El baile de fusiones y adquisiciones en el que se encuentra inmersa la industria farmacéutica no parece aminorar su ritmo. Antes al contrario, todo indica que seguirá aumentando durante el próximo año. Y no son pocos los motivos que justifican esta afirmación.
Durante el 2007 se seguirán produciendo nuevos vencimientos de patentes. Entre ellos se encuentran productos como Norvasc (Pfizer), Imigran (GlaxoSmithKline), Nexium (AstraZeneca), Seroxat/Paxil (GlaxoSmithKline) o Risperdal (Janssen), que verán declinar sus ventas de forma dramática por la comercialización de genéricos. En conjunto, la facturación total que se verá afectada por esta causa ronda los 11.000 millones de dólares. A ello hay que añadir las enormes dificultades con las que se encuentran las compañías innovadoras para conseguir que sus esfuerzos en I+D fructifiquen en forma de productos que permitan compensar las pérdidas de facturación en favor de los genéricos y que satisfagan las expectativas de los inversores. Si sumamos además otros factores de entorno, como la continuada presión por parte de gobiernos y aseguradoras privadas para reducir el gasto en medicamentos, o las amenazas que se derivan del nuevo reparto de poder en el Congreso de los EEUU tras las legislativas del pasado mes de noviembre, nos podemos explicar en parte las razones que alimentan el actual proceso de consolidación, cuya dinámica conviene diferenciar de la de anteriores períodos.
Durante las dos últimas décadas la industria ha sufrido un proceso de concentración creciente. Hace 20 años las diez primeras compañías suponían el 12 por ciento de las ventas a nivel mundial. Actualmente este porcentaje casi se ha multiplicado por cuatro. No obstante, a lo largo de este tiempo se puede constatar un cambio sustancial en las principales motivaciones que subyacen en las operaciones de consolidación, moviéndose desde la obtención de sinergias a través del aprovechamiento de economías de escala o de alcance, hasta la búsqueda de novedades o de fuentes de innovación que permitan revitalizar y reforzar los empobrecidos pipelines, asegurando de este modo un crecimiento sostenido.
Las compañías de biotecnología constituyen sin duda una valiosa fuente de nuevos productos y por ello han sido y siguen siendo blanco de las líderes de la industria, que llegan a establecer acuerdos de colaboración para el desarrollo y la comercialización o, como sucede cada vez con mayor frecuencia, las adquieren e integran en sus operaciones, con lo que no sólo incorporan sus productos, sino también sus tecnologías. La consolidación no sólo está teniendo lugar entre grandes compañías farmacéuticas y compañías de biotecnología, sino también entre éstas últimas, por la necesidad de alcanzar masa crítica suficiente y liquidez que les permita asegurar la continuidad.
Hablando de fusiones y adquisiciones no podemos olvidarnos de las empresas de genéricos. Los reducidos márgenes con los que se juega en este negocio convierten el tamaño en un factor competitivo fundamental. Grandes volúmenes de fabricación posibilitan la obtención de economías de escala que reducen de manera importante los costes de fabricación. Este factor actúa como un potente incentivo para que unas compañías traten de comprar a otras, contribuyendo así a la consolidación del sector. De este modo, compañías que competían inicialmente a nivel local o regional, están pasando a convertirse en competidores globales, que ubican sus plantas de fabricación en países donde los costes laborales son reducidos, y que operan comercialmente en varios continentes.
Este año ha sido especialmente fructífero en cuanto a operaciones entre compañías de tamaño mediano en territorio europeo. Pobres resultados en investigación, catálogos maduros y competencia de genéricos son factores que llevan a estas compañías a plantearse participar en operaciones de compraventa, como vía a partir de la cual alcanzar la senda de crecimiento deseada. Compañías como Boehringer Ingelheim, Novo Nordisk o Schering Plough continuarán por el momento siendo objeto de frecuentes especulaciones respecto a protagonizar eventuales procesos de integración.
En base a lo expuesto anteriormente podemos asegurar que el año 2007 va a ser para la industria farmacéutica un año rico y variado en fusiones y adquisiciones. Rico en cuanto al número e importancia económica de las operaciones y variado en cuanto a la naturaleza de las compañías involucradas.
Tuesday, December 12, 2006
Tuesday, December 5, 2006
Pfizer: when the going gets tough…
Se complica este final de año para Pfizer, tras hacer público que pone fin al desarrollo clínico de torcetrapib, tal vez el producto más prometedor de los que tenía actualmente en su envidiable pipeline, y en el que ya llevaba invertidos más de 1.000 millones de dólares. La noticia supone para la compañía norteamericana uno de los reveses más serios en sus 157 años de historia, ya que torcetrapib estaba llamado a ser el sucesor de Lipitor (atorvastatina DCI), su principal producto, cuya patente vencerá en 2010 o 2011, aunque la india Ranbaxy intenta que sea antes de esa fecha. Lipitor aporta a Pfizer la cuarta parte de su facturación.
Recientes estudios muestran que la elevación del colesterol bueno (HDL), la acción principal de torcetrapib, reduce significativamente el riesgo cardiaco, por ello varias compañías intentan incorporar a su cartera algún producto que tenga este efecto. En esta línea, hace tan solo un mes Abbott anunciaba un acuerdo para hacerse con la propiedad de Kos Pharmaceuticals (ver EL GLOBAL nº 316), reforzando así su cartera con productos como Niaspan y Advicor, que elevan el colesterol bueno.
Roche y Merck también están desarrollando productos similares a torcetrapib, denominados genéricamente inhibidores de la CETP (las siglas del enzima sobre el que actúan). Roche, que obtuvo el producto en 2004 a través de una licencia de Japan Tobacco, espera solicitar el registro después del 2009 (actualmente se halla en fase 2). La americana Merck anunció en septiembre el retraso de la solicitud de registro de la terapia combinada triple que investiga, debido a problemas técnicos surgidos en el desarrollo de su formulación.
Con el abandono de torcetrapib, se acrecientan las presiones sobre Pfizer para que consiga mejorar su comportamiento financiero. Aunque la compañía anunció hace pocos días que tenía en fases tempranas de investigación otros dos productos que podrían sustituir a Lipitor, parece que en la práctica no le va a quedar otra salida que la licencia o la adquisición, para lo que cuenta con efectivo más que suficiente (tras la venta de su unidad OTC a J&J dispondrá de 29.000 millones de dólares). De hecho, su consejero delegado, Jeffrey Kindler, así lo ha dado a entender al manifestar que responderán al presente contratiempo de forma rápida y agresiva.
Las dificultades y los desafíos a los que deben enfrentarse las compañías innovadoras como Pfizer conllevan a menudo una importante erosión de la cuenta de resultados, lo que les exige aplicar medidas de reducción de gastos que pueden incluir la venta o el cierre de instalaciones o el recorte de plantilla. Sin ir más lejos, Pfizer anunció a finales del mes pasado que prescindiría del 20% de la fuerza de ventas que tiene en EEUU. Es muy probable que otras compañías sigan su estela y tomen medidas similares a ésta. El pasado año Pfizer hizo público su objetivo para 2008 de reducir sus gastos en 4.000 millones de dólares anuales, para lo que según algunos analistas del sector podría verse obligado a despedir hasta 10.000 empleados, un 10% de su personal. Reducciones de gastos y adquisiciones son los dos pilares sobre los que Pfizer debe ahora enfocar su gestión si quiere compensar la pérdida de la patente en 2011 de seis de sus productos (incluyendo a Lipitor), que suman cerca de la mitad de su facturación. Si ya pueden parecer desorbitados los precios a los que se han cerrado algunas de las operaciones de compra recientes, creo que a partir de ahora podemos esperar cifras aún mayores a medida que se aproximen los vencimientos sin que la I+D haya conseguido asegurar el relevo.
Para finalizar, me parece justo poner de manifiesto que Pfizer ha tenido en la gestión de esta importante crisis un comportamiento ejemplar. Tan pronto como el grupo de expertos independientes que monitorizaban el ensayo sobre torcetrapib le informó de los resultados adversos que se estaban obteniendo, muy a su pesar tomó la amarga decisión de detener de inmediato la investigación, notificándolo a continuación a las autoridades sanitarias. Pfizer ha demostrado así ser también una empresa líder en transparencia y en asunción de responsabilidades.
Recientes estudios muestran que la elevación del colesterol bueno (HDL), la acción principal de torcetrapib, reduce significativamente el riesgo cardiaco, por ello varias compañías intentan incorporar a su cartera algún producto que tenga este efecto. En esta línea, hace tan solo un mes Abbott anunciaba un acuerdo para hacerse con la propiedad de Kos Pharmaceuticals (ver EL GLOBAL nº 316), reforzando así su cartera con productos como Niaspan y Advicor, que elevan el colesterol bueno.
Roche y Merck también están desarrollando productos similares a torcetrapib, denominados genéricamente inhibidores de la CETP (las siglas del enzima sobre el que actúan). Roche, que obtuvo el producto en 2004 a través de una licencia de Japan Tobacco, espera solicitar el registro después del 2009 (actualmente se halla en fase 2). La americana Merck anunció en septiembre el retraso de la solicitud de registro de la terapia combinada triple que investiga, debido a problemas técnicos surgidos en el desarrollo de su formulación.
Con el abandono de torcetrapib, se acrecientan las presiones sobre Pfizer para que consiga mejorar su comportamiento financiero. Aunque la compañía anunció hace pocos días que tenía en fases tempranas de investigación otros dos productos que podrían sustituir a Lipitor, parece que en la práctica no le va a quedar otra salida que la licencia o la adquisición, para lo que cuenta con efectivo más que suficiente (tras la venta de su unidad OTC a J&J dispondrá de 29.000 millones de dólares). De hecho, su consejero delegado, Jeffrey Kindler, así lo ha dado a entender al manifestar que responderán al presente contratiempo de forma rápida y agresiva.
Las dificultades y los desafíos a los que deben enfrentarse las compañías innovadoras como Pfizer conllevan a menudo una importante erosión de la cuenta de resultados, lo que les exige aplicar medidas de reducción de gastos que pueden incluir la venta o el cierre de instalaciones o el recorte de plantilla. Sin ir más lejos, Pfizer anunció a finales del mes pasado que prescindiría del 20% de la fuerza de ventas que tiene en EEUU. Es muy probable que otras compañías sigan su estela y tomen medidas similares a ésta. El pasado año Pfizer hizo público su objetivo para 2008 de reducir sus gastos en 4.000 millones de dólares anuales, para lo que según algunos analistas del sector podría verse obligado a despedir hasta 10.000 empleados, un 10% de su personal. Reducciones de gastos y adquisiciones son los dos pilares sobre los que Pfizer debe ahora enfocar su gestión si quiere compensar la pérdida de la patente en 2011 de seis de sus productos (incluyendo a Lipitor), que suman cerca de la mitad de su facturación. Si ya pueden parecer desorbitados los precios a los que se han cerrado algunas de las operaciones de compra recientes, creo que a partir de ahora podemos esperar cifras aún mayores a medida que se aproximen los vencimientos sin que la I+D haya conseguido asegurar el relevo.
Para finalizar, me parece justo poner de manifiesto que Pfizer ha tenido en la gestión de esta importante crisis un comportamiento ejemplar. Tan pronto como el grupo de expertos independientes que monitorizaban el ensayo sobre torcetrapib le informó de los resultados adversos que se estaban obteniendo, muy a su pesar tomó la amarga decisión de detener de inmediato la investigación, notificándolo a continuación a las autoridades sanitarias. Pfizer ha demostrado así ser también una empresa líder en transparencia y en asunción de responsabilidades.
Tuesday, November 28, 2006
La industria farmacéutica tras las legislativas en EEUU
Tras las recientes elecciones legislativas en EEUU, Nancy Pelosi, la primera mujer que preside la Cámara de Representantes del Congreso, se declaró a favor de modificar la ley que regula el programa Medicare en el sentido de que sea el gobierno quien negocie directamente con las compañías farmacéuticas el precio de los fármacos. Desde este año, Medicare no sólo cubre la atención médica de los 43 millones de jubilados que son beneficiarios del programa, sino que también incluye un plan de cobertura farmacéutica, cuya provisión está a cargo de entidades privadas que compiten libremente en el mercado. Los republicanos creen que la libre competencia de los planes privados es la que asegura unos precios razonables. Por su parte los demócratas son de la opinión de que si el gobierno utiliza su enorme capacidad de compra (prácticamente la mitad de los medicamentos del país) puede obtener precios más bajos para los medicamentos negociando directamente con los fabricantes.
A esta propuesta legislativa se suman otras iniciativas que ya se encontraban sobre la mesa antes de los comicios y cuya tramitación podría perjudicar seriamente a la industria. Una de estas iniciativas trata de la revisión de la Prescription Drug User Fee Act (PDUFA), aprobada en 1992, mediante la cual se pretendía reducir el tiempo de registro de nuevos medicamentos. Al presentar el dossier de registro, las compañías farmacéuticas deben pagar a la FDA una tasa adicional que es la que permite contratar personal y equipos extra para acelerar el proceso de evaluación. De este modo, el tiempo de registro se consiguió reducir de tres años a sólo uno. En septiembre de 2007, tras quince años en vigor, corresponde su revisión. De momento, la industria ha aceptado un incremento del 29% en las tasas que pagan para asegurar aprobaciones rápidas y financiar un programa de la FDA para el seguimiento de la seguridad de los medicamentos una vez comercializados.
En relación al tema de la seguridad de los medicamentos, desde la retirada de Vioxx, senadores de ambos partidos han elaborado conjuntamente un par de propuestas que pretenden otorgar más poder a la FDA, obligando a las compañías farmacéuticas a realizar más estudios clínicos y aportar más datos y que eventualmente llevaría además a incorporar advertencias más serias en los prospectos y envases.
Otra de las iniciativas legislativas en la lista propone la autorización para que los pacientes importen medicamentos más baratos desde Canadá. De acuerdo con un estudio del comité de revisión de precios de este país, los canadienses pagan por los medicamentos de prescripción un 62% de lo que lo hacen los estadounidenses. Con todo, la medida planteada no conllevaría automáticamente un importante ahorro para éstos. Un estudio de la oficina presupuestaria del Congreso estimó en un 1% el ahorro que se podría alcanzar con su aprobación. No obstante, aunque las repercusiones económicas sean insignificantes, la medida conlleva el riesgo de poner a la industria en evidencia. Por su parte, la FDA considera que no puede garantizar la eficacia y la seguridad de los medicamentos importados y recuerda que el pasado verano detectó falsificaciones de algunos medicamentos de prescripción de amplio uso, solicitados a través de páginas web vinculadas a una farmacia canadiense, y donde la expedición se hizo desde terceros países. Algunos representantes políticos han señalado que con esta iniciativa no se pretende decirles a los ciudadanos que busquen los medicamentos fuera del país, sino que lo que se busca es presionar a la industria para que rebaje el precio de éstos en EEUU.
La lista de reformas continúa con otros asuntos de no menos importancia, como la modificación de la ley de patentes, que podría restringir la posibilidad de acuerdos entre las compañías innovadoras y las de genéricos; o la reforma del programa Medicaid (de atención a los desfavorecidos), que incluye la reducción de los costes de los medicamentos de prescripción.
Ante el panorama expuesto, no es de extrañar que los inversores anden algo taciturnos estos últimos días del año y que las cotizaciones de las acciones hayan caído más de un 5%. Y puesto que lo que afecta a la industria en EEUU, nos guste o no, nos acaba afectando a los de aquí, esperemos que la situación no vaya a mayores y que podamos comprobar la veracidad de la sentencia que asegura que las autoridades aprietan pero no ahogan.
A esta propuesta legislativa se suman otras iniciativas que ya se encontraban sobre la mesa antes de los comicios y cuya tramitación podría perjudicar seriamente a la industria. Una de estas iniciativas trata de la revisión de la Prescription Drug User Fee Act (PDUFA), aprobada en 1992, mediante la cual se pretendía reducir el tiempo de registro de nuevos medicamentos. Al presentar el dossier de registro, las compañías farmacéuticas deben pagar a la FDA una tasa adicional que es la que permite contratar personal y equipos extra para acelerar el proceso de evaluación. De este modo, el tiempo de registro se consiguió reducir de tres años a sólo uno. En septiembre de 2007, tras quince años en vigor, corresponde su revisión. De momento, la industria ha aceptado un incremento del 29% en las tasas que pagan para asegurar aprobaciones rápidas y financiar un programa de la FDA para el seguimiento de la seguridad de los medicamentos una vez comercializados.
En relación al tema de la seguridad de los medicamentos, desde la retirada de Vioxx, senadores de ambos partidos han elaborado conjuntamente un par de propuestas que pretenden otorgar más poder a la FDA, obligando a las compañías farmacéuticas a realizar más estudios clínicos y aportar más datos y que eventualmente llevaría además a incorporar advertencias más serias en los prospectos y envases.
Otra de las iniciativas legislativas en la lista propone la autorización para que los pacientes importen medicamentos más baratos desde Canadá. De acuerdo con un estudio del comité de revisión de precios de este país, los canadienses pagan por los medicamentos de prescripción un 62% de lo que lo hacen los estadounidenses. Con todo, la medida planteada no conllevaría automáticamente un importante ahorro para éstos. Un estudio de la oficina presupuestaria del Congreso estimó en un 1% el ahorro que se podría alcanzar con su aprobación. No obstante, aunque las repercusiones económicas sean insignificantes, la medida conlleva el riesgo de poner a la industria en evidencia. Por su parte, la FDA considera que no puede garantizar la eficacia y la seguridad de los medicamentos importados y recuerda que el pasado verano detectó falsificaciones de algunos medicamentos de prescripción de amplio uso, solicitados a través de páginas web vinculadas a una farmacia canadiense, y donde la expedición se hizo desde terceros países. Algunos representantes políticos han señalado que con esta iniciativa no se pretende decirles a los ciudadanos que busquen los medicamentos fuera del país, sino que lo que se busca es presionar a la industria para que rebaje el precio de éstos en EEUU.
La lista de reformas continúa con otros asuntos de no menos importancia, como la modificación de la ley de patentes, que podría restringir la posibilidad de acuerdos entre las compañías innovadoras y las de genéricos; o la reforma del programa Medicaid (de atención a los desfavorecidos), que incluye la reducción de los costes de los medicamentos de prescripción.
Ante el panorama expuesto, no es de extrañar que los inversores anden algo taciturnos estos últimos días del año y que las cotizaciones de las acciones hayan caído más de un 5%. Y puesto que lo que afecta a la industria en EEUU, nos guste o no, nos acaba afectando a los de aquí, esperemos que la situación no vaya a mayores y que podamos comprobar la veracidad de la sentencia que asegura que las autoridades aprietan pero no ahogan.
Tuesday, November 21, 2006
El crecimiento está en los nichebusters
Como consumidores somos testigos de cómo las empresas se esfuerzan por poner a nuestra disposición un número cada vez mayor de opciones, entre las que poder seleccionar aquélla o aquéllas que creamos que pueden satisfacer mejor nuestras necesidades. Para comprobarlo basta tan solo con pasearnos por cualquiera de las secciones de cualquier supermercado (sopas, cafés, refrescos, derivados lácteos, productos de limpieza, etc.) y comparar la oferta actual con la de hace algunos años. Podremos fácilmente darnos cuenta de cómo se ha multiplicado el número de referencias. La investigación del consumidor y los avances tecnológicos, entre otros factores, están permitiendo llevar a cabo una segmentación cada vez más ajustada y presentar una oferta más acorde con los gustos e intereses del público.
Esta tendencia no sólo la podemos observar en alimentación y droguería, sino también en mercados tan distintos como el del automóvil, la electrónica o la informática. La multiplicación de la oferta conlleva aparejada una disminución progresiva del número de referencias que tienen un elevado consumo. En este sentido un caso paradigmático es el del medio televisivo, en el que la aparición de numerosos canales ha supuesto la reducción de las audiencias máximas (ya es prácticamente imposible en nuestro país alcanzar audiencias de veinte o más millones de telespectadores). En el caso de la industria discográfica, la mayor variedad de oferta musical en formato digital ha supuesto, por ejemplo, que el número de álbumes de oro y de platino se haya reducido a la mitad en los últimos cinco años. Obviamente la piratería también ha influido, pero las definiciones de oro y platino también se han ajustado a la baja para compensar este efecto.
Tal vez se pregunte usted qué tiene que ver todo esto con la industria farmacéutica. O tal vez ya lo haya intuido. De algún modo, algo parecido a lo que sucede en otras industrias está teniendo lugar también en el sector de los medicamentos. De un lado, la oferta crece ayudada principalmente por los esfuerzos continuados que llevan a cabo tanto la iniciativa privada como la pública. Enfermedades para las que hace algunos años no había tratamiento o éste era tan solo paliativo, pueden ser tratadas hoy con eficacia. Por ejemplo, en la actualidad ya es posible curar aproximadamente la mitad de los cánceres. Y el porcentaje de éxito sigue creciendo día tras día. De otro lado, cada vez resulta más difícil para las compañías farmacéuticas innovadoras dar con un producto que pueda convertirse en un blockbuster (el equivalente al álbum de platino), y ello a pesar del mayor esfuerzo en I+D.
