Monday, June 30, 2008

Asia: el nuevo centro de la I+D farmacéutica


El reciente acuerdo entre Daiichi Sankyo y Ranbaxy constituye el último capítulo que se añade a una historia que aún continúa. Se trata del creciente papel de Asia en el mercado farmacéutico mundial y, en particular, del movimiento de traslación de su centro de gravedad desde Europa y EE.UU. principalmente hacia India, China y Singapur. Son diversos los factores que contribuyen a hacer realidad esta tendencia.

India y China son ya los principales proveedores de ingredientes farmacéuticos. Un reflejo de la importancia que están adquiriendo estos países es su presencia cada vez más destacada en los eventos internacionales. Por ejemplo, el pasado mes de octubre tuvo lugar en Milán la última edición mundial del CPhI (la feria de ingredientes farmacéuticos más importante del planeta), en la que una tercera parte de los más de 22.000 asistentes y los más de 1.900 expositores procedían de India.

La pérdida de productividad de la I+D, el incremento de los costes de desarrollo y el elevado número de productos cuya patente ha vencido o está próxima a vencer empujan a las compañías farmacéuticas a externalizar parte de sus operaciones hacia el continente asiático. Las multinacionales que inicialmente buscaban deslocalizar parte de su producción hacia aquella región, sobre todo con el fin de optimizar costes, llevan a cabo ahora procesos de externalización de la I+D y de los ensayos clínicos. En general, se acepta que el coste de la I+D en India es una sexta parte del coste en Europa o EE.UU.

Esta tendencia se ve favorecida principalmente en razón a que los países receptores de las inversiones ofrecen una vasta población de pacientes, unos costes laborales más asequibles y un personal que cuenta con una elevada formación, a la que cabe sumar la influencia que vienen ejerciendo las compañías occidentales a través de los distintos acuerdos de colaboración establecidos. Además, aunque uno de los asuntos que todavía suscita una cierta preocupación a las compañías al hablar de Asia es el de la propiedad intelectual, se puede constatar que en períodos recientes el entorno legal se ha vuelto más favorable a sus intereses.

Tras su entrada en la Organización Mundial del Comercio, la confianza en China es ahora mayor. Por su parte India aceptó cumplir a partir de 2005 el Acuerdo de Propiedad Intelectual sobre el Comercio (TRIPs en inglés). Ello ha permitido impulsar la realización de estudios de fase II y III que ha dinamizado el sector hasta el punto que algunos expertos pronostican que en India la inversión en ensayos clínicos habrá pasado de los 150 millones de dólares actuales a los 1.000 millones de 2010. Así, grandes CRO, como la norteamericana Quintiles, se han establecido en India para sacar partido de este favorable entorno.

Tradicionalmente China e India se han asociado con la fabricación de copias de fármacos protegidos por patentes. No obstante cabe señalar que su industria nacional está apostando cada vez más por la innovación. Un estudio reciente destaca que desde 1995 el número de registros de patentes que nombran un inventor o más ubicado en China o India se ha multiplicado por cuatro.

En estos países el sector de la biotecnología se está desarrollando ahora con gran celeridad. El gobierno indio se ha propuesto dar un fuerte impulso a esta industria, promoviendo y aplicando políticas adecuadas y creando parques biotecnológicos que faciliten la I+D también en esta importante área. Se estimula así el crecimiento del mercado de los biosimilares, por el que están apostando las compañías que tradicionalmente se han dedicado a los genéricos.

A corto y medio plazo no parece que se vayan a modificar las condiciones que están favoreciendo el proceso de concentración de la I+D farmacéutica en China, India y, en menor medida, en otros países asiáticos. Antes al contrario, empujadas por un entorno hostil, y motivadas por la necesidad de ser más eficientes, más y más compañías foráneas van a establecer nuevas operaciones en la región, que está así destinada así a liderar la industria a nivel mundial.

