Todavía no es oficial. Ninguna de las dos compañías ha confirmado o desmentido aún la información publicada la pasada semana por un semanario galo: la firma de un preacuerdo de fusión entre Sanofi Aventis y Bristol Myers Squibb (BMS). Curiosamente hace tan solo un mes, Daniel Vasella, Presidente y Consejero Delegado de Novartis, reconoció que tal operación no le sorprendería en absoluto dada la estrecha colaboración de las dos compañías en la comercialización del antiagregante Plavix (clopidogrel DCI) y del antihipertensivo Avapro/Aprovel/Karvea (irbesartán DCI), lo que en diferentes ocasiones ha alimentado la rumorología.
Independientemente de que la noticia se acabe confirmando o no, la operación parece tener sentido tanto para la compañía francesa como para la norteamericana. De un lado la compañía gala necesita fortalecer y asegurar su presencia en el mercado norteamericano, el principal mercado mundial. Y precisamente ahora, que ha conseguido reequilibrar su balance tras la fusión con Aventis, puede encontrarse en condiciones de abordar un nuevo proceso de consolidación con otra compañía. Y que mejor candidato que aquel con el que se lleva trabajando tiempo y a quien conoce bien gracias a la alianza de marketing que ambos mantienen. La adquisición de BMS, cuya capitalización bursátil ronda los 51.500 millones de dólares, se haría posiblemente con una combinación de papel y efectivo.
De otro lado, somos testigos en el sector de la creciente preocupación entre las compañías innovadoras ante las dificultades para reemplazar las ventas de los productos cuya patente ha vencido o está próxima a vencer. La dificultad de conseguir nuevos productos sustitutivos se ha puesto de manifiesto recientemente con la retirada de torcetrapib por parte de Pfizer, el producto que debía sustituir a Lipitor/Cardyl (atorvastatina DCI), y el subsiguiente anuncio de recorte de 10.000 empleos. Uno de los atractivos de BMS radica en su pipeline, en el que destacan sobre todo tres agentes antitumorales como ixabepilona, vinflunina e ipilimumab que prometen contribuir generosamente a la facturación de la compañía adquiriente. Ambas compañías tienen en este momento productos cuyas patentes vencerán entre 2010 y 2012, pudiendo perder hasta un 30% de su facturación.
A todo ello podemos añadir que para el presidente de Sanofi, Jean-François Dehecq, quien tiene previsto retirarse a finales del 2009, supondría tal vez la mejor forma de culminar su carrera en la industria. Pero también BMS tiene razones para dejarse adquirir. De un lado, lleva desde el pasado mes de septiembre con un Consejero Delegado provisional, ya que el anterior fue forzado a dimitir a la vista de la evolución de la cotización de las acciones y de los supuestos errores cometidos en la gestión del caso Plavix. La introducción de Orencia (abatacept DCI), un producto para el tratamiento de la artritis reumatoide, y de Sprycel (dasatinib DCI), para la leucemia mieloide crónica, está siendo más lenta que lo que se esperaba y BMS, que se ha visto además dañada en 2006 por el genérico de Plavix comercializado por Apotex, no genera suficiente efectivo para continuar pagando dividendos a sus accionistas.
Los analistas creen que la consumación del acuerdo estaría condicionada al resultado del caso Plavix (ver El Global, nº 307), cuyo proceso judicial se inició el pasado 22 de enero y que previsiblemente no finalizará al menos hasta el tercer trimestre de este año. Tras el primer asalto la mayoría de analistas del sector coincide en que Sanofi y Bristol acabarán ganando el caso a Apotex. Tal vez por ello Sanofi haya preferido tomar la delantera para asegurar su posición sobre BMS frente a otros posibles ofertantes que pudieran haber puesto ya su punto de mira sobre la compañía norteamericana y que estuvieran aguardando tan solo a conocer la resolución judicial. Al mismo tiempo Sanofi se protegería a sí misma frente a una eventual adquisición en el momento en que Total, uno de sus principales accionistas institucionales, pusiera a la venta su paquete del 13% de las acciones.
De consumarse la operación se formaría la mayor compañía farmacéutica del mundo, con un valor de mercado actual que ronda los 175.000 millones de dólares, relegando a Pfizer y a GlaxoSmithkline al segundo y tercer lugar del escalafón mundial, respectivamente. A buen seguro que la operación presenta sinergias potenciales por explotar en términos de ahorros en I+D y en personal, que serían eventualmente aprovechados por Sanofi Aventis.
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