El modelo basado en blockbusters parece acusar un significativo agotamiento. Cada vez es menor el crecimiento de la facturación de este tipo de productos. Dentro de cinco años habrá vencido la patente de los veinte productos que lideran el escalafón mundial y la consecuente competencia de genéricos mermará sus ventas. Estas circunstancias han llevado a las compañías a interesarse más que nunca por productos dirigidos a indicaciones nicho, con un menor número de pacientes potenciales, que aunque en principio puedan hacer prever una menor facturación, como contrapartida ofrecen una serie de ventajas, como un nivel de competencia menor, unos costes de comercialización más reducidos y un mayor apoyo de las autoridades sanitarias. En el sector se ha bautizado ya a este tipo de productos como los nichebusters, por contraste con los blockbusters. Por el número de proyectos en desarrollo, la oncología es actualmente una de las áreas dominantes, en la que destacan por el éxito logrado productos como Glivec, de Novartis, y Herceptin, de Roche.
El Proyecto Genoma Humano y los avances en el campo de la genómica y de la proteómica, conjuntamente con el creciente empleo de biomarcadores, están propiciando el desarrollo del modelo de los nichebusters y sentando las bases de la terapia personalizada, por lo que este cambio de orientación beneficiará sin duda a los clínicos y a los pacientes, que dispondrán así de mejores opciones terapéuticas. Por último, la extensión del modelo también repercutirá sobre las autoridades reguladoras, que como consecuencia del crecimiento de la demanda de solicitudes de registro precisarán de una mayor capacidad de revisión y evaluación, por lo que será necesario incrementar los recursos con los que cuentan para esta tarea.
Esta tendencia no sólo la podemos observar en alimentación y droguería, sino también en mercados tan distintos como el del automóvil, la electrónica o la informática. La multiplicación de la oferta conlleva aparejada una disminución progresiva del número de referencias que tienen un elevado consumo. En este sentido un caso paradigmático es el del medio televisivo, en el que la aparición de numerosos canales ha supuesto la reducción de las audiencias máximas (ya es prácticamente imposible en nuestro país alcanzar audiencias de veinte o más millones de telespectadores). En el caso de la industria discográfica, la mayor variedad de oferta musical en formato digital ha supuesto, por ejemplo, que el número de álbumes de oro y de platino se haya reducido a la mitad en los últimos cinco años. Obviamente la piratería también ha influido, pero las definiciones de oro y platino también se han ajustado a la baja para compensar este efecto.
Tal vez se pregunte usted qué tiene que ver todo esto con la industria farmacéutica. O tal vez ya lo haya intuido. De algún modo, algo parecido a lo que sucede en otras industrias está teniendo lugar también en el sector de los medicamentos. De un lado, la oferta crece ayudada principalmente por los esfuerzos continuados que llevan a cabo tanto la iniciativa privada como la pública. Enfermedades para las que hace algunos años no había tratamiento o éste era tan solo paliativo, pueden ser tratadas hoy con eficacia. Por ejemplo, en la actualidad ya es posible curar aproximadamente la mitad de los cánceres. Y el porcentaje de éxito sigue creciendo día tras día. De otro lado, cada vez resulta más difícil para las compañías farmacéuticas innovadoras dar con un producto que pueda convertirse en un blockbuster (el equivalente al álbum de platino), y ello a pesar del mayor esfuerzo en I+D.
El modelo basado en blockbusters parece acusar un significativo agotamiento. Cada vez es menor el crecimiento de la facturación de este tipo de productos. Dentro de cinco años habrá vencido la patente de los veinte productos que lideran el escalafón mundial y la consecuente competencia de genéricos mermará sus ventas. Estas circunstancias han llevado a las compañías a interesarse más que nunca por productos dirigidos a indicaciones nicho, con un menor número de pacientes potenciales, que aunque en principio puedan hacer prever una menor facturación, como contrapartida ofrecen una serie de ventajas, como un nivel de competencia menor, unos costes de comercialización más reducidos y un mayor apoyo de las autoridades sanitarias. En el sector se ha bautizado ya a este tipo de productos como los nichebusters, por contraste con los blockbusters. Por el número de proyectos en desarrollo, la oncología es actualmente una de las áreas dominantes, en la que destacan por el éxito logrado productos como Glivec, de Novartis, y Herceptin, de Roche.
El Proyecto Genoma Humano y los avances en el campo de la genómica y de la proteómica, conjuntamente con el creciente empleo de biomarcadores, están propiciando el desarrollo del modelo de los nichebusters y sentando las bases de la terapia personalizada, por lo que este cambio de orientación beneficiará sin duda a los clínicos y a los pacientes, que dispondrán así de mejores opciones terapéuticas. Por último, la extensión del modelo también repercutirá sobre las autoridades reguladoras, que como consecuencia del crecimiento de la demanda de solicitudes de registro precisarán de una mayor capacidad de revisión y evaluación, por lo que será necesario incrementar los recursos con los que cuentan para esta tarea.
Tuesday, November 14, 2006
Nanotecnología: el tamaño es importante
Expertos del mundo académico y científico coinciden en que la nanotecnología, una disciplina que emerge cada vez con más fuerza, será de gran ayuda al sector farmacéutico tanto en el diseño y desarrollo de nuevos fármacos como en la elaboración de nuevas formulaciones galénicas y formas de liberación. La nanotecnología trabaja con partículas de un tamaño comprendido entre 1 y 100 nanómetros. La relación que existe entre un nanómetro y un metro es la misma que hay entre el diámetro de una Aspirina y la distancia de Madrid a Beijing.
En comparación con otros sectores, la inversión de las compañías líderes de la industria farmacéutica en este campo es aún limitada. Por ahora parece que, en general, las grandes compañías están adoptando una postura de ‘esperar y ver’ hasta tener una idea clara de qué estrategia aplicar y qué recursos de I+D comprometer. Ello contrasta con la posición del National Institutes of Health norteamericano, para quien la nanotecnología está entre sus cinco primeras prioridades. Hasta ahora, buena parte de la inversión del capital riesgo en esta disciplina ha ido a parar a empresas de nueva creación.
A nivel mundial, EEUU es quizá el país más avanzado en nanotecnología. El número de artículos de investigación publicados sobre la materia crece año tras año y en el último lustro ha sobrepasado el millar. Las patentes relacionadas con nanofármacos concedidas por la oficina norteamericana entre los años 2001 y 2005 superaron el centenar. Los primeros nanofármacos en comercializarse han sido formulaciones de liposomas, como Caelix/Doxil, una formulación pegilada liposomal de clorhidrato de doxorrubicina desarrollada por Alza (Johnson & Johnson), que se utiliza en cáncer de mama y cáncer de ovario. Esta formulación permite al fármaco esquivar al sistema inmune, incrementando el tiempo que permanece en el organismo y haciendo que alcance más fácilmente el tumor, al tiempo que se reduce su toxicidad cardiaca.
Otro producto fruto de la nanotecnología que se emplea en el tratamiento del cáncer de mama es Abraxane, una nueva formulación de paclitaxel que se puede administrar en tan solo treinta minutos, en lugar de las tres horas que requiere Taxol, que es la formulación estándar. Ello se consigue mediante el uso de sustancias que permiten la formación de nanopartículas poliméricas (en este caso se emplea la albúmina). Esta formulación también hace que resulte menos probable la aparición de reacciones adversas al medicamento.
La nanotecnología ha hecho posible asimismo incrementar la solubilidad de fármacos poco solubles, mejorando su biodisponibilidad gracias a la tecnología de los nanocristales, desarrollada por la compañía irlandesa Elan Pharmaceuticals. Esta técnica permite soslayar el empleo de disolventes tóxicos y pueden formularse además preparados para vías de administración (colirios, formas tópicas, etc.) donde el tamaño de partícula resulta crítico.
En el ámbito de las estrategias de producto, a través de las diferentes técnicas comentadas se hace posible conferir a los medicamentos propiedades que mejoran su perfil en cuanto a estabilidad, biodisponibilidad, comodidad de aplicación, seguridad u otra característica relevante. De este modo, a través de estas innovaciones se puede extender el período de exclusividad de las patentes de los productos y alargar así el ciclo de vida de éstos, manteniendo la ventaja competitiva frente a otras opciones terapéuticas.
Pero no sólo se trata de mejorar las características de fármacos determinados, sino que se presenta la oportunidad de desarrollar nanosistemas que permitan la incorporación de dos o más sustancias terapéuticas que funcionen de forma sinérgica, combatiendo por ejemplo resistencias al tratamiento en enfermedades infecciosas o en cánceres.
Las autoridades sanitarias tienen ante sí el difícil reto de llenar el vacío normativo que se pone de manifiesto con el desarrollo de este esperanzador campo. La dificultad de llenarlo es mayor debido a que en el mismo se combinan disciplinas tan diversas como la química, la física, la biología y la ingeniería. Esta misma variedad supone una dificultad a su desarrollo debido a la falta de un lenguaje común que facilite la comunicación entre las diferentes comunidades científicas y entre éstas y la industria farmacéutica. En cualquier caso, una cosa sí parece clara y es que la nanotecnología está aquí para quedarse y afectará en gran medida el modo en qué vivimos.
En comparación con otros sectores, la inversión de las compañías líderes de la industria farmacéutica en este campo es aún limitada. Por ahora parece que, en general, las grandes compañías están adoptando una postura de ‘esperar y ver’ hasta tener una idea clara de qué estrategia aplicar y qué recursos de I+D comprometer. Ello contrasta con la posición del National Institutes of Health norteamericano, para quien la nanotecnología está entre sus cinco primeras prioridades. Hasta ahora, buena parte de la inversión del capital riesgo en esta disciplina ha ido a parar a empresas de nueva creación.
A nivel mundial, EEUU es quizá el país más avanzado en nanotecnología. El número de artículos de investigación publicados sobre la materia crece año tras año y en el último lustro ha sobrepasado el millar. Las patentes relacionadas con nanofármacos concedidas por la oficina norteamericana entre los años 2001 y 2005 superaron el centenar. Los primeros nanofármacos en comercializarse han sido formulaciones de liposomas, como Caelix/Doxil, una formulación pegilada liposomal de clorhidrato de doxorrubicina desarrollada por Alza (Johnson & Johnson), que se utiliza en cáncer de mama y cáncer de ovario. Esta formulación permite al fármaco esquivar al sistema inmune, incrementando el tiempo que permanece en el organismo y haciendo que alcance más fácilmente el tumor, al tiempo que se reduce su toxicidad cardiaca.
Otro producto fruto de la nanotecnología que se emplea en el tratamiento del cáncer de mama es Abraxane, una nueva formulación de paclitaxel que se puede administrar en tan solo treinta minutos, en lugar de las tres horas que requiere Taxol, que es la formulación estándar. Ello se consigue mediante el uso de sustancias que permiten la formación de nanopartículas poliméricas (en este caso se emplea la albúmina). Esta formulación también hace que resulte menos probable la aparición de reacciones adversas al medicamento.
La nanotecnología ha hecho posible asimismo incrementar la solubilidad de fármacos poco solubles, mejorando su biodisponibilidad gracias a la tecnología de los nanocristales, desarrollada por la compañía irlandesa Elan Pharmaceuticals. Esta técnica permite soslayar el empleo de disolventes tóxicos y pueden formularse además preparados para vías de administración (colirios, formas tópicas, etc.) donde el tamaño de partícula resulta crítico.
En el ámbito de las estrategias de producto, a través de las diferentes técnicas comentadas se hace posible conferir a los medicamentos propiedades que mejoran su perfil en cuanto a estabilidad, biodisponibilidad, comodidad de aplicación, seguridad u otra característica relevante. De este modo, a través de estas innovaciones se puede extender el período de exclusividad de las patentes de los productos y alargar así el ciclo de vida de éstos, manteniendo la ventaja competitiva frente a otras opciones terapéuticas.
Pero no sólo se trata de mejorar las características de fármacos determinados, sino que se presenta la oportunidad de desarrollar nanosistemas que permitan la incorporación de dos o más sustancias terapéuticas que funcionen de forma sinérgica, combatiendo por ejemplo resistencias al tratamiento en enfermedades infecciosas o en cánceres.
Las autoridades sanitarias tienen ante sí el difícil reto de llenar el vacío normativo que se pone de manifiesto con el desarrollo de este esperanzador campo. La dificultad de llenarlo es mayor debido a que en el mismo se combinan disciplinas tan diversas como la química, la física, la biología y la ingeniería. Esta misma variedad supone una dificultad a su desarrollo debido a la falta de un lenguaje común que facilite la comunicación entre las diferentes comunidades científicas y entre éstas y la industria farmacéutica. En cualquier caso, una cosa sí parece clara y es que la nanotecnología está aquí para quedarse y afectará en gran medida el modo en qué vivimos.
Wednesday, November 8, 2006
Abbott refuerza su posición competitiva
El mercado de los productos para el tratamiento del colesterol elevado mueve más de 20.000 millones de dólares a nivel mundial. Es el mayor segmento de mercado y crece a un ritmo anual de dos dígitos. Este negocio ha estado dominado hasta ahora por dos compañías estadounidenses, Pfizer y Merck, aunque los vencimientos de las patentes están haciendo cambiar el actual status quo. Zocor (simvastatina DCI), el producto de Merck, ha perdido este año su protección y ya sufre la competencia de los genéricos. Por su parte, a Pfizer le vencerá en 2011 la patente de su producto Lipitor (atorvastatina DCI), aunque la india Ranbaxy intenta que sea antes.
Abbott, otra de las grandes del sector farmacéutico mundial, acaba de reforzar con la compra de Kos Pharmaceuticals su presencia en este mercado, fortaleciendo su negocio de productos para el control de los niveles de colesterol. La adquisición de la compañía de Nueva Jersey supondrá para Abbott el desembolso de 3.700 millones en efectivo, cifra que supone una prima del 56% sobre la cotización de la acción al cierre del último día anterior al acuerdo. El precio establecido hace suponer que se ha tenido en cuenta tanto el negocio actual, como el potencial que se encuentra en su pipeline.
El encaje estratégico de la operación parece adecuado para Abbott, ya que los productos de Kos le permiten establecer importantes sinergias, al proporcionarle dos valiosos productos del área cardiovascular: Niaspan (niacina DCI) y Advicor (niacina DCI / lovastatina DCI), que elevan el colesterol bueno (HDL), y que son complementarios de Tricor (fenofibrato DCI), el producto de Abbott (licencia de la compañía belga Solvay) que reduce los niveles de triglicéridos. Kos ha desarrollado además una nueva formulación de Niaspan en forma de caplets que está actualmente siendo revisada por la FDA. También tiene avanzado el desarrollo de Simcor, una combinación de Niaspan con simvastatina DCI, cuya presentación a registro se prevé para el primer semestre de 2007.
Recientes estudios muestran que la elevación del colesterol bueno (HDL) reduce significativamente el riesgo cardiaco. Pfizer y Merck han padecido últimamente algunos contratiempos en el desarrollo de productos que actúan elevando las HDL. Merck anunció en septiembre pasado el retraso de la solicitud de registro de la terapia combinada triple que desarrolla. Por su parte Pfizer intenta llegar al mercado con torcetrapib DCI, aunque los estudios parecen evidenciar un efecto elevador de la presión arterial. AstraZeneca y Novartis también intentan desarrollar productos similares a Niaspan.
Kos, que posee una red de 800 visitadores y que es testigo de cómo grandes compañías como las mencionadas están intentando conseguir también productos para elevar el colesterol bueno, estaba viendo amenazada su posición competitiva. Ahora Abbott podrá proteger ésta y los 650 millones de dólares anuales de facturación combinada de Niaspan y Advicor podrían llegar a convertirse en 2.000 millones de dólares gracias a los mayores recursos de Abbott y sobre todo al apoyo de los 2.000 miembros de su fuerza de ventas.
Abbott tiene otro producto para el colesterol en avanzado estado de desarrollo (ABT-335). En julio de este año anunció un acuerdo de colaboración con AstraZeneca para desarrollar una combinación de su producto Crestor (rosuvastatina DCI) con Tricor o con el ABT-335 y cuya aprobación se prevé para 2009. En definitiva, la adquisición de Kos es un claro reflejo de la voluntad de Abbott de ser uno de los jugadores clave del mercado de productos para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Además la operación permite a Abbott su introducción en el mercado del asma y complementa su negocio de diabetes. Kos firmó un acuerdo en mayo con la británica Skyepharma para comercializar en EEUU Flutiform, un producto para el asma juvenil y del adulto. Asimismo Kos está desarrollando una insulina inhalada, que complementa a el negocio (1.100 millones de dólares) de medidores de glucosa y de tiras reactivas de Abbott. No resulta extraño pues que la mayoría de analistas del sector hayan recibido con satisfacción el movimiento estratégico de esta compañía, que como se ha explicado refuerza claramente su posición competitiva.
Abbott, otra de las grandes del sector farmacéutico mundial, acaba de reforzar con la compra de Kos Pharmaceuticals su presencia en este mercado, fortaleciendo su negocio de productos para el control de los niveles de colesterol. La adquisición de la compañía de Nueva Jersey supondrá para Abbott el desembolso de 3.700 millones en efectivo, cifra que supone una prima del 56% sobre la cotización de la acción al cierre del último día anterior al acuerdo. El precio establecido hace suponer que se ha tenido en cuenta tanto el negocio actual, como el potencial que se encuentra en su pipeline.
El encaje estratégico de la operación parece adecuado para Abbott, ya que los productos de Kos le permiten establecer importantes sinergias, al proporcionarle dos valiosos productos del área cardiovascular: Niaspan (niacina DCI) y Advicor (niacina DCI / lovastatina DCI), que elevan el colesterol bueno (HDL), y que son complementarios de Tricor (fenofibrato DCI), el producto de Abbott (licencia de la compañía belga Solvay) que reduce los niveles de triglicéridos. Kos ha desarrollado además una nueva formulación de Niaspan en forma de caplets que está actualmente siendo revisada por la FDA. También tiene avanzado el desarrollo de Simcor, una combinación de Niaspan con simvastatina DCI, cuya presentación a registro se prevé para el primer semestre de 2007.
Recientes estudios muestran que la elevación del colesterol bueno (HDL) reduce significativamente el riesgo cardiaco. Pfizer y Merck han padecido últimamente algunos contratiempos en el desarrollo de productos que actúan elevando las HDL. Merck anunció en septiembre pasado el retraso de la solicitud de registro de la terapia combinada triple que desarrolla. Por su parte Pfizer intenta llegar al mercado con torcetrapib DCI, aunque los estudios parecen evidenciar un efecto elevador de la presión arterial. AstraZeneca y Novartis también intentan desarrollar productos similares a Niaspan.
Kos, que posee una red de 800 visitadores y que es testigo de cómo grandes compañías como las mencionadas están intentando conseguir también productos para elevar el colesterol bueno, estaba viendo amenazada su posición competitiva. Ahora Abbott podrá proteger ésta y los 650 millones de dólares anuales de facturación combinada de Niaspan y Advicor podrían llegar a convertirse en 2.000 millones de dólares gracias a los mayores recursos de Abbott y sobre todo al apoyo de los 2.000 miembros de su fuerza de ventas.
Abbott tiene otro producto para el colesterol en avanzado estado de desarrollo (ABT-335). En julio de este año anunció un acuerdo de colaboración con AstraZeneca para desarrollar una combinación de su producto Crestor (rosuvastatina DCI) con Tricor o con el ABT-335 y cuya aprobación se prevé para 2009. En definitiva, la adquisición de Kos es un claro reflejo de la voluntad de Abbott de ser uno de los jugadores clave del mercado de productos para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Además la operación permite a Abbott su introducción en el mercado del asma y complementa su negocio de diabetes. Kos firmó un acuerdo en mayo con la británica Skyepharma para comercializar en EEUU Flutiform, un producto para el asma juvenil y del adulto. Asimismo Kos está desarrollando una insulina inhalada, que complementa a el negocio (1.100 millones de dólares) de medidores de glucosa y de tiras reactivas de Abbott. No resulta extraño pues que la mayoría de analistas del sector hayan recibido con satisfacción el movimiento estratégico de esta compañía, que como se ha explicado refuerza claramente su posición competitiva.
Sunday, November 5, 2006
Reducciones de costes y cambio de paradigma
En un entorno en el que pesan los pobres resultados de los esfuerzos en I+D, la competencia de las compañías de genéricos tras los vencimientos de las patentes, las medidas para contener el gasto farmacéutico y las causas legales actualmente en curso, algunas de las grandes del sector han podido presentar unos excelentes resultados en el tercer trimestre del año. Todo ello gracias a las políticas de contención de costes puestas en marcha por estas compañías, que han logrado compensar los efectos del mencionado panorama adverso.
De acuerdo con IMS, marcas que representan 23.000 millones de dólares (18.000 millones de euros) de facturación van a perder durante el presente año su patente. Y en 2007 perderán la patente productos que están aportando más de 16.000 millones de dólares (12.600 millones de euros). A pesar de que IMS ha pronosticado que el número de blockbusters crecerá desde 95 el pasado ejercicio hasta 112 el próximo año, ello no compensará la comentada pérdida de ventas como consecuencia de los vencimientos de las patentes.