Monday, June 23, 2008

El acuerdo Daiichi-Ranbaxy abre una nueva era


Daiichi Sankyo, tercera farmacéutica japonesa, ha acordado recientemente comprar a la familia Singh, principal propietaria de Ranbaxy, su casi 35 por ciento de participación en la empresa india de genéricos. Todavía sin conocer cuál será el desenlace tras este anuncio, ya podemos afirmar que con él se inaugura un nuevo capítulo en la historia de la industria farmacéutica global. De hecho, sería la primera vez que una farmacéutica innovadora, centrada exclusivamente en la investigación, adquiere una compañía de genéricos. Se trataría, además, de la mayor compra de una empresa cotizada india.

Hasta ahora hemos sido testigos del proceso de consolidación gradual que se ha estado produciendo en el mercado de genéricos, motivado por la necesidad de alcanzar economías de escala. Éstas sólo pueden obtenerse consiguiendo grandes volúmenes de fabricación, que son los que permiten compensar la reducción de márgenes que conlleva la feroz competencia en precios. Además, se puede constatar una tendencia de la industria hacia la externalización de la I+D y de la fabricación hacia mercados emergentes donde los costes son menores, como ocurre en la India. En cierto modo, la oferta de Daiichi va en esta línea y puede marcar un punto de inflexión en la concentración de empresas de genéricos, inaugurando el baile con las compañías innovadoras.

Hasta ahora, entre las 25 primera compañías del sector, sólo hemos conocido una en la que en su estrategia figuraban tanto los productos protegidos por patente como los genéricos: la suiza Novartis, cuya filial Sandoz ocupa la segunda posición en el escalafón mundial de empresas de genéricos. Daiichi Sankyo sería la segunda empresa innovadora que opta por una estrategia dual.

¿Qué gana Daiichi con el acuerdo? Mientras en 2007 su crecimiento quedó por debajo del 5 por ciento y el mercado mundial apenas sobrepasó el 6 por ciento, el de genéricos alcanzó los dos dígitos, llegando a superar el 11 por ciento. Puesto que se prevé que este diferencial de crecimiento se mantenga en los próximos periodos, el acuerdo va a permitir a la compañía japonesa incrementar su ritmo de crecimiento actual.

Pero además le va a aportar experiencia en la comercialización de genéricos, situándose como líder en su país de origen, en donde si bien este tipo de productos apenas representa todavía un 5 por ciento del mercado farmacéutico, el Gobierno ha manifestado su compromiso para promover su uso, lo que aún hace más interesante la operación. Adicionalmente con Ranbaxy la presencia geográfica de Daiichi casi se multiplica por tres, pasando de 21 a 60 países. La compañía india cuenta actualmente en EEUU con docena y media de aprobaciones para comercializar sendos productos en exclusiva durante seis meses.

Pero, ¿y Ranbaxy? ¿Qué ventajas obtiene? Para algunos analistas no había mejor momento que el actual para aceptar este acuerdo, ya que la compañía ha llegado a una situación en la que siente que la competencia está apretando cada vez más fuerte, en la que debe soportar además importantes gastos por litigios en curso (por ejemplo con Pfizer, por el intento de comercializar atorvastatina) y al mismo tiempo viendo que sus esfuerzos en I+D no le están dando los frutos esperados. Si a todo ello sumamos además la generosa prima (31 por ciento) que ofrece Daiichi, se hace muy difícil dar una negativa por respuesta.

Poco después de conocerse la oferta de Daiichi, corrió el rumor de que Pfizer lanzaría una oferta de adquisición por la acciones de Ranbaxy en manos de instituciones y accionistas minoritarios para hacerse con el control de la compañía. Aunque no fueron más que especulaciones, ya que lo que realmente estaba negociando la americana era un acuerdo para retrasar el lanzamiento de la atorvastatina de Ranbaxy en Estados Unidos durante cinco meses. Con esto, la norteamericana mejora la situación competitiva de su principal fuente de ingresos, Lipitor, al que no le quedan más de dos años para sufrir la competencia de genéricos.

