Monday, June 9, 2008

Medicina personalizada en el tratamiento del cáncer


La curación del cáncer (o de los cánceres, como el lector prefiera) sigue siendo uno de los mayores desafíos sanitarios. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año fallecen en el mundo por esta causa cerca de ocho millones de personas. Y aunque parece que su incidencia se ha estabilizado e incluso empieza a retroceder, la guerra aún no ha terminado.

Según la consultora IMS Health, el mercado de productos para el cáncer doblará su tamaño para el año 2012. Con un crecimiento promedio anual que prevé situarse entre un 12 y un 15 por ciento (muy por encima del crecimiento del mercado farmacéutico), el valor del mercado pasará de los 48.000 millones de dólares del presente año a los 80.000 millones del 2012, llegando de este modo a superar a las estatinas, que es el segmento que lidera actualmente el escalafón mundial.

Compañías que ahora juegan un papel protagonista en este mercado (GlaxoSmithKline, Pfizer, Wyeth) hace algunos años apenas tenían presencia en el mismo. La progresiva pérdida de patente de numerosos productos y los avances científicos en el campo de la oncología han atraído el interés de numerosas compañías farmacéuticas. Así la terapia oncológica está sufriendo una notable transformación, con la introducción de fármacos dirigidos a dianas específicas, generalmente mejor tolerados, menos tóxicos que los quimioterápicos tradicionales y que ofrecen un mejor resultado clínico.

La pasada semana se ha celebrado en Chicago la reunión anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO). A esta importante cita, en la que se han presentado los últimos avances en el conocimiento y tratamiento de los diversos tipos de tumores, han acudido más de 30.000 oncólogos, científicos e inversores de todo el mundo. De los aproximadamente 5.000 estudios presentados este año uno de los temas que más destaca es el creciente uso de pruebas genéticas para personalizar los tratamientos.

Buena parte de los estudios presentados este año en ASCO tratan de determinar cómo incrementar la eficiencia de las terapias dirigidas. Debido al elevado coste que tiene este tipo de fármacos, el conseguir tratamientos más eficientes puede representar un importante ahorro a los servicios sanitarios. Es indudable que el desarrollo de pruebas genéticas que ayuden a precisar qué fármaco emplear en un determinado paciente supone un notable avance, aunque pueda resultar menos lucrativo para las compañías farmacéuticas.

En este sentido, productos líderes como Herceptin (Genentech) y Tykerb (GlaxoSmithKline) se emplean tan solo en una cuarta parte de los cánceres de mama, en aquellos que producen una proteína llamada HER-2. Ahora se ha presentado en Chicago un estudio por el cual se ha determinado que sólo aquellos pacientes con cáncer de colon que presentan la versión normal de un gen llamado KRAS son susceptibles de ser tratados con Erbitux (cetuximab, un producto de ImClone System y comercializado conjuntamente con Bristol-Myers Squibb y Merck KGaA). Algo similar a lo que le ocurrió a Vectibix de Amgen.

Un cribado de los pacientes con el fin de determinar la mejor opción terapéutica ofrecerá mejores resultados y un importante ahorro, pero hará que muchos de los productos que actualmente se encuentran en investigación clínica no lleguen jamás a ser blockbusters. Todo lo más serán nichebusters, por el menor potencial de mercado. No obstante, este enfoque está también ayudando a recuperar productos que se habían dejado de lado.

Es el caso de Iressa, un producto de AstraZeneca, aprobado por la FDA en 2003 para el cáncer de pulmón y cuya comercialización se detuvo dos años después al no haber podido demostrar un incremento de la supervivencia. Investigaciones posteriores, cuyos resultados se acaban de presentar, han podido determinar que este fármaco es capaz de retrasar significativamente la extensión del cáncer de mama en determinado tipo de pacientes. Asimismo se ha identificado el subgrupo de pacientes de cáncer de pulmón que podría beneficiarse de Iressa.

Vemos pues como el creciente uso de biomarcadores favorece una mayor precisión terapéutica en el campo de la oncología y contribuye al desarrollo de la medicina personalizada, que tanto beneficia a pacientes, como a clínicos y a proveedores sanitarios.

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