Expertos del mundo académico y científico coinciden en que la nanotecnología, una disciplina que emerge cada vez con más fuerza, será de gran ayuda al sector farmacéutico tanto en el diseño y desarrollo de nuevos fármacos como en la elaboración de nuevas formulaciones galénicas y formas de liberación. La nanotecnología trabaja con partículas de un tamaño comprendido entre 1 y 100 nanómetros. La relación que existe entre un nanómetro y un metro es la misma que hay entre el diámetro de una Aspirina y la distancia de Madrid a Beijing.
En comparación con otros sectores, la inversión de las compañías líderes de la industria farmacéutica en este campo es aún limitada. Por ahora parece que, en general, las grandes compañías están adoptando una postura de ‘esperar y ver’ hasta tener una idea clara de qué estrategia aplicar y qué recursos de I+D comprometer. Ello contrasta con la posición del National Institutes of Health norteamericano, para quien la nanotecnología está entre sus cinco primeras prioridades. Hasta ahora, buena parte de la inversión del capital riesgo en esta disciplina ha ido a parar a empresas de nueva creación.
A nivel mundial, EEUU es quizá el país más avanzado en nanotecnología. El número de artículos de investigación publicados sobre la materia crece año tras año y en el último lustro ha sobrepasado el millar. Las patentes relacionadas con nanofármacos concedidas por la oficina norteamericana entre los años 2001 y 2005 superaron el centenar. Los primeros nanofármacos en comercializarse han sido formulaciones de liposomas, como Caelix/Doxil, una formulación pegilada liposomal de clorhidrato de doxorrubicina desarrollada por Alza (Johnson & Johnson), que se utiliza en cáncer de mama y cáncer de ovario. Esta formulación permite al fármaco esquivar al sistema inmune, incrementando el tiempo que permanece en el organismo y haciendo que alcance más fácilmente el tumor, al tiempo que se reduce su toxicidad cardiaca.
Otro producto fruto de la nanotecnología que se emplea en el tratamiento del cáncer de mama es Abraxane, una nueva formulación de paclitaxel que se puede administrar en tan solo treinta minutos, en lugar de las tres horas que requiere Taxol, que es la formulación estándar. Ello se consigue mediante el uso de sustancias que permiten la formación de nanopartículas poliméricas (en este caso se emplea la albúmina). Esta formulación también hace que resulte menos probable la aparición de reacciones adversas al medicamento.
La nanotecnología ha hecho posible asimismo incrementar la solubilidad de fármacos poco solubles, mejorando su biodisponibilidad gracias a la tecnología de los nanocristales, desarrollada por la compañía irlandesa Elan Pharmaceuticals. Esta técnica permite soslayar el empleo de disolventes tóxicos y pueden formularse además preparados para vías de administración (colirios, formas tópicas, etc.) donde el tamaño de partícula resulta crítico.
En el ámbito de las estrategias de producto, a través de las diferentes técnicas comentadas se hace posible conferir a los medicamentos propiedades que mejoran su perfil en cuanto a estabilidad, biodisponibilidad, comodidad de aplicación, seguridad u otra característica relevante. De este modo, a través de estas innovaciones se puede extender el período de exclusividad de las patentes de los productos y alargar así el ciclo de vida de éstos, manteniendo la ventaja competitiva frente a otras opciones terapéuticas.
Pero no sólo se trata de mejorar las características de fármacos determinados, sino que se presenta la oportunidad de desarrollar nanosistemas que permitan la incorporación de dos o más sustancias terapéuticas que funcionen de forma sinérgica, combatiendo por ejemplo resistencias al tratamiento en enfermedades infecciosas o en cánceres.
Las autoridades sanitarias tienen ante sí el difícil reto de llenar el vacío normativo que se pone de manifiesto con el desarrollo de este esperanzador campo. La dificultad de llenarlo es mayor debido a que en el mismo se combinan disciplinas tan diversas como la química, la física, la biología y la ingeniería. Esta misma variedad supone una dificultad a su desarrollo debido a la falta de un lenguaje común que facilite la comunicación entre las diferentes comunidades científicas y entre éstas y la industria farmacéutica. En cualquier caso, una cosa sí parece clara y es que la nanotecnología está aquí para quedarse y afectará en gran medida el modo en qué vivimos.
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