Tras largos meses de espera, la FDA acaba de dar su visto bueno a Victoza (liraglutida DCI), el antidiabético de Novo Nordisk con potencial para convertirse en blockbuster. El anunció ha sido suficiente para que el valor en bolsa de la compañía danesa aumentara en una sola jornada 2.500 millones de dólares. Victoza ha obtenido recientemente la aprobación en Japón y está siendo introducido con éxito en Europa. Durante el segundo semestre de este año Novo prevé tener el permiso para lanzar en China. La compañía danesa intenta poner tierra por medio y situar su producto en los principales mercados antes que Byetta (exenatida DCI), el antidiabético de Eli Lilly y Amylin Pharmaceuticals. Ambos fármacos pertenecen al mismo grupo, es decir, son análogos del péptido similar al glucagón de tipo 1 (GLP-1) y se utilizan en el tratamiento de la diabetes tipo 2. A este grupo también pertenecen productos en investigación como albiglutida DCI, de GlaxoSmithKline, y taspoglutida DCI, un desarrollo compartido entre Ipsen y Roche.
Según Novo Nordisk, su producto aparecerá en el mercado norteamericano dentro de cuatro o seis semanas. Los resultados de los ensayos clínicos han puesto de manifiesto no sólo su eficacia para controlar los niveles de glucemia, sino para reducir el peso corporal, lo que deja abierta la puerta a que en el futuro pueda aprobarse su uso en el tratamiento de la obesidad. A diferencia de Byetta, incluirá una advertencia sobre el riesgo de utilización en pacientes con cáncer y no se recomienda administrarlo si hay riesgo de cáncer de tiroides.
Los antidiabéticos actuales distan aún de ser perfectos y las farmacéuticas tratan de innovar y de desarrollar nuevas estrategias para conseguir un mejor control de los niveles de glucosa, una administración más cómoda que la que proporcionan las inyecciones, buena tolerabilidad y bajo riesgo de interacción con otros fármacos y de efectos secundarios, sobre todo el aumento de peso y la hipoglucemia. Los nuevos inhibidores de la DPP-4 (dipeptidil peptidasa), o gliptinas, han supuesto un avance en esta línea.
En 2006 Merck & Co. introdujo Januvia (sitagliptina DCI), el primer representante de esta familia, al que siguieron Galvus (vildagliptina DCI), de Novartis, y Onglyza (saxagliptina DCI), comercializada por BMS y AstraZeneca. Por su parte la alemana Boehringer Ingelheim espera introducir cuanto antes linagliptina DCI, que sería su primer antidiabético. Ya ha completado cuatro estudios pivotales de fase III, que han demostrado eficacia y una seguridad similar a placebo. Se administra por vía oral, una sola vez al día.
Por último, a los inhibidores de la DPP-4 y los análogos del GLP-1, se ha añadido una tercera estrategia de tratamiento, que protagonizan ahora BMS y AstraZeneca con dapagliflocina DCI, actualmente en fase III. De llegar al mercado, sería el primer producto de una nueva clase: los inhibidores de SGLT-2 (transportador de glucosa dependiente de sodio), que bloquean la reabsorción de glucosa en el riñón, eliminándose ésta por la orina. Al no intervenir en el metabolismo de la glucosa, el riesgo de hipoglucemia es menor y podrían emplearse como tratamiento complementario a otros.
El control de la glucemia es fundamental si se desean evitar las complicaciones (ceguera, amputaciones de miembros y lesiones renales) y eventualmente la muerte del paciente (casi cuatro millones de personas en 2007). Cada diez segundos fallece en el mundo una persona por causas relacionadas con la diabetes. La elevada prevalencia de esta patología (entre 150 y 230 millones de personas), así como su progresivo aumento suponen un importante estímulo para las grandes farmacéuticas, quienes invierten ingentes recursos y nos proporcionan así nuevos enfoques terapéuticos.