monitorizar la diabetes o enfermedades cardiovasculares, tomar la medicación... Cada vez más los pacientes quieren tener un papel activo en el control de su salud. Los dispositivos móviles permiten un acceso permanente y ubicuo a la información, al tiempo que proliferan las aplicaciones para móviles que ayudan a gestionar aspectos relacionados con la salud.
No cabe duda de que el empleo de tecnologías puede contribuir a demostrar de forma más sencilla y menos costosa en términos de tiempo y recursos la superioridad clínica de determinados medicamentos, facilitándose así el acceso al mercado. Además, tal como pone de manifiesto un reciente informe de Ernst & Young, que bautiza este movimiento como 'pharma 3.0', las compañías relacionadas con las nuevas tecnologías o con las comunicaciones empiezan a ver en este terreno una oportunidad de gran potencial, por lo que cabe prever que se producirán nuevos acuerdos de colaboración en el futuro con compañías farmacéuticas, que incorporarán estas innovaciones a sus planes de desarrollo y comercialización.
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