En 2001 Merck y Schering Plough decidieron crear una joint venture para investigar y eventualmente comercializar un nuevo producto a base de combinar los principios activos de sus respectivas marcas Zocor (simvastatina DCI) y Zetia (ezetimibe DCI). El primero actúa reduciendo los niveles de LDL (colesterol ‘malo’), mientras que el segundo bloquea la absorción intestinal del colesterol. El producto resultante, bautizado como Vytorin en EEUU y como Inegy en Europa, demostró ser muy superior a los productos comercializados y se lanzó al mercado en 2004, alcanzando actualmente unas ventas anuales superiores a los 2.400 millones de dólares. Los primeros en beneficiarse de este nuevo producto han sido los pacientes con colesterol elevado, quienes pueden controlar sus niveles de forma mucho más efectiva. Pero también se ha beneficiado Merck, quien con este éxito ha conseguido amortiguar de manera importante la pérdida derivada del vencimiento de la patente de Zocor, acaecida el pasado mes de junio.
En abril de 2001 GSK lanzó Advair/Seretide, un antiasmático que combina fluticasona DCI (corticoide inhalado) y salmeterol DCI (agonista beta-2 de acción prolongada). Ambos productos eran comercializados por separado y sus patentes estaban próximas al vencimiento. La combinación resultó ser mucho más eficaz que otras opciones disponibles, lo que la ha convertido en líder de su grupo terapéutico. Para los próximos años se espera que aparezcan en el mercado nuevas combinaciones de corticoide inhalado y agonista beta-2.
Los éxitos de Vytorin y Advair han supuesto un estímulo para que otras compañías se decidan a explorar la posibilidad de comercializar nuevos productos con asociaciones a dosis fijas. Así, el pasado mes de julio Astra Zeneca y Abbott comunicaron su intención de desarrollar y comercializar un producto fruto de la combinación de sus marcas Crestor (rosuvastatina DCI) y Tricor (fenofibrato DCI).
También Pfizer, quien se deberá enfrentar en 2011 a la pérdida de la patente de Lipitor, el medicamento que más factura a nivel mundial, está estudiando combinarlo con torcetrapib DCI, un producto que eleva las HDL. Por su gran potencial terapéutico esta combinación es quizá actualmente el producto más prometedor en el pipeline de Pfizer.
Podemos encontrar diversos ejemplos más en otras áreas terapéuticas, tales como diabetes, parkinson, glaucoma, osteoporosis, migraña, etc. Lógicamente el que una combinación tenga éxito o no pasa por demostrar que la relación eficacia/seguridad es superior a la de los productos por separado. Es preciso además vencer las reticencias de algunos prescriptores que ven en las asociaciones a dosis fijas una pérdida de flexibilidad terapéutica, al ver limitadas sus posibilidades de decidir qué fármacos combinar y en qué proporciones.
El uso de asociaciones a dosis fijas ofrece beneficios tanto a los pacientes como a las compañías farmacéuticas que las comercializan. Los primeros pueden disponer así de tratamientos más eficaces y mejorar el cumplimiento terapéutico, sobre todo cuando están polimedicados, o son de edad avanzada. Las segundas pueden compensar la pérdida de facturación de importantes marcas tras el vencimiento de las patentes y la introducción de genéricos. De acuerdo con estimaciones de la consultora de investigación de mercado Datamonitor, durante el período comprendido entre los años 2005 y 2010 la industria farmacéutica se enfrenta a una pérdida potencial de 105 mil millones dólares en ventas por los vencimientos de patentes previstos y la subsiguiente competencia de genéricos. Resulta lógico que las compañías más amenazadas traten de elaborar diversas estrategias para tratar de minimizar las posibles mermas en su facturación. Una de estas estrategias es sin duda las asociaciones a dosis fijas. Por ello podemos concluir que seremos testigos en el futuro de nuevos lanzamientos de este tipo de productos.
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