La situación es tan seria que la continuidad de los consejeros delegados de las compañías parece pender de un hilo. No parece casual que tres de ellos (Merck, Pfizer, Bristol Myers Squibb) hayan sido reemplazados en el último año. Sus sustitutos saben bien que deberán actuar de manera audaz si desean tener éxito en su nuevo cometido. Los vencimientos de las patentes de algunas de sus principales marcas conllevan una pérdida de facturación que debería compensarse por la vía de la comercialización de nuevos blockbusters que están tardando en llegar más tiempo del previsto. Aun así, las compañías continúan invirtiendo en I+D, bien en proyectos internos o a través de acuerdos, alianzas o adquisiciones de compañías de biotecnología.
Mientras no llegan los nuevos productos sustitutivos que logren revitalizar los ingresos, algunas empresas han situado entre sus principales prioridades la aplicación de ambiciosos programas de reducción de gastos. Durante 2005 y 2006 al menos nueve grandes corporaciones (AstraZeneca, Bayer, Bristol Myers Squibb, Eli Lilly, Johnson & Johnson, Merck, Pfizer, Schering Plough y Wyeth) han anunciado la puesta en marcha de este tipo de iniciativas. Bristol Myers Squibb anunció que hasta 2008 reduciría su gastos en 1.000 millones de dólares con medidas como la externalización de sus actividades de tecnologías de la información o la reducción de su fuerza de ventas en un 30%. Desde mediados de 2004 Eli Lilly ha recortado más de 3.000 puestos de trabajo. Tanto Merck como Pfizer están recortando millones de dólares de sus cuentas a través del cierre o la venta de diversas plantas de fabricación y del despido de trabajadores. La disciplina en la contención de costes impuesta por Fred Hassan, el consejero delegado de Schering Plough, ha logrado sacar a la compañía de los números rojos. Wyeth por su parte tomó la decisión el pasado año de reducir su fuerza de ventas en EEUU. Algunos analistas han estimado que de cumplirse los programas de reducción de gastos anunciados, se conseguirá compensar hasta dos terceras partes del impacto sobre los beneficios operativos como consecuencia de la pérdida de facturación prevista.
Con todo, esta fase por la que pasan las compañías innovadoras responde también a un objetivo a más largo plazo. El modelo tradicional de organización totalmente integrada parece estar agotado. Las empresas se han dado cuenta que conviene transformarse en organizaciones mucho más ligeras, con costes de estructura más reducidos y externalizar diversas funciones. En innovación las grandes organizaciones no parece que estén siendo las más productivas. Aunque ofrecen indudables ventajas en cuanto a economías de escala, no resultan ser el entorno más propicio para el pensamiento inconformista, que es el que lleva a la innovación. Son las pequeñas compañías, con la ayuda del capital riesgo, las que están dando los mejores resultados. Por lo tanto parece acertado reducir el personal investigador improductivo y substituirlo por fuentes externas de innovación. Así parecen haberlo entendido las compañías líderes, que ya se encuentran inmersas en un proceso de deconstrucción, configurando de este modo un nuevo paradigma que les permita ser mucho más eficientes en el futuro.
De acuerdo con IMS, marcas que representan 23.000 millones de dólares (18.000 millones de euros) de facturación van a perder durante el presente año su patente. Y en 2007 perderán la patente productos que están aportando más de 16.000 millones de dólares (12.600 millones de euros). A pesar de que IMS ha pronosticado que el número de blockbusters crecerá desde 95 el pasado ejercicio hasta 112 el próximo año, ello no compensará la comentada pérdida de ventas como consecuencia de los vencimientos de las patentes.
La situación es tan seria que la continuidad de los consejeros delegados de las compañías parece pender de un hilo. No parece casual que tres de ellos (Merck, Pfizer, Bristol Myers Squibb) hayan sido reemplazados en el último año. Sus sustitutos saben bien que deberán actuar de manera audaz si desean tener éxito en su nuevo cometido. Los vencimientos de las patentes de algunas de sus principales marcas conllevan una pérdida de facturación que debería compensarse por la vía de la comercialización de nuevos blockbusters que están tardando en llegar más tiempo del previsto. Aun así, las compañías continúan invirtiendo en I+D, bien en proyectos internos o a través de acuerdos, alianzas o adquisiciones de compañías de biotecnología.
Mientras no llegan los nuevos productos sustitutivos que logren revitalizar los ingresos, algunas empresas han situado entre sus principales prioridades la aplicación de ambiciosos programas de reducción de gastos. Durante 2005 y 2006 al menos nueve grandes corporaciones (AstraZeneca, Bayer, Bristol Myers Squibb, Eli Lilly, Johnson & Johnson, Merck, Pfizer, Schering Plough y Wyeth) han anunciado la puesta en marcha de este tipo de iniciativas. Bristol Myers Squibb anunció que hasta 2008 reduciría su gastos en 1.000 millones de dólares con medidas como la externalización de sus actividades de tecnologías de la información o la reducción de su fuerza de ventas en un 30%. Desde mediados de 2004 Eli Lilly ha recortado más de 3.000 puestos de trabajo. Tanto Merck como Pfizer están recortando millones de dólares de sus cuentas a través del cierre o la venta de diversas plantas de fabricación y del despido de trabajadores. La disciplina en la contención de costes impuesta por Fred Hassan, el consejero delegado de Schering Plough, ha logrado sacar a la compañía de los números rojos. Wyeth por su parte tomó la decisión el pasado año de reducir su fuerza de ventas en EEUU. Algunos analistas han estimado que de cumplirse los programas de reducción de gastos anunciados, se conseguirá compensar hasta dos terceras partes del impacto sobre los beneficios operativos como consecuencia de la pérdida de facturación prevista.
Con todo, esta fase por la que pasan las compañías innovadoras responde también a un objetivo a más largo plazo. El modelo tradicional de organización totalmente integrada parece estar agotado. Las empresas se han dado cuenta que conviene transformarse en organizaciones mucho más ligeras, con costes de estructura más reducidos y externalizar diversas funciones. En innovación las grandes organizaciones no parece que estén siendo las más productivas. Aunque ofrecen indudables ventajas en cuanto a economías de escala, no resultan ser el entorno más propicio para el pensamiento inconformista, que es el que lleva a la innovación. Son las pequeñas compañías, con la ayuda del capital riesgo, las que están dando los mejores resultados. Por lo tanto parece acertado reducir el personal investigador improductivo y substituirlo por fuentes externas de innovación. Así parecen haberlo entendido las compañías líderes, que ya se encuentran inmersas en un proceso de deconstrucción, configurando de este modo un nuevo paradigma que les permita ser mucho más eficientes en el futuro.
Wednesday, October 18, 2006
La reputación de la industria es cosa de todos
Los problemas de seguridad recientes de algunos medicamentos, que han llevado en unos casos a incluir serias advertencias en los prospectos y en otros a su retirada, han minado de modo ostensible la confianza de los consumidores tanto en la industria farmacéutica como en los productos que comercializa. Ello unido a los costes crecientes y menor rendimiento de la I+D supone una seria amenaza para el futuro del sector. La reputación de la industria sigue estando en sus cotas más bajas, llegando a situarse al nivel de las compañías petroleras y tabaqueras, según ha revelado un sondeo de la empresa Gallup. Así lo comunicó a los periodistas Daniel Vasella, Presidente de Novartis y Presidente saliente de la IFPMA (la patronal mundial), durante la reunión que esta asociación mantuvo hace unos días en Ginebra. Según Vasella la codicia, la falta de transparencia, un marketing agresivo y una insensibilidad hacia las necesidades sanitarias de los menos favorecidos son los principales rasgos que se perciben actualmente en la industria. Algunos críticos, entre los que se cuentan personas de los ámbitos de la literatura de consumo y del cine documental, llegan a acusar a las compañías farmacéuticas de anteponer la rentabilidad a la seguridad.
Ante este panorama, los líderes de la IFPMA han expresado la voluntad de redoblar esfuerzos y continuar llevando a cabo iniciativas que doten a las actividades de la industria de mayor transparencia y comprensión. En este sentido, el pasado año la IFPMA puso en marcha una web que ofrece información sobre los ensayos clínicos actualmente en curso o ya realizados. Para el próximo año se anuncia la puesta en práctica de un nuevo código de buenas prácticas de comercialización, que contendrá los principios mínimos que garanticen una promoción apropiada de los medicamentos. De este modo se pone de manifiesto que el ejercicio del papel del autocontrol es una de las vías de las que dispone la industria para ganarse la confianza de los diferentes actores sanitarios y en especial de los pacientes.
En la misma línea, el pasado año la patronal de EEUU (PhRMA) aprobó una guía de consenso sobre la publicidad dirigida al consumidor (DTC), que se ha puesto en práctica en enero del presente año y cuyos principios son más restrictivos que los de la propia FDA. Algunas compañías van incluso más lejos. Por ejemplo, Bristol-Myers Squibb (BMS) se ha autoimpuesto la prohibición de llevar a cabo actividades de promoción DTC durante el primer año de lanzamiento de un nuevo producto. Durante este período la prioridad es informar a los profesionales sanitarios. Con esta autolimitación se pretende además enviar a los consumidores un claro mensaje: para la industria la seguridad de los pacientes es primordial.
A pesar de todas estas medidas, darle la vuelta a esta situación se me antoja una tarea de enorme dificultad. En primer lugar, porque la reputación es un valor que se cultiva y se construye durante largo tiempo y que, en cambio, puede perderse súbitamente. En segundo lugar, porque a pesar de que ninguna compañía desea comercializar un medicamento para tener que retirarlo después, con los eventuales costes de imagen y económicos, con los medios actuales resulta prácticamente imposible garantizar de modo absoluto la seguridad de los medicamentos. De la misma forma que es imposible garantizar que no se produzca ni un solo accidente aéreo. En tercer lugar, porque parece que hay individuos o grupos que por razones diversas (económicas, políticas, etc.) están interesados en minar la reputación de la industria. Y en cuarto lugar, y sin ánimo de ser exhaustivo, porque la imagen y la reputación de un sector depende del ejercicio de la responsabilidad de cada uno de sus miembros y, por lo tanto, la mala praxis de uno de ellos acaba por perjudicar a todo el conjunto, tirando por tierra el esfuerzo aplicado hasta ese momento.
A pesar de lo anterior, mejorar la situación actual deber ser el reto no sólo del sector, sino también de quienes nos gobiernan y de toda la sociedad en su conjunto. Pues no podemos permitirnos perder la confianza en una industria de la que en buena parte depende nuestro progreso y nuestra propia salud. Se precisa la colaboración de todos.
Ante este panorama, los líderes de la IFPMA han expresado la voluntad de redoblar esfuerzos y continuar llevando a cabo iniciativas que doten a las actividades de la industria de mayor transparencia y comprensión. En este sentido, el pasado año la IFPMA puso en marcha una web que ofrece información sobre los ensayos clínicos actualmente en curso o ya realizados. Para el próximo año se anuncia la puesta en práctica de un nuevo código de buenas prácticas de comercialización, que contendrá los principios mínimos que garanticen una promoción apropiada de los medicamentos. De este modo se pone de manifiesto que el ejercicio del papel del autocontrol es una de las vías de las que dispone la industria para ganarse la confianza de los diferentes actores sanitarios y en especial de los pacientes.
En la misma línea, el pasado año la patronal de EEUU (PhRMA) aprobó una guía de consenso sobre la publicidad dirigida al consumidor (DTC), que se ha puesto en práctica en enero del presente año y cuyos principios son más restrictivos que los de la propia FDA. Algunas compañías van incluso más lejos. Por ejemplo, Bristol-Myers Squibb (BMS) se ha autoimpuesto la prohibición de llevar a cabo actividades de promoción DTC durante el primer año de lanzamiento de un nuevo producto. Durante este período la prioridad es informar a los profesionales sanitarios. Con esta autolimitación se pretende además enviar a los consumidores un claro mensaje: para la industria la seguridad de los pacientes es primordial.
A pesar de todas estas medidas, darle la vuelta a esta situación se me antoja una tarea de enorme dificultad. En primer lugar, porque la reputación es un valor que se cultiva y se construye durante largo tiempo y que, en cambio, puede perderse súbitamente. En segundo lugar, porque a pesar de que ninguna compañía desea comercializar un medicamento para tener que retirarlo después, con los eventuales costes de imagen y económicos, con los medios actuales resulta prácticamente imposible garantizar de modo absoluto la seguridad de los medicamentos. De la misma forma que es imposible garantizar que no se produzca ni un solo accidente aéreo. En tercer lugar, porque parece que hay individuos o grupos que por razones diversas (económicas, políticas, etc.) están interesados en minar la reputación de la industria. Y en cuarto lugar, y sin ánimo de ser exhaustivo, porque la imagen y la reputación de un sector depende del ejercicio de la responsabilidad de cada uno de sus miembros y, por lo tanto, la mala praxis de uno de ellos acaba por perjudicar a todo el conjunto, tirando por tierra el esfuerzo aplicado hasta ese momento.
A pesar de lo anterior, mejorar la situación actual deber ser el reto no sólo del sector, sino también de quienes nos gobiernan y de toda la sociedad en su conjunto. Pues no podemos permitirnos perder la confianza en una industria de la que en buena parte depende nuestro progreso y nuestra propia salud. Se precisa la colaboración de todos.
La retirada de un medicamento
Una vez más se ha vuelto a producir. Por razones de seguridad, una compañía farmacéutica ha tomado la decisión de retirar uno de sus fármacos del mercado. El debate sobre la seguridad de los medicamentos se ha avivado sobremanera en estos últimos años debido a haberse producido un mayor número de retiradas que en tiempos pretéritos. Como resultado de ello la FDA ha sido objeto de numerosas críticas. En 1992 se aprobó en Estados Unidos la Prescription Drug User Fee Act (PDUFA), mediante la cual se pretendía reducir el tiempo de registro de nuevos medicamentos. Al presentar el dossier de registro, las compañías farmacéuticas deben pagar a la FDA una tasa adicional que es la que permite contratar personal y equipos extra para acelerar el proceso de evaluación. De este modo, el tiempo de registro se ha conseguido reducir de tres años a sólo uno. Ello no sólo supone que los pacientes puedan disponer mucho antes de nuevos remedios terapéuticos, sino que además mejora ostensiblemente la competitividad de la industria farmacéutica americana. Los críticos de la FDA alegan que un acortamiento en el tiempo de evaluación conlleva una reducción en los estándares de calidad con que se realiza el proceso. Pero lo cierto es que, a juzgar por los hechos, el porcentaje de retiradas ha disminuido a lo largo del tiempo. En los años 80, el porcentaje de retiradas de medicamentos estaba en torno al tres por ciento, cifra que fue disminuyendo durante los 90. Actualmente, el porcentaje se sitúa un poco por encima del uno por ciento. Por lo tanto, no parece que la situación haya empeorado. Asimismo, el porcentaje de solicitudes de registro rechazadas sobre las presentadas se ha mantenido invariable a lo largo de los años (10-15%).
De hecho, el incremento tanto en las exigencias por parte de las autoridades reguladoras, como en el número de estudios que realizan las compañías durante el período postcomercialización, explican que la situación sea hoy en día manifiestamente mejor. Otra cosa es poder ofrecer garantías absolutas de seguridad, tal y como comprensiblemente exige la sociedad. Pero con los medios actuales resulta prácticamente imposible. Aunque el número de ensayos clínicos por medicamento se haya más que duplicado y que desde 1980 el número de pacientes participantes haya pasado desde un promedio de 1.500 a más de 4.000, ello no es suficiente para ofrecer plenas garantías de seguridad. Los ensayos clínicos permiten detectar los efectos adversos Tipo A (según la clasificación de Rawlins y Thompson), aquellos basados en las propiedades farmacológicas, relacionados con la dosis y que tienen una incidencia superior al uno por ciento. Por el contrario, los efectos Tipo B, en los que el mecanismo de acción es desconocido, son independientes de la dosis y son más graves, se presentan con una incidencia muy baja, siempre menor al uno por ciento, y en numerosas ocasiones entre uno por diez mil y uno por cien mil. Por lo tanto, para detectar estos efectos adversos sería necesario incluir entre 30.000 y 300.000 pacientes en los ensayos clínicos, lo cual resulta absolutamente prohibitivo para las compañías. A ello hay que añadir que a veces es necesario seguir al paciente durante mucho tiempo antes de que el efecto adverso se manifieste, haciendo muy difícil su detección. En los ensayos además, para evitar sesgos, se excluyen aquellos pacientes que presentan otras patologías o toman concomitantemente otros medicamentos, por lo que hasta que no se comercializa, se desconoce el efecto que tendrá en estas situaciones. Dado que es imposible diseñar ensayos que identifiquen las complicaciones más raras, los estudios postcomercialización resultan cruciales para ayudar a detectar efectos adversos inesperados.
Aquellos profesionales cuyo trabajo está muy relacionado con el mundo de los medicamentos, saben muy bien que la retirada de un fármaco entra dentro de lo previsible. En los albores del siglo XXI, la ciencia no ha conseguido aún garantizar la seguridad absoluta de los fármacos y todavía es preciso asumir un cierto grado de riesgo en su utilización. En un anterior artículo (El Global, nº 17, mayo 2000) me referí a las posibles aplicaciones que podrán derivarse de las investigaciones en farmacogenómica. Una de éstas será el uso de kits de diagnóstico genético, mediante los cuales el médico podrá analizar el perfil genético del paciente y predecir cuál será la respuesta terapéutica ante un determinado tratamiento, pudiendo así prevenir la aparición de graves efectos adversos. Por desgracia hoy en día no disponemos aún de estas herramientas y hemos de seguir confiando en los datos que nos ofrecen los ensayos clínicos y los procedimientos de monitorización empleados durante la vida útil de los medicamentos.
En este contexto, es importante que cada parte implicada asuma su cuota de responsabilidad. La industria farmacéutica, poniendo el mayor esfuerzo y celo tanto durante la fase precomercialización como postcomercialización, actuando con responsabilidad durante la promoción y ayudando a educar a los pacientes. Las autoridades reguladoras, aplicando todo el rigor tanto durante la evaluación del dossier de registro como en el seguimiento posterior. Los médicos, conociendo bien la ficha técnica, interrogando a fondo al paciente antes de prescribir, realizando un cuidadoso seguimiento del tratamiento, exigiendo al paciente que le comunique inmediatamente cualquier anormalidad que pueda presentarse y refiriendo con celeridad a la red de farmacovigilancia cualquier evento importante que se presente. Los farmacéuticos, informando a los pacientes, colaborando con el médico en el seguimiento de éstos y comunicando asimismo a las autoridades todo evento o efecto adverso que juzgue de importancia. El paciente, quien debe jugar un papel más activo, haciendo un seguimiento de su tratamiento, recogiendo los efectos secundarios y colaborando todo lo posible. Y, por supuesto, los medios, actuando con responsabilidad al informar, evitando causar alarma en los pacientes o minar la confianza de la sociedad en los medicamentos. Las compañías farmacéuticas son las primeras interesadas en asegurar que los medicamentos que éstas comercializan son eficaces y seguros. Que se produzcan retiradas de productos es precisamente un reflejo de que los sistemas de seguimiento y control funcionan. Pero para que funcionen lo mejor posible, es necesaria la colaboración de todos.
De hecho, el incremento tanto en las exigencias por parte de las autoridades reguladoras, como en el número de estudios que realizan las compañías durante el período postcomercialización, explican que la situación sea hoy en día manifiestamente mejor. Otra cosa es poder ofrecer garantías absolutas de seguridad, tal y como comprensiblemente exige la sociedad. Pero con los medios actuales resulta prácticamente imposible. Aunque el número de ensayos clínicos por medicamento se haya más que duplicado y que desde 1980 el número de pacientes participantes haya pasado desde un promedio de 1.500 a más de 4.000, ello no es suficiente para ofrecer plenas garantías de seguridad. Los ensayos clínicos permiten detectar los efectos adversos Tipo A (según la clasificación de Rawlins y Thompson), aquellos basados en las propiedades farmacológicas, relacionados con la dosis y que tienen una incidencia superior al uno por ciento. Por el contrario, los efectos Tipo B, en los que el mecanismo de acción es desconocido, son independientes de la dosis y son más graves, se presentan con una incidencia muy baja, siempre menor al uno por ciento, y en numerosas ocasiones entre uno por diez mil y uno por cien mil. Por lo tanto, para detectar estos efectos adversos sería necesario incluir entre 30.000 y 300.000 pacientes en los ensayos clínicos, lo cual resulta absolutamente prohibitivo para las compañías. A ello hay que añadir que a veces es necesario seguir al paciente durante mucho tiempo antes de que el efecto adverso se manifieste, haciendo muy difícil su detección. En los ensayos además, para evitar sesgos, se excluyen aquellos pacientes que presentan otras patologías o toman concomitantemente otros medicamentos, por lo que hasta que no se comercializa, se desconoce el efecto que tendrá en estas situaciones. Dado que es imposible diseñar ensayos que identifiquen las complicaciones más raras, los estudios postcomercialización resultan cruciales para ayudar a detectar efectos adversos inesperados.