Monday, June 16, 2008

La debilidad del dólar y la estrategia de Ipsen


Un dólar débil, que durante el último lustro ha perdido una cuarta parte de su valor frente al euro y una décima parte frente al yen, permite a las compañías europeas y japonesas adquirir valiosos activos en el mercado norteamericano, tales como pequeñas compañías de biotecnología, que a los tipos de cambio actuales pueden parecer una bagatela.

El recorte de precios gubernamental, la falta de nuevos productos y los empobrecidos pipelines, empujan particularmente a las compañías japonesas a buscar en las adquisiciones de empresas norteamericanas un refuerzo de su situación competitiva.

Según el servicio de información mundial sobre fusiones y adquisiciones Mergerstat, de las diez principales adquisiciones que han tenido lugar en el sector en el último año, la mitad han sido compañías norteamericanas compradas por asiáticas o europeas, que han supuesto un monto de 35.000 millones de dólares (el 73 por ciento de las diez operaciones). Recordemos que la más importante de éstas fue la compra de Medimmune por AstraZéneca.

A finales de 2007 la japonesa Eisai anunció la compra de la biotecnológica norteamericana MGI Pharma por 3.900 millones de dólares. Hace algunas semanas conocíamos que Takeda, la primera farmacéutica de Japón, adquiría Millennium Pharmaceuticals, una compañía de Cambridge (Massachussets), por 8.800 millones de dólares. Sin duda, estas operaciones vienen justificadas en buena medida por dos factores: uno de ellos coyuntural, como es la debilidad que sufre la moneda norteamericana; y otro estratégico, que define un interés por ampliar el horizonte geográfico hacia el que aún hoy es el mercado farmacéutico más importante del mundo.

Son las mismas razones que han llevado ahora a la francesa Ipsen a realizar sus tres últimos movimientos. Ipsen, cuya propiedad la ostenta mayoritariamente la familia Beaufour, tiene un valor de mercado de unos 5.000 millones de dólares y, sin ser una de las grandes del sector, ha encontrado en un dólar asequible una oportunidad para desarrollar su presencia en los EEUU. Recientemente ha anunciado una serie de acuerdos que le van a permitir ser un competidor de pleno derecho en el mercado norteamericano.

Ipsen tiene su enfoque estratégico en endocrinología, trastornos neuromusculares y oncología, y sus últimos movimientos responden al deseo de la compañía de globalizar su presencia en estos nichos de mercado. En endocrinología, acaba de adquirir la californiana Tercica, de la que ya poseía una cuarta parte de las acciones. De este modo, integra así en su plataforma de endocrinología Increlex (mecasermina) y Somatulina Depot (lanreotida, para acromegalia), y consigue además una estructura de registros y comercialización que le hubiera llevado tiempo establecer.

Otro acuerdo le ha permitido adquirir la filial norteamericana de la británica Vernalis y los derechos de comercialización de Apokyn (apomorfina, para el párkinson) en aquel mercado. Además, compra a la biofarmacéutica Octagen todos los activos relacionados con OBI-1 (factor VIII recombinante), un fármaco biotecnológico en desarrollo para el tratamiento de la hemofilia. Con estos tres acuerdos, Ipsen espera superar en EEUU los 300 millones de facturación en 2012.

Por otro lado, hace un par de años, en un encuentro del sector farmacéutico organizado por el profesor Pedro Nueno en el IESE de Barcelona, tuve la oportunidad de escuchar a Jean-Luc Bélingard, presidente y consejero delegado del Grupo Ipsen, que defendió la colaboración estrecha de la industria con los gobiernos, aportando ideas y propuestas para el desarrollo de una política industrial favorable y el estímulo a la investigación. Y puso como ejemplo el caso francés, donde en 2004 se creó un grupo de trabajo presidido por el primer ministro y formado por representantes de cuatro ministerios (Economía, Sanidad, Investigación e Industria) junto con los consejeros delegados de seis farmacéuticas. Deberíamos tomar ejemplo de esta constructiva y noble iniciativa.

