GlaxoSmithKline (GSK) acaba de anunciar que invertirá 500 millones de euros en una nueva planta en Francia, con el fin de incrementar un 50% su capacidad de fabricación de vacunas. A pesar de las dificultades con las que deben lidiar las compañías farmacéuticas que compiten en este segmento, cada vez son más las que apuestan por él. Hace tan solo un año fue Wyeth quien inauguró unas nuevas instalaciones en Irlanda, donde fabrica Prevenar, su exitosa vacuna antineumocócica, la primera vacuna en alcanzar la categoría de blockbuster.
Con todo, la cifra de negocio que representan las vacunas sigue siendo aún pequeña. En 2005, el mercado global de vacunas alcanzó los 10.000 millones de dólares, menos del 2% del mercado farmacéutico total. Durante las últimas décadas el número de fabricantes se ha ido reduciendo paulatinamente de forma considerable. Actualmente tan solo cinco compañías (GSK, Sanofi-Pasteur, Novartis, Merck y Wyeth) dominan más del 90% del negocio. Las causas que explican este panorama son diversas.
Para empezar, una persona recibe a lo sumo unas pocas dosis de cualquier vacuna. Nada que ver, por ejemplo, con el consumo de un medicamento para tratar el colesterol elevado o la diabetes. Por ello, hasta ahora ha sido excepcional que una vacuna se pudiera hacer acreedora de la etiqueta de blockbuster. Para las líderes del segmento, el negocio supone una pequeña parte de su facturación, por lo que podrían permitirse el lujo de abandonarlo y el impacto en sus cuentas de resultados sería prácticamente insignificante.
El hecho de que buena parte de la demanda tradicionalmente haya estado bajo control de gobiernos o de aseguradoras sanitarias privadas, ha presionado los precios y los márgenes a la baja y ha hecho menos atractivo el negocio. A ello hay que unir además los riesgos derivados de posibles demandas por efectos adversos, que de una tacada podían suponer el beneficio de varios años e incluso la quiebra del fabricante.
Tras años de declive, varios acontecimientos están haciendo cambiar la tendencia. De un lado la investigación y el uso de tecnologías más modernas ha dado lugar a productos para prevenir enfermedades distintas a las habituales, como la gastroenteritis por rotavirus, el virus del papiloma humano o diversos cánceres. El coste del tratamiento con algunos de estos productos puede llegar a superar los 300 euros, con lo que cabe prever mayores ingresos para los fabricantes en el futuro. Es indudable que todo ello resulta aún más oportuno en un entorno caracterizado por rendimientos decrecientes en investigación y por la dificultad de conseguir nuevos productos que sustituyan a las marcas cuyas patentes van venciendo.
Por otra parte, las perspectivas del mercado son mejores en este momento debido a la consolidación que se está produciendo en el sector, donde de los últimos movimientos acaecidos destacan la compra de la californiana Chiron por parte de Novartis, en octubre de 2005 y de la canadiense ID Biomedical por parte de GSK, en diciembre del mismo año. Las dimensiones que han alcanzado estas compañías les permite aprovechar economías de escala que proporcionan retornos más atractivos, con márgenes equivalentes a los de su core business.
Amenazas como el bioterrorismo o una eventual pandemia de gripe han llevado al sector público a impulsar iniciativas que resulten en una mayor protección de la población. Así, la OMS recomienda incrementar la cobertura de vacunación como la mejor forma de asegurar capacidades productivas adecuadas para poder afrontar una eventual pandemia de gripe. Estos factores están elevando la demanda y conduciendo en ocasiones a situaciones de escasez, tal como ocurrió la pasada temporada en nuestro hemisferio. Por todo ello, el mercado de vacunas de la gripe, que alcanzó los 1.600 millones de dólares en 2005, podría ver duplicado su tamaño a finales de esta década.
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