Aquellos profesionales cuyo trabajo está muy relacionado con el mundo de los medicamentos, saben muy bien que la retirada de un fármaco entra dentro de lo previsible. En los albores del siglo XXI, la ciencia no ha conseguido aún garantizar la seguridad absoluta de los fármacos y todavía es preciso asumir un cierto grado de riesgo en su utilización. En un anterior artículo (El Global, nº 17, mayo 2000) me referí a las posibles aplicaciones que podrán derivarse de las investigaciones en farmacogenómica. Una de éstas será el uso de kits de diagnóstico genético, mediante los cuales el médico podrá analizar el perfil genético del paciente y predecir cuál será la respuesta terapéutica ante un determinado tratamiento, pudiendo así prevenir la aparición de graves efectos adversos. Por desgracia hoy en día no disponemos aún de estas herramientas y hemos de seguir confiando en los datos que nos ofrecen los ensayos clínicos y los procedimientos de monitorización empleados durante la vida útil de los medicamentos.
En este contexto, es importante que cada parte implicada asuma su cuota de responsabilidad. La industria farmacéutica, poniendo el mayor esfuerzo y celo tanto durante la fase precomercialización como postcomercialización, actuando con responsabilidad durante la promoción y ayudando a educar a los pacientes. Las autoridades reguladoras, aplicando todo el rigor tanto durante la evaluación del dossier de registro como en el seguimiento posterior. Los médicos, conociendo bien la ficha técnica, interrogando a fondo al paciente antes de prescribir, realizando un cuidadoso seguimiento del tratamiento, exigiendo al paciente que le comunique inmediatamente cualquier anormalidad que pueda presentarse y refiriendo con celeridad a la red de farmacovigilancia cualquier evento importante que se presente. Los farmacéuticos, informando a los pacientes, colaborando con el médico en el seguimiento de éstos y comunicando asimismo a las autoridades todo evento o efecto adverso que juzgue de importancia. El paciente, quien debe jugar un papel más activo, haciendo un seguimiento de su tratamiento, recogiendo los efectos secundarios y colaborando todo lo posible. Y, por supuesto, los medios, actuando con responsabilidad al informar, evitando causar alarma en los pacientes o minar la confianza de la sociedad en los medicamentos. Las compañías farmacéuticas son las primeras interesadas en asegurar que los medicamentos que éstas comercializan son eficaces y seguros. Que se produzcan retiradas de productos es precisamente un reflejo de que los sistemas de seguimiento y control funcionan. Pero para que funcionen lo mejor posible, es necesaria la colaboración de todos.
Monday, October 9, 2006
El valor del silencio
Los estadounidenses Andrew Fire y Craig Mello publicaron en 1998 en la revista Nature el descubrimiento de un mecanismo natural por el que cualquier gen de una célula puede ser silenciado, bloqueando así la producción de la proteína que codifica. Este hallazgo supone una revolución en la biología tan importante que sin duda hará posible tratar enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson, el HIV o el cáncer.
Nuestros genes se encuentran distribuidos en los veintitrés pares de cromosomas del núcleo de nuestras células. Forman la biblioteca que contiene las recetas necesarias para fabricar cada una de nuestras proteínas. El acido ribonucléico mensajero o ARNm se produce en el núcleo como copia de una de estas recetas y se dirige al citoplasma, donde se fabrica la proteína. Los galardonados Fire y Mello descubrieron que existe un ácido ribonucléico de interferencia o ARNi que en determinadas condiciones destruye el ARNm e impide que se fabrique la proteína en cuestión. Este proceso equivale a silenciar el gen correspondiente.
Tras completar el genoma humano, el siguiente reto es conocer la función de cada uno de los genes, saber para qué sirven. Y para este propósito, es indudable que resulta de gran ayuda disponer de un mecanismo para apagar de forma controlada cada uno de los genes. Pero también podemos alcanzar importantes avances en terapéutica. Algunos cánceres son el resultado de la expresión inoportuna de determinados genes. Es fácil inferir que silenciando éstos mediante el uso de un ARNi especifico detendríamos la enfermedad. Pero es que además no sólo podemos silenciar genes propios, sino que también podemos impedir la expresión de genes víricos. Si bloqueamos un gen que el virus necesita para replicarse, la infección se detendrá. De este modo, mediante el uso de ARNi específicos podemos detener la polio, la hepatitis C, el HIV, la gripe o el ébola.
Deberán pasar al menos cinco años hasta que podamos beneficiarnos de los primeros tratamientos basados en el ARNi. Todavía deben soslayarse algunas dificultades, como el desarrollo de formas farmacéuticas de aplicación sistémica que aseguren el transporte y la liberación del agente terapéutico en el lugar de acción. Ya se están empleando soluciones basadas en nanopartículas o en el uso de sustancias que son absorbidas por las células, como el colesterol.
Algunas compañías trabajan desde hace unos pocos años en la aplicación terapéutica del ARNi. Alnylam Pharmaceuticals y Sirna Therapeutics son dos de ellas. Ambas han alcanzado acuerdos con farmacéuticas como Allergan, GlaxoSmithKline (GSK), Merck o Novartis. Sirna y Allergan han completado con éxito la fase I para un tratamiento de la degeneración macular. GSK firmó hace unos meses con Sirna, de quien adquirió prácticamente un 20% de sus acciones, una alianza estratégica para el desarrollo y la comercialización de tratamientos para enfermedades respiratorias (asma, EPOC) basados en el ARNi. Merck acordó con Alnylam la investigación de nueve dianas terapéuticas que todavía no han sido definidas. Novartis y Alnylam por su parte anunciaron el pasado mes de febrero que iban a desarrollar un tratamiento para una posible pandemia de gripe, incluyendo la gripe aviar, basándose en el mecanismo de la silenciación genética.
Aunque el riesgo de invertir en etapas muy tempranas es más alto, las posibles recompensas suelen ser también mayores. Hace algunos años, muchas de las líderes de la industria perdieron la oportunidad que les brindaba la plataforma de los anticuerpos monoclonales y ahora lo están pagando caro con adquisiciones valoradas en miles de millones de dólares. Parece que esta vez no quieran repetir la historia y se lanzan a tomar posiciones. Es de prever que la concesión del Nobel de Medicina de este año supondrá el estímulo definitivo para compañías que hasta ahora no se habían decidido a invertir en este campo.
Nuestros genes se encuentran distribuidos en los veintitrés pares de cromosomas del núcleo de nuestras células. Forman la biblioteca que contiene las recetas necesarias para fabricar cada una de nuestras proteínas. El acido ribonucléico mensajero o ARNm se produce en el núcleo como copia de una de estas recetas y se dirige al citoplasma, donde se fabrica la proteína. Los galardonados Fire y Mello descubrieron que existe un ácido ribonucléico de interferencia o ARNi que en determinadas condiciones destruye el ARNm e impide que se fabrique la proteína en cuestión. Este proceso equivale a silenciar el gen correspondiente.
Tras completar el genoma humano, el siguiente reto es conocer la función de cada uno de los genes, saber para qué sirven. Y para este propósito, es indudable que resulta de gran ayuda disponer de un mecanismo para apagar de forma controlada cada uno de los genes. Pero también podemos alcanzar importantes avances en terapéutica. Algunos cánceres son el resultado de la expresión inoportuna de determinados genes. Es fácil inferir que silenciando éstos mediante el uso de un ARNi especifico detendríamos la enfermedad. Pero es que además no sólo podemos silenciar genes propios, sino que también podemos impedir la expresión de genes víricos. Si bloqueamos un gen que el virus necesita para replicarse, la infección se detendrá. De este modo, mediante el uso de ARNi específicos podemos detener la polio, la hepatitis C, el HIV, la gripe o el ébola.
Deberán pasar al menos cinco años hasta que podamos beneficiarnos de los primeros tratamientos basados en el ARNi. Todavía deben soslayarse algunas dificultades, como el desarrollo de formas farmacéuticas de aplicación sistémica que aseguren el transporte y la liberación del agente terapéutico en el lugar de acción. Ya se están empleando soluciones basadas en nanopartículas o en el uso de sustancias que son absorbidas por las células, como el colesterol.
Algunas compañías trabajan desde hace unos pocos años en la aplicación terapéutica del ARNi. Alnylam Pharmaceuticals y Sirna Therapeutics son dos de ellas. Ambas han alcanzado acuerdos con farmacéuticas como Allergan, GlaxoSmithKline (GSK), Merck o Novartis. Sirna y Allergan han completado con éxito la fase I para un tratamiento de la degeneración macular. GSK firmó hace unos meses con Sirna, de quien adquirió prácticamente un 20% de sus acciones, una alianza estratégica para el desarrollo y la comercialización de tratamientos para enfermedades respiratorias (asma, EPOC) basados en el ARNi. Merck acordó con Alnylam la investigación de nueve dianas terapéuticas que todavía no han sido definidas. Novartis y Alnylam por su parte anunciaron el pasado mes de febrero que iban a desarrollar un tratamiento para una posible pandemia de gripe, incluyendo la gripe aviar, basándose en el mecanismo de la silenciación genética.
Aunque el riesgo de invertir en etapas muy tempranas es más alto, las posibles recompensas suelen ser también mayores. Hace algunos años, muchas de las líderes de la industria perdieron la oportunidad que les brindaba la plataforma de los anticuerpos monoclonales y ahora lo están pagando caro con adquisiciones valoradas en miles de millones de dólares. Parece que esta vez no quieran repetir la historia y se lanzan a tomar posiciones. Es de prever que la concesión del Nobel de Medicina de este año supondrá el estímulo definitivo para compañías que hasta ahora no se habían decidido a invertir en este campo.
Tuesday, October 3, 2006
El renacimiento de la vacunas
GlaxoSmithKline (GSK) acaba de anunciar que invertirá 500 millones de euros en una nueva planta en Francia, con el fin de incrementar un 50% su capacidad de fabricación de vacunas. A pesar de las dificultades con las que deben lidiar las compañías farmacéuticas que compiten en este segmento, cada vez son más las que apuestan por él. Hace tan solo un año fue Wyeth quien inauguró unas nuevas instalaciones en Irlanda, donde fabrica Prevenar, su exitosa vacuna antineumocócica, la primera vacuna en alcanzar la categoría de blockbuster.
Con todo, la cifra de negocio que representan las vacunas sigue siendo aún pequeña. En 2005, el mercado global de vacunas alcanzó los 10.000 millones de dólares, menos del 2% del mercado farmacéutico total. Durante las últimas décadas el número de fabricantes se ha ido reduciendo paulatinamente de forma considerable. Actualmente tan solo cinco compañías (GSK, Sanofi-Pasteur, Novartis, Merck y Wyeth) dominan más del 90% del negocio. Las causas que explican este panorama son diversas.
Para empezar, una persona recibe a lo sumo unas pocas dosis de cualquier vacuna. Nada que ver, por ejemplo, con el consumo de un medicamento para tratar el colesterol elevado o la diabetes. Por ello, hasta ahora ha sido excepcional que una vacuna se pudiera hacer acreedora de la etiqueta de blockbuster. Para las líderes del segmento, el negocio supone una pequeña parte de su facturación, por lo que podrían permitirse el lujo de abandonarlo y el impacto en sus cuentas de resultados sería prácticamente insignificante.
El hecho de que buena parte de la demanda tradicionalmente haya estado bajo control de gobiernos o de aseguradoras sanitarias privadas, ha presionado los precios y los márgenes a la baja y ha hecho menos atractivo el negocio. A ello hay que unir además los riesgos derivados de posibles demandas por efectos adversos, que de una tacada podían suponer el beneficio de varios años e incluso la quiebra del fabricante.
Tras años de declive, varios acontecimientos están haciendo cambiar la tendencia. De un lado la investigación y el uso de tecnologías más modernas ha dado lugar a productos para prevenir enfermedades distintas a las habituales, como la gastroenteritis por rotavirus, el virus del papiloma humano o diversos cánceres. El coste del tratamiento con algunos de estos productos puede llegar a superar los 300 euros, con lo que cabe prever mayores ingresos para los fabricantes en el futuro. Es indudable que todo ello resulta aún más oportuno en un entorno caracterizado por rendimientos decrecientes en investigación y por la dificultad de conseguir nuevos productos que sustituyan a las marcas cuyas patentes van venciendo.
Por otra parte, las perspectivas del mercado son mejores en este momento debido a la consolidación que se está produciendo en el sector, donde de los últimos movimientos acaecidos destacan la compra de la californiana Chiron por parte de Novartis, en octubre de 2005 y de la canadiense ID Biomedical por parte de GSK, en diciembre del mismo año. Las dimensiones que han alcanzado estas compañías les permite aprovechar economías de escala que proporcionan retornos más atractivos, con márgenes equivalentes a los de su core business.
Amenazas como el bioterrorismo o una eventual pandemia de gripe han llevado al sector público a impulsar iniciativas que resulten en una mayor protección de la población. Así, la OMS recomienda incrementar la cobertura de vacunación como la mejor forma de asegurar capacidades productivas adecuadas para poder afrontar una eventual pandemia de gripe. Estos factores están elevando la demanda y conduciendo en ocasiones a situaciones de escasez, tal como ocurrió la pasada temporada en nuestro hemisferio. Por todo ello, el mercado de vacunas de la gripe, que alcanzó los 1.600 millones de dólares en 2005, podría ver duplicado su tamaño a finales de esta década.
Con todo, la cifra de negocio que representan las vacunas sigue siendo aún pequeña. En 2005, el mercado global de vacunas alcanzó los 10.000 millones de dólares, menos del 2% del mercado farmacéutico total. Durante las últimas décadas el número de fabricantes se ha ido reduciendo paulatinamente de forma considerable. Actualmente tan solo cinco compañías (GSK, Sanofi-Pasteur, Novartis, Merck y Wyeth) dominan más del 90% del negocio. Las causas que explican este panorama son diversas.
Para empezar, una persona recibe a lo sumo unas pocas dosis de cualquier vacuna. Nada que ver, por ejemplo, con el consumo de un medicamento para tratar el colesterol elevado o la diabetes. Por ello, hasta ahora ha sido excepcional que una vacuna se pudiera hacer acreedora de la etiqueta de blockbuster. Para las líderes del segmento, el negocio supone una pequeña parte de su facturación, por lo que podrían permitirse el lujo de abandonarlo y el impacto en sus cuentas de resultados sería prácticamente insignificante.
El hecho de que buena parte de la demanda tradicionalmente haya estado bajo control de gobiernos o de aseguradoras sanitarias privadas, ha presionado los precios y los márgenes a la baja y ha hecho menos atractivo el negocio. A ello hay que unir además los riesgos derivados de posibles demandas por efectos adversos, que de una tacada podían suponer el beneficio de varios años e incluso la quiebra del fabricante.
Tras años de declive, varios acontecimientos están haciendo cambiar la tendencia. De un lado la investigación y el uso de tecnologías más modernas ha dado lugar a productos para prevenir enfermedades distintas a las habituales, como la gastroenteritis por rotavirus, el virus del papiloma humano o diversos cánceres. El coste del tratamiento con algunos de estos productos puede llegar a superar los 300 euros, con lo que cabe prever mayores ingresos para los fabricantes en el futuro. Es indudable que todo ello resulta aún más oportuno en un entorno caracterizado por rendimientos decrecientes en investigación y por la dificultad de conseguir nuevos productos que sustituyan a las marcas cuyas patentes van venciendo.
Por otra parte, las perspectivas del mercado son mejores en este momento debido a la consolidación que se está produciendo en el sector, donde de los últimos movimientos acaecidos destacan la compra de la californiana Chiron por parte de Novartis, en octubre de 2005 y de la canadiense ID Biomedical por parte de GSK, en diciembre del mismo año. Las dimensiones que han alcanzado estas compañías les permite aprovechar economías de escala que proporcionan retornos más atractivos, con márgenes equivalentes a los de su core business.
Amenazas como el bioterrorismo o una eventual pandemia de gripe han llevado al sector público a impulsar iniciativas que resulten en una mayor protección de la población. Así, la OMS recomienda incrementar la cobertura de vacunación como la mejor forma de asegurar capacidades productivas adecuadas para poder afrontar una eventual pandemia de gripe. Estos factores están elevando la demanda y conduciendo en ocasiones a situaciones de escasez, tal como ocurrió la pasada temporada en nuestro hemisferio. Por todo ello, el mercado de vacunas de la gripe, que alcanzó los 1.600 millones de dólares en 2005, podría ver duplicado su tamaño a finales de esta década.
Friday, September 22, 2006
Merck-Serono: un acuerdo inesperado
La alemana Altana se ha dado cuenta que con su pobre pipeline y su principal producto (pantoprazol DCI) amenazado por los genéricos (su patente vence en 2010), lo mejor que podía hacer era tomar la decisión de desprenderse del negocio de farmacia para concentrarse en el químico. Desde hace aproximadamente un año se sabía que Altana estaba en venta y, a diferencia de la noticia de Merck, ésta era una noticia que se esperaba.
El anuncio de Merck para adquirir la suiza Serono, la mayor biotecnológica europea, no deja de ser sorprendente por varias razones. La primera, la falta de coherencia. El consejero delegado de Serono, miembro de la familia propietaria, había declarado tiempo atrás que se iba de compras, después de un intento fallido para vender su propia compañía tras los reveses sufridos el pasado año. La segunda, el elevado precio de la transacción. Cuando Bayer compró Schering pagó 18 veces los beneficios operativos del 2005, mientras que ahora Merck ha ofrecido pagar 22 veces ese parámetro. La tercera, la poco atractiva cartera de productos. Como hemos comentado otras veces, hemos visto como grandes compañías con carteras maduras solucionan el problema de su pipeline comprando biotecnológicas. No obstante se nos antoja que la compra de Serono no va a ser la solución para Merck, ya que a pesar de que Serono tiene en Rebif una interesante oferta para el tratamiento de la esclerosis múltiple que le aporta más de la mitad de su facturación, el resto de la cartera son productos maduros y la inversión realizada en I+D no ha dado los frutos esperados. Y la cuarta y última, su enfoque estratégico arriesgado. Tras acordar desembolsar 10.600 millones de euros, la determinación de Merck para mantener su negocio químico, podría revelarse en el futuro como un pesado lastre para su negocio farmacéutico. El importante crecimiento de la deuda en el nuevo balance ha llevado a plantearse a Moody’s y Standard & Poor’s una revisión a la baja de la calificación actual.
Da la impresión de que Merck, tras fallar en la adquisición de Schering, haya tomado una decisión un tanto precipitada, movida tal vez por la necesidad de hacer algo para mejorar su situación competitiva. De algún modo, aunque salvando las distancias, su situación es similar a la de otras compañías de mediano tamaño que sienten que se han quedado estancadas debido, por un lado, a la maduración de sus productos y la pérdida de facturación por la competencia de genéricos y, por otro, a la falta de renovación de la cartera por los pobres resultados de su investigación, cuyos costes además parecen crecer de manera imparable. Se llega a una situación de impasse en que conviene cuanto antes tomar una decisión, porque a partir de aquí o se retorna a la zona de crecimiento o se entra en un declive del que será muy difícil recuperarse. A las compañías pequeñas prácticamente sólo les queda para sobrevivir especializarse en nichos de mercado.
Parece, por tanto, que a Merck este negocio le puede ayudar en cuanto a mejorar su masa crítica, alcance geográfico y (algo) la diversificación de su cartera, pero no creo que le vaya a solucionar definitivamente su futuro, por lo que se verá obligada a hacer alguna cosa más si quiere entrar de manera decidida en una senda de crecimiento y recuperar posiciones en el escalafón de la industria. Por otra parte, otras compañías medianas deben de estar sintiéndose presionadas por los acontecimientos y se verán probablemente empujadas a buscar ellas también acuerdos. Sin duda, en un futuro no muy lejano podemos esperar la materialización de nuevas fusiones y adquisiciones en el sector, aunque cada vez hay menos candidatos.
El anuncio de Merck para adquirir la suiza Serono, la mayor biotecnológica europea, no deja de ser sorprendente por varias razones. La primera, la falta de coherencia. El consejero delegado de Serono, miembro de la familia propietaria, había declarado tiempo atrás que se iba de compras, después de un intento fallido para vender su propia compañía tras los reveses sufridos el pasado año. La segunda, el elevado precio de la transacción. Cuando Bayer compró Schering pagó 18 veces los beneficios operativos del 2005, mientras que ahora Merck ha ofrecido pagar 22 veces ese parámetro. La tercera, la poco atractiva cartera de productos. Como hemos comentado otras veces, hemos visto como grandes compañías con carteras maduras solucionan el problema de su pipeline comprando biotecnológicas. No obstante se nos antoja que la compra de Serono no va a ser la solución para Merck, ya que a pesar de que Serono tiene en Rebif una interesante oferta para el tratamiento de la esclerosis múltiple que le aporta más de la mitad de su facturación, el resto de la cartera son productos maduros y la inversión realizada en I+D no ha dado los frutos esperados. Y la cuarta y última, su enfoque estratégico arriesgado. Tras acordar desembolsar 10.600 millones de euros, la determinación de Merck para mantener su negocio químico, podría revelarse en el futuro como un pesado lastre para su negocio farmacéutico. El importante crecimiento de la deuda en el nuevo balance ha llevado a plantearse a Moody’s y Standard & Poor’s una revisión a la baja de la calificación actual.