Monday, June 9, 2008

Medicina personalizada en el tratamiento del cáncer


La curación del cáncer (o de los cánceres, como el lector prefiera) sigue siendo uno de los mayores desafíos sanitarios. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año fallecen en el mundo por esta causa cerca de ocho millones de personas. Y aunque parece que su incidencia se ha estabilizado e incluso empieza a retroceder, la guerra aún no ha terminado.

Según la consultora IMS Health, el mercado de productos para el cáncer doblará su tamaño para el año 2012. Con un crecimiento promedio anual que prevé situarse entre un 12 y un 15 por ciento (muy por encima del crecimiento del mercado farmacéutico), el valor del mercado pasará de los 48.000 millones de dólares del presente año a los 80.000 millones del 2012, llegando de este modo a superar a las estatinas, que es el segmento que lidera actualmente el escalafón mundial.

Compañías que ahora juegan un papel protagonista en este mercado (GlaxoSmithKline, Pfizer, Wyeth) hace algunos años apenas tenían presencia en el mismo. La progresiva pérdida de patente de numerosos productos y los avances científicos en el campo de la oncología han atraído el interés de numerosas compañías farmacéuticas. Así la terapia oncológica está sufriendo una notable transformación, con la introducción de fármacos dirigidos a dianas específicas, generalmente mejor tolerados, menos tóxicos que los quimioterápicos tradicionales y que ofrecen un mejor resultado clínico.

La pasada semana se ha celebrado en Chicago la reunión anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO). A esta importante cita, en la que se han presentado los últimos avances en el conocimiento y tratamiento de los diversos tipos de tumores, han acudido más de 30.000 oncólogos, científicos e inversores de todo el mundo. De los aproximadamente 5.000 estudios presentados este año uno de los temas que más destaca es el creciente uso de pruebas genéticas para personalizar los tratamientos.

Buena parte de los estudios presentados este año en ASCO tratan de determinar cómo incrementar la eficiencia de las terapias dirigidas. Debido al elevado coste que tiene este tipo de fármacos, el conseguir tratamientos más eficientes puede representar un importante ahorro a los servicios sanitarios. Es indudable que el desarrollo de pruebas genéticas que ayuden a precisar qué fármaco emplear en un determinado paciente supone un notable avance, aunque pueda resultar menos lucrativo para las compañías farmacéuticas.

En este sentido, productos líderes como Herceptin (Genentech) y Tykerb (GlaxoSmithKline) se emplean tan solo en una cuarta parte de los cánceres de mama, en aquellos que producen una proteína llamada HER-2. Ahora se ha presentado en Chicago un estudio por el cual se ha determinado que sólo aquellos pacientes con cáncer de colon que presentan la versión normal de un gen llamado KRAS son susceptibles de ser tratados con Erbitux (cetuximab, un producto de ImClone System y comercializado conjuntamente con Bristol-Myers Squibb y Merck KGaA). Algo similar a lo que le ocurrió a Vectibix de Amgen.

Un cribado de los pacientes con el fin de determinar la mejor opción terapéutica ofrecerá mejores resultados y un importante ahorro, pero hará que muchos de los productos que actualmente se encuentran en investigación clínica no lleguen jamás a ser blockbusters. Todo lo más serán nichebusters, por el menor potencial de mercado. No obstante, este enfoque está también ayudando a recuperar productos que se habían dejado de lado.

Es el caso de Iressa, un producto de AstraZeneca, aprobado por la FDA en 2003 para el cáncer de pulmón y cuya comercialización se detuvo dos años después al no haber podido demostrar un incremento de la supervivencia. Investigaciones posteriores, cuyos resultados se acaban de presentar, han podido determinar que este fármaco es capaz de retrasar significativamente la extensión del cáncer de mama en determinado tipo de pacientes. Asimismo se ha identificado el subgrupo de pacientes de cáncer de pulmón que podría beneficiarse de Iressa.

Vemos pues como el creciente uso de biomarcadores favorece una mayor precisión terapéutica en el campo de la oncología y contribuye al desarrollo de la medicina personalizada, que tanto beneficia a pacientes, como a clínicos y a proveedores sanitarios.