Da la impresión de que Merck, tras fallar en la adquisición de Schering, haya tomado una decisión un tanto precipitada, movida tal vez por la necesidad de hacer algo para mejorar su situación competitiva. De algún modo, aunque salvando las distancias, su situación es similar a la de otras compañías de mediano tamaño que sienten que se han quedado estancadas debido, por un lado, a la maduración de sus productos y la pérdida de facturación por la competencia de genéricos y, por otro, a la falta de renovación de la cartera por los pobres resultados de su investigación, cuyos costes además parecen crecer de manera imparable. Se llega a una situación de impasse en que conviene cuanto antes tomar una decisión, porque a partir de aquí o se retorna a la zona de crecimiento o se entra en un declive del que será muy difícil recuperarse. A las compañías pequeñas prácticamente sólo les queda para sobrevivir especializarse en nichos de mercado.
Parece, por tanto, que a Merck este negocio le puede ayudar en cuanto a mejorar su masa crítica, alcance geográfico y (algo) la diversificación de su cartera, pero no creo que le vaya a solucionar definitivamente su futuro, por lo que se verá obligada a hacer alguna cosa más si quiere entrar de manera decidida en una senda de crecimiento y recuperar posiciones en el escalafón de la industria. Por otra parte, otras compañías medianas deben de estar sintiéndose presionadas por los acontecimientos y se verán probablemente empujadas a buscar ellas también acuerdos. Sin duda, en un futuro no muy lejano podemos esperar la materialización de nuevas fusiones y adquisiciones en el sector, aunque cada vez hay menos candidatos.
Monday, September 18, 2006
Asociaciones a dosis fijas: una estrategia saludable
En 2001 Merck y Schering Plough decidieron crear una joint venture para investigar y eventualmente comercializar un nuevo producto a base de combinar los principios activos de sus respectivas marcas Zocor (simvastatina DCI) y Zetia (ezetimibe DCI). El primero actúa reduciendo los niveles de LDL (colesterol ‘malo’), mientras que el segundo bloquea la absorción intestinal del colesterol. El producto resultante, bautizado como Vytorin en EEUU y como Inegy en Europa, demostró ser muy superior a los productos comercializados y se lanzó al mercado en 2004, alcanzando actualmente unas ventas anuales superiores a los 2.400 millones de dólares. Los primeros en beneficiarse de este nuevo producto han sido los pacientes con colesterol elevado, quienes pueden controlar sus niveles de forma mucho más efectiva. Pero también se ha beneficiado Merck, quien con este éxito ha conseguido amortiguar de manera importante la pérdida derivada del vencimiento de la patente de Zocor, acaecida el pasado mes de junio.
En abril de 2001 GSK lanzó Advair/Seretide, un antiasmático que combina fluticasona DCI (corticoide inhalado) y salmeterol DCI (agonista beta-2 de acción prolongada). Ambos productos eran comercializados por separado y sus patentes estaban próximas al vencimiento. La combinación resultó ser mucho más eficaz que otras opciones disponibles, lo que la ha convertido en líder de su grupo terapéutico. Para los próximos años se espera que aparezcan en el mercado nuevas combinaciones de corticoide inhalado y agonista beta-2.
Los éxitos de Vytorin y Advair han supuesto un estímulo para que otras compañías se decidan a explorar la posibilidad de comercializar nuevos productos con asociaciones a dosis fijas. Así, el pasado mes de julio Astra Zeneca y Abbott comunicaron su intención de desarrollar y comercializar un producto fruto de la combinación de sus marcas Crestor (rosuvastatina DCI) y Tricor (fenofibrato DCI).
También Pfizer, quien se deberá enfrentar en 2011 a la pérdida de la patente de Lipitor, el medicamento que más factura a nivel mundial, está estudiando combinarlo con torcetrapib DCI, un producto que eleva las HDL. Por su gran potencial terapéutico esta combinación es quizá actualmente el producto más prometedor en el pipeline de Pfizer.
Podemos encontrar diversos ejemplos más en otras áreas terapéuticas, tales como diabetes, parkinson, glaucoma, osteoporosis, migraña, etc. Lógicamente el que una combinación tenga éxito o no pasa por demostrar que la relación eficacia/seguridad es superior a la de los productos por separado. Es preciso además vencer las reticencias de algunos prescriptores que ven en las asociaciones a dosis fijas una pérdida de flexibilidad terapéutica, al ver limitadas sus posibilidades de decidir qué fármacos combinar y en qué proporciones.
El uso de asociaciones a dosis fijas ofrece beneficios tanto a los pacientes como a las compañías farmacéuticas que las comercializan. Los primeros pueden disponer así de tratamientos más eficaces y mejorar el cumplimiento terapéutico, sobre todo cuando están polimedicados, o son de edad avanzada. Las segundas pueden compensar la pérdida de facturación de importantes marcas tras el vencimiento de las patentes y la introducción de genéricos. De acuerdo con estimaciones de la consultora de investigación de mercado Datamonitor, durante el período comprendido entre los años 2005 y 2010 la industria farmacéutica se enfrenta a una pérdida potencial de 105 mil millones dólares en ventas por los vencimientos de patentes previstos y la subsiguiente competencia de genéricos. Resulta lógico que las compañías más amenazadas traten de elaborar diversas estrategias para tratar de minimizar las posibles mermas en su facturación. Una de estas estrategias es sin duda las asociaciones a dosis fijas. Por ello podemos concluir que seremos testigos en el futuro de nuevos lanzamientos de este tipo de productos.
En abril de 2001 GSK lanzó Advair/Seretide, un antiasmático que combina fluticasona DCI (corticoide inhalado) y salmeterol DCI (agonista beta-2 de acción prolongada). Ambos productos eran comercializados por separado y sus patentes estaban próximas al vencimiento. La combinación resultó ser mucho más eficaz que otras opciones disponibles, lo que la ha convertido en líder de su grupo terapéutico. Para los próximos años se espera que aparezcan en el mercado nuevas combinaciones de corticoide inhalado y agonista beta-2.
Los éxitos de Vytorin y Advair han supuesto un estímulo para que otras compañías se decidan a explorar la posibilidad de comercializar nuevos productos con asociaciones a dosis fijas. Así, el pasado mes de julio Astra Zeneca y Abbott comunicaron su intención de desarrollar y comercializar un producto fruto de la combinación de sus marcas Crestor (rosuvastatina DCI) y Tricor (fenofibrato DCI).
También Pfizer, quien se deberá enfrentar en 2011 a la pérdida de la patente de Lipitor, el medicamento que más factura a nivel mundial, está estudiando combinarlo con torcetrapib DCI, un producto que eleva las HDL. Por su gran potencial terapéutico esta combinación es quizá actualmente el producto más prometedor en el pipeline de Pfizer.
Podemos encontrar diversos ejemplos más en otras áreas terapéuticas, tales como diabetes, parkinson, glaucoma, osteoporosis, migraña, etc. Lógicamente el que una combinación tenga éxito o no pasa por demostrar que la relación eficacia/seguridad es superior a la de los productos por separado. Es preciso además vencer las reticencias de algunos prescriptores que ven en las asociaciones a dosis fijas una pérdida de flexibilidad terapéutica, al ver limitadas sus posibilidades de decidir qué fármacos combinar y en qué proporciones.
El uso de asociaciones a dosis fijas ofrece beneficios tanto a los pacientes como a las compañías farmacéuticas que las comercializan. Los primeros pueden disponer así de tratamientos más eficaces y mejorar el cumplimiento terapéutico, sobre todo cuando están polimedicados, o son de edad avanzada. Las segundas pueden compensar la pérdida de facturación de importantes marcas tras el vencimiento de las patentes y la introducción de genéricos. De acuerdo con estimaciones de la consultora de investigación de mercado Datamonitor, durante el período comprendido entre los años 2005 y 2010 la industria farmacéutica se enfrenta a una pérdida potencial de 105 mil millones dólares en ventas por los vencimientos de patentes previstos y la subsiguiente competencia de genéricos. Resulta lógico que las compañías más amenazadas traten de elaborar diversas estrategias para tratar de minimizar las posibles mermas en su facturación. Una de estas estrategias es sin duda las asociaciones a dosis fijas. Por ello podemos concluir que seremos testigos en el futuro de nuevos lanzamientos de este tipo de productos.
Monday, September 11, 2006
El ejemplo de Irlanda
A pesar de los rumores que corren sobre el futuro de la compañía germana Altana, una de las de mayor crecimiento y rentabilidad en Europa, ésta anunció el pasado mes de julio la apertura de su nuevo centro de producción de formas sólidas en la ciudad irlandesa de Cork. La planta, que ha sido dotada con el más moderno equipamiento, dedicará buena parte de su actividad a la fabricación de pantoprazol.
Con escaso lapso de tiempo, Cordis Corporation, una subsidiaria de Johnson & Johnson, anunció planes para construir una planta de fabricación, un laboratorio de desarrollo y un centro de control de productos acabados en Cashel, otra ciudad irlandesa. Según la propia compañía, las instalaciones, que darán trabajo a 450 personas, comenzarán a funcionar durante el primer semestre de 2008.
¿Es casual que una empresa europea y una empresa americana hayan escogido el mismo país como destinatario de sus atractivas inversiones? Seguramente si preguntásemos a quienes han tomado la decisión obtendríamos motivaciones muy similares. Las mismas que han llevado allí a más de 170 empresas de los sectores farmacéutico, biofarmacéutico, de electromedicina y de diagnóstico, que dan empleo a más de 35.000 personas. Entre estas empresas hay 13 de las 15 primeras compañías farmacéuticas del escalafón mundial.
Y en el conjunto de sectores de la economía son más de 1.000 las empresas extranjeras que han escogido Irlanda para ubicar plantas de fabricación o centros de investigación que son claves en su red multinacional. Estas empresas representan ni más ni menos que la cuarta parte del PIB del país y el 80% de sus exportaciones. Esta situación es el resultado de una acertada planificación estratégica dirigida desde instancias gubernamentales y que merece la pena analizar y, en la medida de lo posible, imitar.
El llamado ‘milagro irlandés’ se inicia a finales de la década de los ’80 con la introducción de algunas modificaciones en el marco legal y con la reforma de la legislación laboral, reduciendo el hasta entonces elevado grado de proteccionismo de los trabajadores y favoreciendo la flexibilidad. En el ámbito de la política fiscal hay un cambio de orientación que resulta ser decisivo: los impuestos dejan de tener como finalidad la financiación del gasto gubernamental y se considera que el sistema impositivo ha de diseñarse para favorecer la inversión empresarial. Así, el impuesto de sociedades irlandés resulta ser de los más bajos de la Unión Europea, situándose actualmente en el 12,5%, en comparación al 35% en España. Un último elemento que resulta determinante es la apuesta firme por la educación. Gracias a ello Irlanda cuenta hoy con un elevado porcentaje de personal altamente cualificado. El gobierno entendió que de poco sirve la inversión en infraestructuras si no se cuenta con profesionales bien formados que las puedan explotar.
Estos elementos, junto con la ayuda de la Agencia de Desarrollo Industrial irlandesa (IDA) explican la alta competitividad del país para atraer la inversión extranjera directa y obtener las envidiables cifras mencionadas anteriormente. Irlanda evita caer en la complacencia y parece haber entrado ya en una nueva fase al darse cuenta de que deben ser más innovadores si quieren ser más competitivos que los países del Este, India o China, que ofrecen costes laborales más bajos.
En nuestro país, tras padecer durante años la deslocalización de numerosas empresas, parece que empezamos ahora a despertarnos y en octubre de 2005 se constituyó la Sociedad Estatal para la Promoción y Atracción de las Inversiones Exteriores (Interes Invest in Spain). De momento los resultados están por ver, aunque en la página web se anuncia para 2007 una reforma del sistema impositivo con una reducción progresiva del Impuesto de Sociedades hasta alcanzar el 30%. Creo que no será suficiente. Harían bien nuestros gobernantes en tomar buena nota del ejemplo irlandés.
Con escaso lapso de tiempo, Cordis Corporation, una subsidiaria de Johnson & Johnson, anunció planes para construir una planta de fabricación, un laboratorio de desarrollo y un centro de control de productos acabados en Cashel, otra ciudad irlandesa. Según la propia compañía, las instalaciones, que darán trabajo a 450 personas, comenzarán a funcionar durante el primer semestre de 2008.
¿Es casual que una empresa europea y una empresa americana hayan escogido el mismo país como destinatario de sus atractivas inversiones? Seguramente si preguntásemos a quienes han tomado la decisión obtendríamos motivaciones muy similares. Las mismas que han llevado allí a más de 170 empresas de los sectores farmacéutico, biofarmacéutico, de electromedicina y de diagnóstico, que dan empleo a más de 35.000 personas. Entre estas empresas hay 13 de las 15 primeras compañías farmacéuticas del escalafón mundial.
Y en el conjunto de sectores de la economía son más de 1.000 las empresas extranjeras que han escogido Irlanda para ubicar plantas de fabricación o centros de investigación que son claves en su red multinacional. Estas empresas representan ni más ni menos que la cuarta parte del PIB del país y el 80% de sus exportaciones. Esta situación es el resultado de una acertada planificación estratégica dirigida desde instancias gubernamentales y que merece la pena analizar y, en la medida de lo posible, imitar.
El llamado ‘milagro irlandés’ se inicia a finales de la década de los ’80 con la introducción de algunas modificaciones en el marco legal y con la reforma de la legislación laboral, reduciendo el hasta entonces elevado grado de proteccionismo de los trabajadores y favoreciendo la flexibilidad. En el ámbito de la política fiscal hay un cambio de orientación que resulta ser decisivo: los impuestos dejan de tener como finalidad la financiación del gasto gubernamental y se considera que el sistema impositivo ha de diseñarse para favorecer la inversión empresarial. Así, el impuesto de sociedades irlandés resulta ser de los más bajos de la Unión Europea, situándose actualmente en el 12,5%, en comparación al 35% en España. Un último elemento que resulta determinante es la apuesta firme por la educación. Gracias a ello Irlanda cuenta hoy con un elevado porcentaje de personal altamente cualificado. El gobierno entendió que de poco sirve la inversión en infraestructuras si no se cuenta con profesionales bien formados que las puedan explotar.
Estos elementos, junto con la ayuda de la Agencia de Desarrollo Industrial irlandesa (IDA) explican la alta competitividad del país para atraer la inversión extranjera directa y obtener las envidiables cifras mencionadas anteriormente. Irlanda evita caer en la complacencia y parece haber entrado ya en una nueva fase al darse cuenta de que deben ser más innovadores si quieren ser más competitivos que los países del Este, India o China, que ofrecen costes laborales más bajos.
En nuestro país, tras padecer durante años la deslocalización de numerosas empresas, parece que empezamos ahora a despertarnos y en octubre de 2005 se constituyó la Sociedad Estatal para la Promoción y Atracción de las Inversiones Exteriores (Interes Invest in Spain). De momento los resultados están por ver, aunque en la página web se anuncia para 2007 una reforma del sistema impositivo con una reducción progresiva del Impuesto de Sociedades hasta alcanzar el 30%. Creo que no será suficiente. Harían bien nuestros gobernantes en tomar buena nota del ejemplo irlandés.
Thursday, September 7, 2006
La apasionante historia de Plavix
Plavix (clopidogrel) es un antiagregante de Sanofi-Aventis cuya facturación superó en 2005 los 6.200 millones de dólares, ocupando así el segundo lugar del escalafón mundial. Tal magnitud justifica por sí misma su atractivo para los fabricantes de genéricos. Por ello desde el año 2002 tanto la canadiense Apotex como la india Dr. Reddy’s han venido amenazando la exclusividad de la patente.
El pasado mes de enero Apotex obtuvo finalmente de la FDA la aprobación para comercializar en EEUU la versión genérica de Plavix. En este país Plavix es comercializado por Bristol Myers Squibb (BMS), alcanzando en 2005 unas ventas superiores a los 3.800 millones de dólares. A finales de marzo, BMS y Sanofi, quienes anteriormente habían interpuesto una demanda por violación de patente, llegaron a un acuerdo extrajudicial con Apotex, demorando el lanzamiento del genérico hasta unos meses antes del supuesto vencimiento de la patente en 2011 y compensando con 40 millones de dólares a Apotex. Para que sean válidos, estos acuerdos deben ser refrendados por las autoridades de defensa de la competencia. Sus objeciones dieron lugar a unas modificaciones que llevaron a un nuevo acuerdo en junio. Aun así, el Departamento de Justicia intervino en julio y llevó a cabo una investigación y la Fiscalía General de los EEUU acabó por rechazar el acuerdo entre las tres compañías.
No obstante, se mantuvieron con efecto algunas cláusulas, como que en caso de que Apotex lanzara el genérico al mercado Sanofi y BMS deberían esperar al menos cinco días laborables hasta poder solicitar la interrupción de la comercialización y en caso de que Apotex perdiera el juicio por la patente su responsabilidad por los daños causados quedaría limitada a la mitad de sus ventas netas del producto (cuando lo habitual es tres veces las ventas). Probablemente ello fue determinante para que Apotex tomara la decisión de llevar a cabo el pasado 8 de agosto el mayor lanzamiento en la historia de los genéricos.
Ante la solicitud de Sanofi y BMS, el pasado 1 de septiembre un juez federal ordenó a Apotex detener la venta del genérico de Plavix, aunque no su retirada. No obstante, durante el tiempo que ha pasado desde el lanzamiento, la compañía canadiense ha podido colocar una ingente cantidad de producto en la distribución y el genérico ya alcanza el 80% de las nuevas prescripciones. Desde ahora, ocurra lo que ocurra el daño ya está hecho. Sanofi ha estimado que actualmente en el mercado hay producto para cubrir al menos todo lo que queda de año y ya ha anunciado una rebaja sustancial de sus previsiones para este ejercicio. BMS por su parte ha recortado su beneficio esperado por accion desde los 1,15-1,25 dólares hasta los 0,95 dólares. En 2005 Plavix aportó en torno a un 25% de las ventas de BMS. El caso ha llegado a poner en tela de juicio la gestión de su presidente y CEO, Peter Dolan, quien también ostenta el cargo de Presidente de la PhRMA. Son numerosas las voces que piden su sustitución. Algunos llegan a pronosticar la venta de la compañía.
Ante el relato de los hechos resulta inevitable hacerse algunas preguntas. ¿Por qué aceptaron Sanofi y BMS unas condiciones tan favorables para Apotex? ¿Tan poco confiaban en la defensa de la patente? ¿Cómo afectará esta historia al mercado? ¿Animará a otras compañías de genéricos a desafiar otros productos? ¿Se limitarán aún más los acuerdos extrajudiciales entre compañías? ¿Cómo puede afectar esta contienda al futuro de prasugrel (un producto similar desarrollado por Lilly)? ¿Cuál es el futuro de Peter Dolan? No se pierdan las próximas entregas de esta apasionante historia. La próxima fecha clave será el 22 de enero, cuando se celebrará el juicio por la patente.
El pasado mes de enero Apotex obtuvo finalmente de la FDA la aprobación para comercializar en EEUU la versión genérica de Plavix. En este país Plavix es comercializado por Bristol Myers Squibb (BMS), alcanzando en 2005 unas ventas superiores a los 3.800 millones de dólares. A finales de marzo, BMS y Sanofi, quienes anteriormente habían interpuesto una demanda por violación de patente, llegaron a un acuerdo extrajudicial con Apotex, demorando el lanzamiento del genérico hasta unos meses antes del supuesto vencimiento de la patente en 2011 y compensando con 40 millones de dólares a Apotex. Para que sean válidos, estos acuerdos deben ser refrendados por las autoridades de defensa de la competencia. Sus objeciones dieron lugar a unas modificaciones que llevaron a un nuevo acuerdo en junio. Aun así, el Departamento de Justicia intervino en julio y llevó a cabo una investigación y la Fiscalía General de los EEUU acabó por rechazar el acuerdo entre las tres compañías.
No obstante, se mantuvieron con efecto algunas cláusulas, como que en caso de que Apotex lanzara el genérico al mercado Sanofi y BMS deberían esperar al menos cinco días laborables hasta poder solicitar la interrupción de la comercialización y en caso de que Apotex perdiera el juicio por la patente su responsabilidad por los daños causados quedaría limitada a la mitad de sus ventas netas del producto (cuando lo habitual es tres veces las ventas). Probablemente ello fue determinante para que Apotex tomara la decisión de llevar a cabo el pasado 8 de agosto el mayor lanzamiento en la historia de los genéricos.
Ante la solicitud de Sanofi y BMS, el pasado 1 de septiembre un juez federal ordenó a Apotex detener la venta del genérico de Plavix, aunque no su retirada. No obstante, durante el tiempo que ha pasado desde el lanzamiento, la compañía canadiense ha podido colocar una ingente cantidad de producto en la distribución y el genérico ya alcanza el 80% de las nuevas prescripciones. Desde ahora, ocurra lo que ocurra el daño ya está hecho. Sanofi ha estimado que actualmente en el mercado hay producto para cubrir al menos todo lo que queda de año y ya ha anunciado una rebaja sustancial de sus previsiones para este ejercicio. BMS por su parte ha recortado su beneficio esperado por accion desde los 1,15-1,25 dólares hasta los 0,95 dólares. En 2005 Plavix aportó en torno a un 25% de las ventas de BMS. El caso ha llegado a poner en tela de juicio la gestión de su presidente y CEO, Peter Dolan, quien también ostenta el cargo de Presidente de la PhRMA. Son numerosas las voces que piden su sustitución. Algunos llegan a pronosticar la venta de la compañía.
Ante el relato de los hechos resulta inevitable hacerse algunas preguntas. ¿Por qué aceptaron Sanofi y BMS unas condiciones tan favorables para Apotex? ¿Tan poco confiaban en la defensa de la patente? ¿Cómo afectará esta historia al mercado? ¿Animará a otras compañías de genéricos a desafiar otros productos? ¿Se limitarán aún más los acuerdos extrajudiciales entre compañías? ¿Cómo puede afectar esta contienda al futuro de prasugrel (un producto similar desarrollado por Lilly)? ¿Cuál es el futuro de Peter Dolan? No se pierdan las próximas entregas de esta apasionante historia. La próxima fecha clave será el 22 de enero, cuando se celebrará el juicio por la patente.
Wednesday, July 19, 2006
En busca de la memoria perdida
Acaba de celebrarse en Madrid la X Conferencia Internacional sobre la Enfermedad de Alzheimer, a la que han asistido más de 5.000 expertos de todo el mundo. Justo cuando están a punto de cumplirse cien años desde que el neurólogo alemán Alois Alzheimer describiera la enfermedad que fue posteriormente bautizada en su honor con el famoso epónimo. La dolencia se ha vuelto tan popular que con frecuencia nos referimos a ella cuando momentáneamente olvidamos algo que nos resulta familiar y cotidiano.
Y no es extraño que así sea. De acuerdo con la OMS, en el mundo hay actualmente más de 25 millones de personas afectadas por esta patología (unas 600.000 han sido diagnosticadas en España, aunque la cifra de afectados podría ser muy superior). El envejecimiento progresivo de la población y la evolución de su incidencia llevan a pronosticar que en 30 años el número de pacientes podría triplicarse, convirtiéndose de este modo en la segunda causa de muerte, tras las enfermedades cardiovasculares, y superando así al cáncer. Aunque puede afectar tanto a jóvenes como a ancianos, suele manifestarse después de los 60 años de edad y cada cinco años se duplica la probabilidad de padecerla.
Aún se desconoce la causa de ésta enfermedad, a pesar de que se estudia desde hace muchos años. Numerosas empresas llevan a cabo proyectos de investigación para desentrañar su patogenia, así como para desarrollar un tratamiento curativo, ya que los tratamientos actuales sólo consiguen paliar algo los síntomas y hacer más lenta su evolución. Los elevadísimos costes sociosanitarios que conlleva suponen un incentivo para que las empresas farmacéuticas inviertan en la investigación y el desarrollo de terapias efectivas. Actualmente se encuentran en diferentes etapas de desarrollo más de 200 sustancias.
El mercado actual del Alzheimer supera los 6.000 millones de dólares y hasta ahora se mantiene dominado por los inhibidores de la acetilcolinesterasa (Esai/Pfizer, Novartis, Shire/Janssen-Cilag) y la memantina (Forest, Lundbeck). No obstante, en poco más de un año la situación puede empezar a cambiar de forma importante con la introducción de nuevos fármacos que actúen en diferentes receptores cerebrales y con capacidad para prevenir la enfermedad o modificar su curso, algo que no se consigue con las terapias actuales. Resulta llamativo que los fármacos que se encuentran más avanzados en la investigación pertenecen a compañías de tamaño modesto, como la norteamericana Myriad Genetics, la canadiense Neurochem o la irlandesa Elan Pharmaceuticals.
Otro campo prometedor es el de las vacunas, donde recientemente se han conseguido resultados esperanzadores en ensayos con inmunoglobulinas intravenosas, consiguiéndose estabilizar o mejorar el estado cognitivo de los pacientes. En cambio, en donde el asunto está más verde es en la investigación con células madre, aunque a veces el enfoque triunfalista y sensacionalista de algunos medios de comunicación pueda inducir a pensar lo contrario. Según los expertos, que la aplicación de células madre para el tratamiento del Alzheimer llegue a ser una realidad será cuestión de años, aunque es probable que éste llegue a ser el tratamiento definitivo.
La magnitud sociosanitaria de la enfermedad, su evolución y las previsiones epidemiológicas aconsejan una reflexión en profundidad y reclaman situar este problema en la lista de prioridades de políticos, autoridades sanitarias e investigadores. Sobran palabras y falta acción. Tiene razón el Profesor Martínez Lage cuando reivindica que se incentive adecuadamente la investigación de nuevos medicamentos que frenen la progresión de la enfermedad. No cabe duda de que los eventuales ahorros en la atención a los pacientes harían que éste apoyo resultase una medida muy rentable, no sólo en términos económicos, sino de bienestar social.
Y no es extraño que así sea. De acuerdo con la OMS, en el mundo hay actualmente más de 25 millones de personas afectadas por esta patología (unas 600.000 han sido diagnosticadas en España, aunque la cifra de afectados podría ser muy superior). El envejecimiento progresivo de la población y la evolución de su incidencia llevan a pronosticar que en 30 años el número de pacientes podría triplicarse, convirtiéndose de este modo en la segunda causa de muerte, tras las enfermedades cardiovasculares, y superando así al cáncer. Aunque puede afectar tanto a jóvenes como a ancianos, suele manifestarse después de los 60 años de edad y cada cinco años se duplica la probabilidad de padecerla.
Aún se desconoce la causa de ésta enfermedad, a pesar de que se estudia desde hace muchos años. Numerosas empresas llevan a cabo proyectos de investigación para desentrañar su patogenia, así como para desarrollar un tratamiento curativo, ya que los tratamientos actuales sólo consiguen paliar algo los síntomas y hacer más lenta su evolución. Los elevadísimos costes sociosanitarios que conlleva suponen un incentivo para que las empresas farmacéuticas inviertan en la investigación y el desarrollo de terapias efectivas. Actualmente se encuentran en diferentes etapas de desarrollo más de 200 sustancias.
El mercado actual del Alzheimer supera los 6.000 millones de dólares y hasta ahora se mantiene dominado por los inhibidores de la acetilcolinesterasa (Esai/Pfizer, Novartis, Shire/Janssen-Cilag) y la memantina (Forest, Lundbeck). No obstante, en poco más de un año la situación puede empezar a cambiar de forma importante con la introducción de nuevos fármacos que actúen en diferentes receptores cerebrales y con capacidad para prevenir la enfermedad o modificar su curso, algo que no se consigue con las terapias actuales. Resulta llamativo que los fármacos que se encuentran más avanzados en la investigación pertenecen a compañías de tamaño modesto, como la norteamericana Myriad Genetics, la canadiense Neurochem o la irlandesa Elan Pharmaceuticals.
Otro campo prometedor es el de las vacunas, donde recientemente se han conseguido resultados esperanzadores en ensayos con inmunoglobulinas intravenosas, consiguiéndose estabilizar o mejorar el estado cognitivo de los pacientes. En cambio, en donde el asunto está más verde es en la investigación con células madre, aunque a veces el enfoque triunfalista y sensacionalista de algunos medios de comunicación pueda inducir a pensar lo contrario. Según los expertos, que la aplicación de células madre para el tratamiento del Alzheimer llegue a ser una realidad será cuestión de años, aunque es probable que éste llegue a ser el tratamiento definitivo.
La magnitud sociosanitaria de la enfermedad, su evolución y las previsiones epidemiológicas aconsejan una reflexión en profundidad y reclaman situar este problema en la lista de prioridades de políticos, autoridades sanitarias e investigadores. Sobran palabras y falta acción. Tiene razón el Profesor Martínez Lage cuando reivindica que se incentive adecuadamente la investigación de nuevos medicamentos que frenen la progresión de la enfermedad. No cabe duda de que los eventuales ahorros en la atención a los pacientes harían que éste apoyo resultase una medida muy rentable, no sólo en términos económicos, sino de bienestar social.
Tuesday, July 11, 2006
Novedades terapéuticas en la diabetes
Una de las patologías crónicas que más está progresando en el tratamiento farmacológico es la diabetes. Se estima que este trastorno afecta a más de 140 millones de personas en el mundo, una cifra que aumenta día a día. Mucho se ha avanzado en su tratamiento desde que en 1922 Frederick Banting y Charles Best aplicaran por primera vez la insulina en un niño que se encontraba moribundo por causa de la enfermedad en un hospital de Toronto. La aparición de nuevas vías de administración de insulina hace vislumbrar la disminución progresiva del uso de las formas inyectables, hasta niveles prácticamente residuales.
Durante décadas Lilly y Novo Nordisk dominaron el mercado mundial de la insulina, primero con producto de origen animal y posteriormente obtenido a través de la recombinación genética. En el 2000 Sanofi Aventis rompió el status quo con la introducción de Lantus, una insulina de larga duración, que se aplica una sola vez al día. Más recientemente Lilly y Novo pugnaron por el liderazgo al comercializar los análogos de insulina (lispro e insulina aspartato).
Los más de 50 millones de personas que utilizan insulina en su tratamiento han anhelado durante muchos años poder decir adiós a las agujas. Precisamente el engorro e incomodidad que suponen las inyecciones no ha facilitado el buen control de los niveles de glucosa en sangre, lo que a largo plazo ha derivado en complicaciones importantes para numerosos diabéticos.
Por fin, a principios del presente año se ha iniciado la comercialización de la primera insulina no inyectable. Se trata de Exubera, una insulina que se aplica por inhalación y que han desarrollado Pfizer, Sanofi Aventis y Nektar Therapeutics. Algunos analistas del sector han pronosticado para el 2010 una facturación de 1.500 millones de dólares. Otra compañía, Generex Biotechnology, ha comercializado recientemente en Ecuador una insulina en forma de spray oral. La administración en forma de comprimidos o de parches se encuentra aún en investigación, pero las posibilidades de que lleguen a ser una realidad parecen hoy elevadas.
Durante la reunión anual de la Asociación Americana de Diabetes que tuvo lugar hace unas semanas, Merck y Novartis presentaron los resultados de los ensayos clínicos realizados con Januvia (sitagliptina) y Galvus (vildagliptina), dos fármacos de administración oral que inauguran una nueva clase (los inhibidores de la dipeptidil peptidasa IV) y que esperan la aprobación de la FDA. Ambos ofrecen una eficacia similar con un perfil de efectos secundarios más favorable y para los que se prevé que alcancen la categoría de blockbusters. Por su parte, Lilly, a quien la diabetes le supone una quinta parte de su facturación, espera comercializar a medio plazo su insulina inhalada. Otra de las líderes del sector, Astra Zeneca, sufrió un contratiempo hace un par de meses al tener que suspender los ensayos con Galida, pero tiene otras moléculas en cartera con posibilidades de llegar al mercado.
La industria farmacéutica innovadora está recogiendo los frutos de sus esfuerzos en investigación, de forma que durante estos primeros años del presente siglo estamos siendo testigos de una revolución en la forma de tratar la diabetes, una patología crónica que supone una importante carga no sólo para los sistemas sanitarios de los países avanzados, sino también para los que se encuentran en vías de desarrollo. Por lo que en el campo de la innovación terapéutica, conseguir una insulina que fuera resistente al calor podría suponer un notable avance y un gran alivio para éstos últimos.
Durante décadas Lilly y Novo Nordisk dominaron el mercado mundial de la insulina, primero con producto de origen animal y posteriormente obtenido a través de la recombinación genética. En el 2000 Sanofi Aventis rompió el status quo con la introducción de Lantus, una insulina de larga duración, que se aplica una sola vez al día. Más recientemente Lilly y Novo pugnaron por el liderazgo al comercializar los análogos de insulina (lispro e insulina aspartato).
Los más de 50 millones de personas que utilizan insulina en su tratamiento han anhelado durante muchos años poder decir adiós a las agujas. Precisamente el engorro e incomodidad que suponen las inyecciones no ha facilitado el buen control de los niveles de glucosa en sangre, lo que a largo plazo ha derivado en complicaciones importantes para numerosos diabéticos.
Por fin, a principios del presente año se ha iniciado la comercialización de la primera insulina no inyectable. Se trata de Exubera, una insulina que se aplica por inhalación y que han desarrollado Pfizer, Sanofi Aventis y Nektar Therapeutics. Algunos analistas del sector han pronosticado para el 2010 una facturación de 1.500 millones de dólares. Otra compañía, Generex Biotechnology, ha comercializado recientemente en Ecuador una insulina en forma de spray oral. La administración en forma de comprimidos o de parches se encuentra aún en investigación, pero las posibilidades de que lleguen a ser una realidad parecen hoy elevadas.
Durante la reunión anual de la Asociación Americana de Diabetes que tuvo lugar hace unas semanas, Merck y Novartis presentaron los resultados de los ensayos clínicos realizados con Januvia (sitagliptina) y Galvus (vildagliptina), dos fármacos de administración oral que inauguran una nueva clase (los inhibidores de la dipeptidil peptidasa IV) y que esperan la aprobación de la FDA. Ambos ofrecen una eficacia similar con un perfil de efectos secundarios más favorable y para los que se prevé que alcancen la categoría de blockbusters. Por su parte, Lilly, a quien la diabetes le supone una quinta parte de su facturación, espera comercializar a medio plazo su insulina inhalada. Otra de las líderes del sector, Astra Zeneca, sufrió un contratiempo hace un par de meses al tener que suspender los ensayos con Galida, pero tiene otras moléculas en cartera con posibilidades de llegar al mercado.
La industria farmacéutica innovadora está recogiendo los frutos de sus esfuerzos en investigación, de forma que durante estos primeros años del presente siglo estamos siendo testigos de una revolución en la forma de tratar la diabetes, una patología crónica que supone una importante carga no sólo para los sistemas sanitarios de los países avanzados, sino también para los que se encuentran en vías de desarrollo. Por lo que en el campo de la innovación terapéutica, conseguir una insulina que fuera resistente al calor podría suponer un notable avance y un gran alivio para éstos últimos.
Tuesday, July 4, 2006
La consolidación en la industria de genéricos
La pugna por hacerse con la mayoría del capital de Pliva, la compañía de genéricos líder de los países del Este europeo, no hace sino constatar la tendencia de este sector hacia la consolidación. El crecimiento del gasto farmacéutico, el envejecimiento de la población y el vencimiento de las patentes son tres de los factores que inciden de manera notable en el desarrollo del mercado de genéricos, acrecentando de este modo el interés por un sector en el que las adquisiciones se suceden a un ritmo frenético y donde de competir a nivel local o regional se está pasando a una competencia cada vez más global.
Uno de los dos contendientes en la lucha por la adquisición de la compañía croata es Barr, una compañía importante en el mercado americano, pero que prácticamente no tiene presencia fuera de los EEUU. De hecho, la opa de Barr sobre Pliva constituye el primer movimiento de una compañía americana en el mercado de genéricos europeo. Y aquí radica uno de los atractivos de la compra: el acceso a un nuevo gran mercado, como el que ofrece el viejo continente. La compra en marzo de 2005 de la americana Eon Labs por parte de Novartis o la adquisición el pasado mes de febrero de la compañía de genéricos alemana Betapharm por la india Dr Reddy’s son otros ejemplos de movimientos globalizadores dentro del sector.
Y es que en el sector de genéricos el tamaño es especialmente importante. Los reducidos márgenes con los que se juega, en un negocio en el que predominan los comodities, incitan a unas compañías a comprar a otras para alcanzar unas economías de escala que otorgan una mayor capacidad competitiva. Por la misma razón, otro de los objetivos prioritarios de las compañías de genéricos es la reducción al máximo de sus costes de producción.
Precisamente éste es otro de los atractivos que ofrece la compra de Pliva. La fabricación en países con bajos costes laborales y donde se requiere una menor inversión en bienes de equipo posibilita una mejora sustancial de los márgenes. Así se justifica el interés de diversas compañías por trasladar una parte o todas sus operaciones de producción al Este de Europa o a países asiáticos. La diferencia es en ocasiones considerable. Por ejemplo, el coste de una planta de producción en la India puede llegar a ser la cuarta o la quinta parte de su coste en los EEUU.
Operar a un nivel global, produciendo con bajos costes puede ser la opción estratégica adecuada para conseguir un crecimiento sostenido del negocio. Pero no es ésta la única vía. En ocasiones se opta por la innovación. El desarrollo, por ejemplo, de formas farmacéuticas innovadoras permite una diferenciación de producto que puede justificar un período de protección y un mayor precio de venta. Asimismo el desarrollo de biosimilares es otra de las opciones que algunas compañías importantes ya han escogido por las mayores expectativas de rentabilidad que ofrecen estos productos.
Los menores márgenes de los medicamentos genéricos frente a los productos de marca no restan atractivo a aquéllos, ya que quedan compensados por el menor coste de desarrollo y el menor riesgo que presentan, al ser productos que han sido probados durante años en millones de pacientes. Creemos que la consolidación va a seguir siendo la tónica general en un sector aún muy fragmentado, pero para el que se prevé una evolución muy favorable del mercado.
Uno de los dos contendientes en la lucha por la adquisición de la compañía croata es Barr, una compañía importante en el mercado americano, pero que prácticamente no tiene presencia fuera de los EEUU. De hecho, la opa de Barr sobre Pliva constituye el primer movimiento de una compañía americana en el mercado de genéricos europeo. Y aquí radica uno de los atractivos de la compra: el acceso a un nuevo gran mercado, como el que ofrece el viejo continente. La compra en marzo de 2005 de la americana Eon Labs por parte de Novartis o la adquisición el pasado mes de febrero de la compañía de genéricos alemana Betapharm por la india Dr Reddy’s son otros ejemplos de movimientos globalizadores dentro del sector.
Y es que en el sector de genéricos el tamaño es especialmente importante. Los reducidos márgenes con los que se juega, en un negocio en el que predominan los comodities, incitan a unas compañías a comprar a otras para alcanzar unas economías de escala que otorgan una mayor capacidad competitiva. Por la misma razón, otro de los objetivos prioritarios de las compañías de genéricos es la reducción al máximo de sus costes de producción.
Precisamente éste es otro de los atractivos que ofrece la compra de Pliva. La fabricación en países con bajos costes laborales y donde se requiere una menor inversión en bienes de equipo posibilita una mejora sustancial de los márgenes. Así se justifica el interés de diversas compañías por trasladar una parte o todas sus operaciones de producción al Este de Europa o a países asiáticos. La diferencia es en ocasiones considerable. Por ejemplo, el coste de una planta de producción en la India puede llegar a ser la cuarta o la quinta parte de su coste en los EEUU.
Operar a un nivel global, produciendo con bajos costes puede ser la opción estratégica adecuada para conseguir un crecimiento sostenido del negocio. Pero no es ésta la única vía. En ocasiones se opta por la innovación. El desarrollo, por ejemplo, de formas farmacéuticas innovadoras permite una diferenciación de producto que puede justificar un período de protección y un mayor precio de venta. Asimismo el desarrollo de biosimilares es otra de las opciones que algunas compañías importantes ya han escogido por las mayores expectativas de rentabilidad que ofrecen estos productos.
Los menores márgenes de los medicamentos genéricos frente a los productos de marca no restan atractivo a aquéllos, ya que quedan compensados por el menor coste de desarrollo y el menor riesgo que presentan, al ser productos que han sido probados durante años en millones de pacientes. Creemos que la consolidación va a seguir siendo la tónica general en un sector aún muy fragmentado, pero para el que se prevé una evolución muy favorable del mercado.
Monday, July 3, 2006
Medicamentos falsos: la salud pública en juego
Acaba de conocerse un nuevo caso de falsificación de medicamentos. Esta vez ha sido en el Reino Unido, donde la policía ha detenido a cinco individuos sospechosos de intentar suministrar copias ilegales de fármacos. En este momento no sabemos cuál será el resultado judicial de este caso, lo que no impide afirmar que esta práctica está llegando a cotas realmente preocupantes. Tanto es así que EE UU y la Unión Europea acaban de alcanzar un acuerdo histórico por el que llevarán a cabo una estrategia conjunta para combatir esta creciente lacra, centrando inicialmente su colaboración en China y Rusia, dos de los países donde la violación de la propiedad intelectual alcanza cifras record.
Aunque las actividades de falsificación datan probablemente de tiempos muy remotos, el problema de la falsificación de medicamentos se mencionó por primera vez en 1985 durante la Conferencia de Expertos sobre Uso Racional del Medicamento que organizó la OMS en Nairobi (Kenia). Desde entonces, a pesar de las medidas que se han ido adoptando, el problema no ha hecho sino crecer año tras año.
La falta de una definición universalmente aceptada dificulta el poder acotar la magnitud y extensión de este grave problema. Hasta ahora no se ha llevado a cabo un estudio a nivel internacional que permita describir de manera lo más fidedigna posible cuál es el estado de las cuestión. No obstante, en el ámbito de la Unión Europea, según las estadísticas disponibles, las incautaciones de medicamentos falsos se han multiplicado por diez desde el año 2000.
A diferencia de lo que ocurre con otro tipo de productos, la falsificación de medicamentos supone no sólo un perjuicio para la innovación y un quebranto económico para la industria, sino también un grave problema de salud pública. El uso de medicamentos falsos puede prolongar la duración del tratamiento, exacerbar las patologías tratadas y ser causa de reacciones alérgicas o de toxicidad. En el caso de los antibióticos se pueden generar incluso resistencias. En algunos casos las falsas medicinas pueden llegar a causar la muerte de quienes las consumen. Además el sistema sanitario y los profesionales que trabajan en el mismo pueden ver minada su credibilidad.
Por ello la acción gubernamental y la colaboración internacional son imprescindibles para poner freno y tratar de impedir las actividades de los malhechores en este asunto. A una legislación apropiada se han de añadir un compromiso decidido y una voluntad política férrea. Sólo aplicando con contundencia las leyes y sancionando duramente a los infractores se podrá lograr un efecto disuasorio de la actividad falsificadora. Asimismo es precisa la colaboración con los países en vías de desarrollo, donde se producen la mayor parte de los falsos medicamentos, para ayudarles a fortalecer las estructuras gubernamentales que permitan controlar con eficacia la fabricación, importación, distribución y venta, pues unas estructuras débiles constituyen un adecuado sustrato para la proliferación de las copias ilegales.
Por último, la información y formación tanto de los profesionales sanitarios como especialmente del ciudadano de a pie se revelan también como medidas útiles para tratar de limitar y erradicar la circulación y consumo de medicamentos falsos. Hemos intentado infructuosamente encontrar información sobre el tema en la web del Ministerio de Sanidad y en la de la Agencia Española del Medicamento. Todo lo contrario de lo que nos ha ocurrido en las de la FDA americana o del MHRA británico. Nos preguntamos pues si nuestras autoridades disponen de algún plan. Ni siquiera la Ley de Garantías menciona la falsificación en el artículo que trata sobre la trazabilidad. Tan sólo se nombra para decir que constituye una grave infracción que será objeto de sanción.
Aunque las actividades de falsificación datan probablemente de tiempos muy remotos, el problema de la falsificación de medicamentos se mencionó por primera vez en 1985 durante la Conferencia de Expertos sobre Uso Racional del Medicamento que organizó la OMS en Nairobi (Kenia). Desde entonces, a pesar de las medidas que se han ido adoptando, el problema no ha hecho sino crecer año tras año.
La falta de una definición universalmente aceptada dificulta el poder acotar la magnitud y extensión de este grave problema. Hasta ahora no se ha llevado a cabo un estudio a nivel internacional que permita describir de manera lo más fidedigna posible cuál es el estado de las cuestión. No obstante, en el ámbito de la Unión Europea, según las estadísticas disponibles, las incautaciones de medicamentos falsos se han multiplicado por diez desde el año 2000.
A diferencia de lo que ocurre con otro tipo de productos, la falsificación de medicamentos supone no sólo un perjuicio para la innovación y un quebranto económico para la industria, sino también un grave problema de salud pública. El uso de medicamentos falsos puede prolongar la duración del tratamiento, exacerbar las patologías tratadas y ser causa de reacciones alérgicas o de toxicidad. En el caso de los antibióticos se pueden generar incluso resistencias. En algunos casos las falsas medicinas pueden llegar a causar la muerte de quienes las consumen. Además el sistema sanitario y los profesionales que trabajan en el mismo pueden ver minada su credibilidad.
Por ello la acción gubernamental y la colaboración internacional son imprescindibles para poner freno y tratar de impedir las actividades de los malhechores en este asunto. A una legislación apropiada se han de añadir un compromiso decidido y una voluntad política férrea. Sólo aplicando con contundencia las leyes y sancionando duramente a los infractores se podrá lograr un efecto disuasorio de la actividad falsificadora. Asimismo es precisa la colaboración con los países en vías de desarrollo, donde se producen la mayor parte de los falsos medicamentos, para ayudarles a fortalecer las estructuras gubernamentales que permitan controlar con eficacia la fabricación, importación, distribución y venta, pues unas estructuras débiles constituyen un adecuado sustrato para la proliferación de las copias ilegales.
Por último, la información y formación tanto de los profesionales sanitarios como especialmente del ciudadano de a pie se revelan también como medidas útiles para tratar de limitar y erradicar la circulación y consumo de medicamentos falsos. Hemos intentado infructuosamente encontrar información sobre el tema en la web del Ministerio de Sanidad y en la de la Agencia Española del Medicamento. Todo lo contrario de lo que nos ha ocurrido en las de la FDA americana o del MHRA británico. Nos preguntamos pues si nuestras autoridades disponen de algún plan. Ni siquiera la Ley de Garantías menciona la falsificación en el artículo que trata sobre la trazabilidad. Tan sólo se nombra para decir que constituye una grave infracción que será objeto de sanción.
Wednesday, June 21, 2006
Innovación galénica: una apuesta ganadora
Los diabéticos en tratamiento con insulina están de enhorabuena. Cada vez tienen más cerca la posibilidad de decir adiós a los pinchazos. El pasado mes de enero conocimos la aprobación de la primera insulina inhalada. Las autoridades sanitarias europeas se adelantaban así a las norteamericanas al autorizar la comercialización de Exubera, una insulina de acción rápida que se administra por inhalación y que ofrece un control glucémico similar a la insulina subcutánea. Los responsables de este desarrollo han sido las compañías Pfizer y Sanofi-Aventis.
Cuando aún no han transcurrido seis meses desde la anterior noticia ya se ha dado a conocer los prometedores resultados de un ensayo preclínico en el que la insulina se administra por vía transdérmica. Tamaña innovación se la debemos a una compañía australiana, Phosphagenics, especializada en el desarrollo de formas farmacéuticas innovadoras. La noticia no sólo tiene valor per se sino también por sus implicaciones.
Y es que la función protectora que nos proporciona la piel hace que sea difícil de penetrar por sustancias químicas. Éstas pueden difundir de forma pasiva a su través para pesos moleculares que no superen los 500 daltons. De ahí que sea una gran noticia saber que se ha conseguido que una sustancia del tamaño de la insulina, con un peso de 40.000 daltons, atraviese la piel y alcance el torrente sanguíneo. Se abre la puerta así a la posibilidad de administrar por la misma vía otras sustancias de alto peso molecular (hormonas, proteínas, péptidos, etc.).
El interés de las compañías farmacéuticas por la innovación galénica es cada vez mayor. Ello ha supuesto que durante las últimas dos décadas haya surgido todo un nuevo sector dentro de la industria, constituido por empresas altamente especializadas en el desarrollo de formas galénicas alternativas. Actualmente hay más de 300 compañías enfocadas en este campo. Una de las compañías pioneras y líder del sector es ALZA, una empresa californiana fundada en 1968, que tiene la paternidad de innovaciones tan notorias como la forma de liberación sostenida OROS o los parches de nicotina que hay actualmente en el mercado.
Pero, ¿cuáles son los determinantes de este proceso de cambio? ¿De dónde procede este inusitado interés por la galénica? La clave la encontramos al analizar lo que ocurre en la industria. Mientras los costes de I+D aumentan, el número de nuevos principios activos decrece. El período de tiempo disponible para recuperar la inversión se acorta. Las patentes van venciendo y aparecen los genéricos. Alargar el ciclo de vida de los productos bajo patente se ha convertido en una cuestión de supervivencia.
La prolongación del ciclo de vida de los productos se ha basado tradicionalmente en el lanzamiento de nuevas extensiones de línea, aprobación de nuevas indicaciones, cambios de estatus legal, modificaciones de los principios activos (como el empleo de profármacos o de isómeros) o el desarrollo de nuevas formas farmacéuticas. Esta última es hoy por hoy una de las que ofrece más viabilidad y que resulta razonablemente económica.
De este modo, el sector de las formas farmacéuticas innovadoras se ha convertido en uno de los más dinámicos actualmente, con crecimientos anuales que rebasan el 20% y que hacen prever para el 2009 un mercado superior a los 67.000 millones de dólares (según NanoMarkets, 2005). Precisamente uno de los segmentos con mayores perspectivas de crecimiento es el de la administración transdérmica, que en 2005 supuso 12.700 millones de dólares y para el que se pronostica un valor de 21.500 millones de dólares en 2010.
Cuando aún no han transcurrido seis meses desde la anterior noticia ya se ha dado a conocer los prometedores resultados de un ensayo preclínico en el que la insulina se administra por vía transdérmica. Tamaña innovación se la debemos a una compañía australiana, Phosphagenics, especializada en el desarrollo de formas farmacéuticas innovadoras. La noticia no sólo tiene valor per se sino también por sus implicaciones.
Y es que la función protectora que nos proporciona la piel hace que sea difícil de penetrar por sustancias químicas. Éstas pueden difundir de forma pasiva a su través para pesos moleculares que no superen los 500 daltons. De ahí que sea una gran noticia saber que se ha conseguido que una sustancia del tamaño de la insulina, con un peso de 40.000 daltons, atraviese la piel y alcance el torrente sanguíneo. Se abre la puerta así a la posibilidad de administrar por la misma vía otras sustancias de alto peso molecular (hormonas, proteínas, péptidos, etc.).
El interés de las compañías farmacéuticas por la innovación galénica es cada vez mayor. Ello ha supuesto que durante las últimas dos décadas haya surgido todo un nuevo sector dentro de la industria, constituido por empresas altamente especializadas en el desarrollo de formas galénicas alternativas. Actualmente hay más de 300 compañías enfocadas en este campo. Una de las compañías pioneras y líder del sector es ALZA, una empresa californiana fundada en 1968, que tiene la paternidad de innovaciones tan notorias como la forma de liberación sostenida OROS o los parches de nicotina que hay actualmente en el mercado.
Pero, ¿cuáles son los determinantes de este proceso de cambio? ¿De dónde procede este inusitado interés por la galénica? La clave la encontramos al analizar lo que ocurre en la industria. Mientras los costes de I+D aumentan, el número de nuevos principios activos decrece. El período de tiempo disponible para recuperar la inversión se acorta. Las patentes van venciendo y aparecen los genéricos. Alargar el ciclo de vida de los productos bajo patente se ha convertido en una cuestión de supervivencia.
La prolongación del ciclo de vida de los productos se ha basado tradicionalmente en el lanzamiento de nuevas extensiones de línea, aprobación de nuevas indicaciones, cambios de estatus legal, modificaciones de los principios activos (como el empleo de profármacos o de isómeros) o el desarrollo de nuevas formas farmacéuticas. Esta última es hoy por hoy una de las que ofrece más viabilidad y que resulta razonablemente económica.
De este modo, el sector de las formas farmacéuticas innovadoras se ha convertido en uno de los más dinámicos actualmente, con crecimientos anuales que rebasan el 20% y que hacen prever para el 2009 un mercado superior a los 67.000 millones de dólares (según NanoMarkets, 2005). Precisamente uno de los segmentos con mayores perspectivas de crecimiento es el de la administración transdérmica, que en 2005 supuso 12.700 millones de dólares y para el que se pronostica un valor de 21.500 millones de dólares en 2010.
Wednesday, June 14, 2006
EFP: la Administración debe decidir
En lo que atañe a nuestro país, los logros alcanzados por el sector (tras denodados esfuerzos) no han bastado para favorecer el desarrollo del mercado de las Especialidades Farmacéuticas Publicitarias (EFP). La prueba que mejor avala esta afirmación es su propia evolución. El volumen de ventas de las EFP no sólo no avanza, sino que incluso retrocede. De este modo, la cuota de mercado de las EFP en España se aleja de la que tienen otros países comunitarios.
El principal motivo que explica esta tendencia sigue siendo la actitud restrictiva de la Administración. Ha transcurrido toda una década y el sector continúa demandando la aprobación de las marcas paraguas, el autocontrol en publicidad y la homogeneización con otros países comunitarios del listado de sustancias e indicaciones. No obstante, algunas de estas metas parecen actualmente más cerca de alcanzarse. Tras las finalización de los ensayos actualmente en marcha, es de prever que en 2007 las marcas paraguas ya sean una realidad en nuestro país.
Y es que en todo este tiempo no cabe duda que la sociedad ha avanzado de manera muy notable en el ámbito de la educación sanitaria. Hoy en día los ciudadanos tenemos más información a nuestro alcance y somos más sensibles y receptivos a ésta. Basta con observar en un kiosco cuántas publicaciones se comercializan sobre temas de salud. A lo que hay que añadir la cantidad de información y la accesibilidad a ésta que nos permite Internet. Asimismo con el desarrollo de la Atención Farmacéutica la oficina de farmacia ha visto potenciado su rol de consejero sanitario.
Es por ello que la sociedad española se encuentra madura para asumir mayores cotas de responsabilidad en el cuidado de su salud. Y ello puede hacerse sin menoscabo de las garantías de seguridad con las que cuentan en la actualidad los pacientes. Porque la accesibilidad y proximidad que ofrecen las oficinas de farmacia posibilita tomar decisiones con la asistencia de un profesional sanitario. Entre todos los agentes se está consiguiendo que la automedicación ejercida sin una información adecuada y sin el consejo profesional sea sustituida por el autocuidado responsable e informado.
En todo este proceso de cambio se encuentra a faltar un mayor empeño de la Administración con las EFP que se traduzca en medidas concretas y prácticas de apoyo decidido a su desarrollo. Hasta ahora ha habido y hay diálogo, pero falta avanzar en el compromiso y la acción para que, por ejemplo, el punto 17 del Plan Estratégico de Política Farmacéutica no quede en un brindis al sol. Está demostrado que el fomento del autocuidado responsable conlleva una reducción de necesidades de recursos sanitarios personales y materiales, al descargar las consultas médicas y disminuir el gasto farmacéutico, con lo que se favorece la sostenibilidad del sistema y, lo que es aún más importante, se consigue una notable mejora de la calidad asistencial.
La Administración debe decidir y tiene otra oportunidad de demostrar su apoyo a las EFP modificando el redactado del artículo 19, punto 4, del actual texto de la Ley de Garantías, para permitir así la aplicación de las recomendaciones del G-10 (el Grupo de Alto Nivel sobre Medicamentos de la Comisión Europea), quien recomienda favorecer el cambio de estatus legal de los tratamientos identificados como susceptibles de autocuidado responsable. Para algunas patologías (como la hipercolesterolemia o la migraña) puede ser necesario un ‘diagnóstico médico preciso’ previo, pero posteriormente éstas pueden ser tratadas con seguridad por el propio paciente, como se demuestra en otros países comunitarios.
El principal motivo que explica esta tendencia sigue siendo la actitud restrictiva de la Administración. Ha transcurrido toda una década y el sector continúa demandando la aprobación de las marcas paraguas, el autocontrol en publicidad y la homogeneización con otros países comunitarios del listado de sustancias e indicaciones. No obstante, algunas de estas metas parecen actualmente más cerca de alcanzarse. Tras las finalización de los ensayos actualmente en marcha, es de prever que en 2007 las marcas paraguas ya sean una realidad en nuestro país.
Y es que en todo este tiempo no cabe duda que la sociedad ha avanzado de manera muy notable en el ámbito de la educación sanitaria. Hoy en día los ciudadanos tenemos más información a nuestro alcance y somos más sensibles y receptivos a ésta. Basta con observar en un kiosco cuántas publicaciones se comercializan sobre temas de salud. A lo que hay que añadir la cantidad de información y la accesibilidad a ésta que nos permite Internet. Asimismo con el desarrollo de la Atención Farmacéutica la oficina de farmacia ha visto potenciado su rol de consejero sanitario.
Es por ello que la sociedad española se encuentra madura para asumir mayores cotas de responsabilidad en el cuidado de su salud. Y ello puede hacerse sin menoscabo de las garantías de seguridad con las que cuentan en la actualidad los pacientes. Porque la accesibilidad y proximidad que ofrecen las oficinas de farmacia posibilita tomar decisiones con la asistencia de un profesional sanitario. Entre todos los agentes se está consiguiendo que la automedicación ejercida sin una información adecuada y sin el consejo profesional sea sustituida por el autocuidado responsable e informado.
En todo este proceso de cambio se encuentra a faltar un mayor empeño de la Administración con las EFP que se traduzca en medidas concretas y prácticas de apoyo decidido a su desarrollo. Hasta ahora ha habido y hay diálogo, pero falta avanzar en el compromiso y la acción para que, por ejemplo, el punto 17 del Plan Estratégico de Política Farmacéutica no quede en un brindis al sol. Está demostrado que el fomento del autocuidado responsable conlleva una reducción de necesidades de recursos sanitarios personales y materiales, al descargar las consultas médicas y disminuir el gasto farmacéutico, con lo que se favorece la sostenibilidad del sistema y, lo que es aún más importante, se consigue una notable mejora de la calidad asistencial.
La Administración debe decidir y tiene otra oportunidad de demostrar su apoyo a las EFP modificando el redactado del artículo 19, punto 4, del actual texto de la Ley de Garantías, para permitir así la aplicación de las recomendaciones del G-10 (el Grupo de Alto Nivel sobre Medicamentos de la Comisión Europea), quien recomienda favorecer el cambio de estatus legal de los tratamientos identificados como susceptibles de autocuidado responsable. Para algunas patologías (como la hipercolesterolemia o la migraña) puede ser necesario un ‘diagnóstico médico preciso’ previo, pero posteriormente éstas pueden ser tratadas con seguridad por el propio paciente, como se demuestra en otros países comunitarios.
Friday, June 9, 2006
Glaxo en la pole position
Utilizando un símil de la Fórmula Uno, tan en boga últimamente, en la parrilla de salida para competir por la adquisición del negocio de productos para el autocuidado de la salud de Pfizer se han situado tres contendientes: GlaxoSmithKline, Johnson & Johnson y Reckitt Benckiser. Y los cito en este orden no por aplicar el criterio alfabético sino por la probabilidad que creo que tienen de ganar la carrera.
Según ha informado Financial Times, el precio de las ofertas supera los 14.000 millones de dólares. Teniendo en cuenta que la facturación del negocio de autocuidado de Pfizer ronda los 4.000 millones, el precio final supondrá pagar más de tres veces esta facturación. Lo que convertiría esta operación en una de las más caras que se haya realizado en el sector. La aparente sobrevaloración podría comprenderse, al menos parcialmente, si se tienen en cuenta las sinergias que se pueden realizar y los potenciales ahorros que se podrían obtener en consecuencia.
Al parecer, antes de que cumpliera el plazo Bayer ha optado por no presentar una oferta para adquirir el negocio OTC de Pfizer. La cartera de Bayer para el autocuidado de la salud incluye productos analgésicos, para el resfriado, dermatológicos y vitaminas. En España, la compra de los productos de Pfizer para el autocuidado le hubiera supuesto a Bayer complementar su oferta en este ámbito con productos tan significativos como Oraldine, Listerine o Nicorette.
La decisión de la compañía germana parece razonable si se tiene en cuenta que aún es reciente su acuerdo para comprar la también alemana Schering por 16.500 millones de euros. Precisamente esta semana se cumple el plazo para que los accionistas de esta compañía decidan si finalmente aceptan o no la propuesta de Bayer. Para que la opa pueda materializarse es preciso que la acepte al menos el 75% del capital de Schering.
Hubiera sido muy complicado para Bayer articular una solución financiera que le permitiera hacer frente al eventual coste de la adquisición. Por otra parte, Bayer necesita ahora concentrar su capacidad de gestión en la probable integración de Schering. Parece pues claro que no era el momento adecuado para distraerse con semejante movimiento estratégico. Bayer debe primero atravesar un período de consolidación y de mejora de su balance (algunos analistas han llegado a pronosticar una recalificación a la baja de los ratings de Moody’s y de Standard & Poors tras la adquisición de Schering).
Para Pfizer, el negocio de autocuidado supone un 2,5% de sus ganancias, por lo que a corto plazo la operación tendrá un impacto poco relevante en sus resultados operativos. Los posibles ingresos los podrá utilizar para seguir con su política de adquisiciones en el ámbito de la biotecnología, de cara a reforzar su pipeline.
En cuanto a los candidatos, la presencia internacional de Reckitt Benckiser es más limitada que la de las otras dos compañías en liza, con lo que tiene menos posibilidades de obtener sinergias de la operación. Además, la compañía británica pagó el pasado mes de octubre 3.600 millones en efectivo por la compra de Boots Healthcare International lo cual le resta capacidad financiera.
Glaxo, que ya dejó pasar por delante el tren de Roche y el de Boots, no puede dejar escapar una oportunidad con un encaje estratégico que se acerca al ideal, ya que le permitiría reforzar su presencia en el mercado OTC norteamericano y que le puede suponer unos ahorros que algunos analistas del sector cifran en 200 millones de dólares anuales, con lo que doblaría prácticamente sus actuales resultados en el campo de los productos del autocuidado.
Según ha informado Financial Times, el precio de las ofertas supera los 14.000 millones de dólares. Teniendo en cuenta que la facturación del negocio de autocuidado de Pfizer ronda los 4.000 millones, el precio final supondrá pagar más de tres veces esta facturación. Lo que convertiría esta operación en una de las más caras que se haya realizado en el sector. La aparente sobrevaloración podría comprenderse, al menos parcialmente, si se tienen en cuenta las sinergias que se pueden realizar y los potenciales ahorros que se podrían obtener en consecuencia.
Al parecer, antes de que cumpliera el plazo Bayer ha optado por no presentar una oferta para adquirir el negocio OTC de Pfizer. La cartera de Bayer para el autocuidado de la salud incluye productos analgésicos, para el resfriado, dermatológicos y vitaminas. En España, la compra de los productos de Pfizer para el autocuidado le hubiera supuesto a Bayer complementar su oferta en este ámbito con productos tan significativos como Oraldine, Listerine o Nicorette.
La decisión de la compañía germana parece razonable si se tiene en cuenta que aún es reciente su acuerdo para comprar la también alemana Schering por 16.500 millones de euros. Precisamente esta semana se cumple el plazo para que los accionistas de esta compañía decidan si finalmente aceptan o no la propuesta de Bayer. Para que la opa pueda materializarse es preciso que la acepte al menos el 75% del capital de Schering.
Hubiera sido muy complicado para Bayer articular una solución financiera que le permitiera hacer frente al eventual coste de la adquisición. Por otra parte, Bayer necesita ahora concentrar su capacidad de gestión en la probable integración de Schering. Parece pues claro que no era el momento adecuado para distraerse con semejante movimiento estratégico. Bayer debe primero atravesar un período de consolidación y de mejora de su balance (algunos analistas han llegado a pronosticar una recalificación a la baja de los ratings de Moody’s y de Standard & Poors tras la adquisición de Schering).
Para Pfizer, el negocio de autocuidado supone un 2,5% de sus ganancias, por lo que a corto plazo la operación tendrá un impacto poco relevante en sus resultados operativos. Los posibles ingresos los podrá utilizar para seguir con su política de adquisiciones en el ámbito de la biotecnología, de cara a reforzar su pipeline.
En cuanto a los candidatos, la presencia internacional de Reckitt Benckiser es más limitada que la de las otras dos compañías en liza, con lo que tiene menos posibilidades de obtener sinergias de la operación. Además, la compañía británica pagó el pasado mes de octubre 3.600 millones en efectivo por la compra de Boots Healthcare International lo cual le resta capacidad financiera.
Glaxo, que ya dejó pasar por delante el tren de Roche y el de Boots, no puede dejar escapar una oportunidad con un encaje estratégico que se acerca al ideal, ya que le permitiría reforzar su presencia en el mercado OTC norteamericano y que le puede suponer unos ahorros que algunos analistas del sector cifran en 200 millones de dólares anuales, con lo que doblaría prácticamente sus actuales resultados en el campo de los productos del autocuidado.
Wednesday, May 31, 2006
De la biotecnología llegan los nuevos blockbusters
Cada vez suele ser más frecuente encontrarse en las publicaciones especializadas del sector farmacéutico con noticias acerca de adquisiciones de compañías de biotecnología por parte de los líderes de la industria. Al mismo tiempo se puede comprobar como los precios de las transacciones van también en aumento y rondan ya los varios cientos de millones de dólares.
Una de las últimas operaciones importantes que se ha materializado ha sido la compra de la biotecnológica Rinat Neuroscience por parte de Pfizer. Uno de los aspectos que nos llama la atención es la corta vida de la empresa adquirida, pues Rinat nació hace apenas cinco años como un spin-off de Genentech. Cuando aún no había salido de su infancia ya tenía nueve pretendientes. Y es que las big pharma parecen haber encontrado en la biología su camino de salvación.
Entre las grandes del sector, quien más quien menos tiene un par de productos importantes próximos a vencer la patente y con los genéricos esperando a la vuelta de la esquina. Encontrar recambio no resulta nada fácil, pues los esfuerzos que se exigen en investigación y desarrollo son cada vez mayores y los resultados no suelen responder a las expectativas. Y las pipelines se secan. Ante semejante panorama no resulta nada extraño que se llegue a pagar lo que se paga cuando se tienen sólidas razones para pensar que lo que se adquiere es un potencial blockbuster.
Hay que señalar que las operaciones de compra de pequeñas compañías por parte de las líderes no son ninguna novedad en el sector. Lo que resulta verdaderamente novedoso es la focalización mayoritaria en las empresas de biotecnología. A estas alturas creo que se puede afirmar sin demasiado riesgo de equivocarnos que la biología es el futuro de la terapéutica. Y del diagnóstico, habría que decir. De hecho ya se ha acuñado y circula por el sector un nuevo vocablo: la teranóstica (mi corrector ortográfico aún no reconoce el término), es decir la aplicación de pruebas diagnósticas previas al tratamiento, utilizando para ello biomarcadores que facilitan de este modo la selección del fármaco a emplear.
La importancia que ha adquirido la biología frente a la química en la obtención de nuevos fármacos se manifiesta claramente al analizar los productos que se encuentran actualmente en Fase II y Fase III: cinco de cada diez provienen de la biología. Los avances en genómica, proteómica, cribado de alto rendimiento, y otras disciplinas están dando sus frutos.
Pero no basta con tener músculo financiero para hacerse con una biotecnológica prometedora. También es necesario tener la capacidad de ver las oportunidades a tiempo. Esto es, antes de que los productos lleguen a la fase clínica, pues de otro modo cualquiera sería capaz de distinguir aquellas moléculas más interesantes. Lo verdaderamente difícil es descubrir su potencial en las fases tempranas (exactamente igual que en el fútbol). Obviamente ello tiene la ventaja adicional de que suele salir mucho más económico.
Si admitimos que el gran potencial de la biotecnología como fuente de innovación terapéutica, el sector farmacéutico europeo se encuentra en una situación competitiva desfavorable frente a EEUU. En el viejo continente, a pesar de tener más empresas, el número de empleados y la facturación son la mitad que en los EEUU, según un estudio de la Asociación Europea de Bioindustrias (EuropaBio). La causa es multifactorial y requiere un abordaje urgente por parte de los Estados si no queremos aumentar el gap y perder competitividad.
Una de las últimas operaciones importantes que se ha materializado ha sido la compra de la biotecnológica Rinat Neuroscience por parte de Pfizer. Uno de los aspectos que nos llama la atención es la corta vida de la empresa adquirida, pues Rinat nació hace apenas cinco años como un spin-off de Genentech. Cuando aún no había salido de su infancia ya tenía nueve pretendientes. Y es que las big pharma parecen haber encontrado en la biología su camino de salvación.
Entre las grandes del sector, quien más quien menos tiene un par de productos importantes próximos a vencer la patente y con los genéricos esperando a la vuelta de la esquina. Encontrar recambio no resulta nada fácil, pues los esfuerzos que se exigen en investigación y desarrollo son cada vez mayores y los resultados no suelen responder a las expectativas. Y las pipelines se secan. Ante semejante panorama no resulta nada extraño que se llegue a pagar lo que se paga cuando se tienen sólidas razones para pensar que lo que se adquiere es un potencial blockbuster.
Hay que señalar que las operaciones de compra de pequeñas compañías por parte de las líderes no son ninguna novedad en el sector. Lo que resulta verdaderamente novedoso es la focalización mayoritaria en las empresas de biotecnología. A estas alturas creo que se puede afirmar sin demasiado riesgo de equivocarnos que la biología es el futuro de la terapéutica. Y del diagnóstico, habría que decir. De hecho ya se ha acuñado y circula por el sector un nuevo vocablo: la teranóstica (mi corrector ortográfico aún no reconoce el término), es decir la aplicación de pruebas diagnósticas previas al tratamiento, utilizando para ello biomarcadores que facilitan de este modo la selección del fármaco a emplear.
La importancia que ha adquirido la biología frente a la química en la obtención de nuevos fármacos se manifiesta claramente al analizar los productos que se encuentran actualmente en Fase II y Fase III: cinco de cada diez provienen de la biología. Los avances en genómica, proteómica, cribado de alto rendimiento, y otras disciplinas están dando sus frutos.
Pero no basta con tener músculo financiero para hacerse con una biotecnológica prometedora. También es necesario tener la capacidad de ver las oportunidades a tiempo. Esto es, antes de que los productos lleguen a la fase clínica, pues de otro modo cualquiera sería capaz de distinguir aquellas moléculas más interesantes. Lo verdaderamente difícil es descubrir su potencial en las fases tempranas (exactamente igual que en el fútbol). Obviamente ello tiene la ventaja adicional de que suele salir mucho más económico.
Si admitimos que el gran potencial de la biotecnología como fuente de innovación terapéutica, el sector farmacéutico europeo se encuentra en una situación competitiva desfavorable frente a EEUU. En el viejo continente, a pesar de tener más empresas, el número de empleados y la facturación son la mitad que en los EEUU, según un estudio de la Asociación Europea de Bioindustrias (EuropaBio). La causa es multifactorial y requiere un abordaje urgente por parte de los Estados si no queremos aumentar el gap y perder competitividad.
Tuesday, May 23, 2006
Biosimilares: ante todo la seguridad de los pacientes
En 1985 Genentech comercializó la primera hormona de crecimiento (somatotropina) obtenida a partir de la recombinación genética. Con menos de un mes de diferencia se acaban de aprobar dos productos biogenéricos o, más apropiadamente llamados, biosimilares (es el término que prefiere la EMEA) a base de somatotropina de recombinación.
El pasado mes de abril, Sandoz (Novartis) recibió el visto bueno para comercializar Omnitrope, una somatotropina recombinante. Se trata del primer biosimilar que llega al mercado farmacéutico europeo (Alemania y Austria serán los primeros países en disponer de la especialidad). Hace tan solo unos días la firma suiza Biopartners ha obtenido la luz verde por parte de las autoridades europeas para la comercialización de Valtropin, otra somatotropina recombinante.
El camino hasta llegar aquí ha sido, como en la canción de Paul McCartney, largo y tortuoso. Definir un marco regulatorio preciso ha sido la principal dificultad a la que se han debido enfrentar los legisladores y técnicos europeos involucrados en este asunto. El resultado se ha materializado en la aprobación y publicación de unas guías en las que se especifican los requisitos de calidad y ensayos no clínicos y clínicos que han de cumplir los productos biosimilares. En EE UU la FDA va por detrás y aún no ha aprobado unas guías en esta materia.
Los productos biosimilares han de obtenerse utilizando procesos biológicos. Por su naturaleza, éstos son difíciles de reproducir y, a diferencia de lo que ocurre con los medicamentos de síntesis química (que son todos los genéricos y la mayoría de los de marca), los productos que se obtienen no son exactamente iguales, pudiendo resultar en diferencias de eficacia clínica, perfil de seguridad e inmunogenicidad. Por ello se ha llegado a afirmar que “el proceso es el producto”. Se impone, pues, demostrar que la calidad, eficacia y, sobre todo, seguridad son en esencia similares al producto original y para ello puede ser necesario llevar a cabo ensayos clínicos (aunque sea con series cortas de pacientes).
Las barreras de entrada que suponen la complejidad del proceso de fabricación de biosimilares y las mayores exigencias legislativas y más altos costes de desarrollo en comparación con los medicamentos genéricos hacen prever que, al menos a corto plazo, pocas compañías van a tener capacidad real para competir en este mercado. No obstante varias compañías especializadas en genéricos (Ratiopharm, Stada, Teva,…) están trabajando intensamente en ello.
Es indudable que tanto para los fabricantes de genéricos como para las autoridades sanitarias, el elevado precio de los productos biotecnológicos actúa como un incentivo para la comercialización de biosimilares. Para los primeros por el atractivo de participar de un mercado que supera los 60.000 millones de dólares y para los segundos por la posibilidad de reducir aún más la factura farmacéutica. Por ello, cabe suponer que pronto veremos nuevas aprobaciones (eritropoyetina, insulina, interferones).
Si bien el beneficio económico que puede obtenerse puede llegar a ser considerable, no obstante debemos anteponer siempre la seguridad de los pacientes. No caben pues atajos en el terreno de los biosimilares. Esto no sólo debe ser aplicable a las empresas que deseen comercializar alguno de estos productos. También debe ser válido para los fabricantes de los productos de referencia cuando quieran llevar a cabo una modificación en el proceso de obtención de uno de los productos biotecnológicos que comercializan, por pequeña que ésta sea.
El pasado mes de abril, Sandoz (Novartis) recibió el visto bueno para comercializar Omnitrope, una somatotropina recombinante. Se trata del primer biosimilar que llega al mercado farmacéutico europeo (Alemania y Austria serán los primeros países en disponer de la especialidad). Hace tan solo unos días la firma suiza Biopartners ha obtenido la luz verde por parte de las autoridades europeas para la comercialización de Valtropin, otra somatotropina recombinante.
El camino hasta llegar aquí ha sido, como en la canción de Paul McCartney, largo y tortuoso. Definir un marco regulatorio preciso ha sido la principal dificultad a la que se han debido enfrentar los legisladores y técnicos europeos involucrados en este asunto. El resultado se ha materializado en la aprobación y publicación de unas guías en las que se especifican los requisitos de calidad y ensayos no clínicos y clínicos que han de cumplir los productos biosimilares. En EE UU la FDA va por detrás y aún no ha aprobado unas guías en esta materia.
Los productos biosimilares han de obtenerse utilizando procesos biológicos. Por su naturaleza, éstos son difíciles de reproducir y, a diferencia de lo que ocurre con los medicamentos de síntesis química (que son todos los genéricos y la mayoría de los de marca), los productos que se obtienen no son exactamente iguales, pudiendo resultar en diferencias de eficacia clínica, perfil de seguridad e inmunogenicidad. Por ello se ha llegado a afirmar que “el proceso es el producto”. Se impone, pues, demostrar que la calidad, eficacia y, sobre todo, seguridad son en esencia similares al producto original y para ello puede ser necesario llevar a cabo ensayos clínicos (aunque sea con series cortas de pacientes).
Las barreras de entrada que suponen la complejidad del proceso de fabricación de biosimilares y las mayores exigencias legislativas y más altos costes de desarrollo en comparación con los medicamentos genéricos hacen prever que, al menos a corto plazo, pocas compañías van a tener capacidad real para competir en este mercado. No obstante varias compañías especializadas en genéricos (Ratiopharm, Stada, Teva,…) están trabajando intensamente en ello.
Es indudable que tanto para los fabricantes de genéricos como para las autoridades sanitarias, el elevado precio de los productos biotecnológicos actúa como un incentivo para la comercialización de biosimilares. Para los primeros por el atractivo de participar de un mercado que supera los 60.000 millones de dólares y para los segundos por la posibilidad de reducir aún más la factura farmacéutica. Por ello, cabe suponer que pronto veremos nuevas aprobaciones (eritropoyetina, insulina, interferones).
Si bien el beneficio económico que puede obtenerse puede llegar a ser considerable, no obstante debemos anteponer siempre la seguridad de los pacientes. No caben pues atajos en el terreno de los biosimilares. Esto no sólo debe ser aplicable a las empresas que deseen comercializar alguno de estos productos. También debe ser válido para los fabricantes de los productos de referencia cuando quieran llevar a cabo una modificación en el proceso de obtención de uno de los productos biotecnológicos que comercializan, por pequeña que ésta sea.
Monday, May 22, 2006
Malos tiempos para la industria farmacéutica innovadora
Costes crecientes de desarrollo de nuevos fármacos, descenso del número de nuevas moléculas comercializadas, entorno legal más exigente, competencia de genéricos, medidas de contención del gasto farmacéutico, etc. ¿Puede volverse peor la situación para la industria farmacéutica innovadora? A juzgar por el reciente veredicto de un tribunal de Boston, la respuesta es afirmativa.
La historia es la siguiente. En 1981 Lilly registra la patente de Evista, un producto para la osteoporosis. En 1985 registra la patente de Xigris, que se utiliza para la sepsis grave. Ambos productos actúan interfiriendo la acción de una proteína, el NF-kB (factor nuclear kappa beta), que regula diversos genes y que está relacionada con distintas enfermedades.
A mediados de los años 80, tres equipos de investigadores de sendas instituciones de prestigio (Harvard, el MIT y el Instituto Whitehead) descubren el papel del NF-kB y solicitan la patente. Ariad, una pequeña compañía de biotecnología fundada en 1991 en Cambridge, Massachussets, adquiere la licencia en exclusiva para la patente de la NF-kB. La patente se concede en 2002 e inmediatamente después Ariad interpone una demanda contra Lilly por violación de la misma. Hace unos días un tribunal de Boston falla a favor de Ariad y condena a Lilly a pagar más de 65 millones de dólares y el 2,3% de las ventas pasadas y futuras de sus dos productos hasta el fin de la patente en 2019 (la venta mundial de ambos productos supone alrededor de 1.300 millones de dólares).
Lo primero que sorprende en este caso es que el jurado haya resuelto en contra de quien primero obtuvo las patentes. ¿Cómo se puede explicar que una patente que se concede en 2002 se anteponga a (y se beneficie de) patentes otorgadas a principios de los 80? Es más, ello hace cuestionarse la validez de la patente de Ariad.
En la investigación de nuevos medicamentos a veces puede ocurrir que se descubra la actividad farmacológica de una determinada sustancia sin que se conozca necesariamente su mecanismo de acción. Sin embargo, ello no es óbice para que eventualmente pueda patentarse. Si posteriormente alguien descubre el mecanismo por el cual actúa el fármaco, ¿deberían pagar royalties los comercializadores de productos que actúen a través de dicho mecanismo? Más aún, ¿qué ocurriría si posteriormente se comprobara que el mecanismo descrito no es el correcto y que la cosa funciona de otro modo distinto?
La patente de Ariad describe un proceso que tiene lugar de forma natural en el organismo, así como una docena de maneras de bloquear éste en varios tipos de células. ¿Puede patentarse un proceso que ocurre de modo natural? ¿Se puede llamar a eso innovación? Lo realmente innovador es desarrollar aplicaciones terapéuticas que actúen de un modo u otro sobre el mecanismo natural. Y es eso lo que debemos proteger y fomentar. Conocer la biología es importante, pero aún lo es más el desarrollar tratamientos eficaces.
La protección de procesos biológicos mediante patentes puede resultar en una pérdida de interés por la investigación de medicamentos que actúen en dichos procesos. Ello podría llevar a un retroceso en el desarrollo de nuevos fármacos. La investigación farmacológica discurriría por algo similar a un campo de minas: de pronto un investigador podría estar violando una patente, sin saberlo. Los proyectos se volverían mucho más prolijos y burocratizados. En aras al progreso farmacológico no nos lo podemos permitir.
La historia es la siguiente. En 1981 Lilly registra la patente de Evista, un producto para la osteoporosis. En 1985 registra la patente de Xigris, que se utiliza para la sepsis grave. Ambos productos actúan interfiriendo la acción de una proteína, el NF-kB (factor nuclear kappa beta), que regula diversos genes y que está relacionada con distintas enfermedades.
A mediados de los años 80, tres equipos de investigadores de sendas instituciones de prestigio (Harvard, el MIT y el Instituto Whitehead) descubren el papel del NF-kB y solicitan la patente. Ariad, una pequeña compañía de biotecnología fundada en 1991 en Cambridge, Massachussets, adquiere la licencia en exclusiva para la patente de la NF-kB. La patente se concede en 2002 e inmediatamente después Ariad interpone una demanda contra Lilly por violación de la misma. Hace unos días un tribunal de Boston falla a favor de Ariad y condena a Lilly a pagar más de 65 millones de dólares y el 2,3% de las ventas pasadas y futuras de sus dos productos hasta el fin de la patente en 2019 (la venta mundial de ambos productos supone alrededor de 1.300 millones de dólares).
Lo primero que sorprende en este caso es que el jurado haya resuelto en contra de quien primero obtuvo las patentes. ¿Cómo se puede explicar que una patente que se concede en 2002 se anteponga a (y se beneficie de) patentes otorgadas a principios de los 80? Es más, ello hace cuestionarse la validez de la patente de Ariad.
En la investigación de nuevos medicamentos a veces puede ocurrir que se descubra la actividad farmacológica de una determinada sustancia sin que se conozca necesariamente su mecanismo de acción. Sin embargo, ello no es óbice para que eventualmente pueda patentarse. Si posteriormente alguien descubre el mecanismo por el cual actúa el fármaco, ¿deberían pagar royalties los comercializadores de productos que actúen a través de dicho mecanismo? Más aún, ¿qué ocurriría si posteriormente se comprobara que el mecanismo descrito no es el correcto y que la cosa funciona de otro modo distinto?
La patente de Ariad describe un proceso que tiene lugar de forma natural en el organismo, así como una docena de maneras de bloquear éste en varios tipos de células. ¿Puede patentarse un proceso que ocurre de modo natural? ¿Se puede llamar a eso innovación? Lo realmente innovador es desarrollar aplicaciones terapéuticas que actúen de un modo u otro sobre el mecanismo natural. Y es eso lo que debemos proteger y fomentar. Conocer la biología es importante, pero aún lo es más el desarrollar tratamientos eficaces.
La protección de procesos biológicos mediante patentes puede resultar en una pérdida de interés por la investigación de medicamentos que actúen en dichos procesos. Ello podría llevar a un retroceso en el desarrollo de nuevos fármacos. La investigación farmacológica discurriría por algo similar a un campo de minas: de pronto un investigador podría estar violando una patente, sin saberlo. Los proyectos se volverían mucho más prolijos y burocratizados. En aras al progreso farmacológico no nos lo podemos permitir.
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