La mayoría de compañías líderes del sector se enfrentan durante los próximos cinco años al vencimiento de la patente de alguno de sus principales productos, lo que ha sido bautizado en la industria como el ‘agujero negro’. Novartis resulta ser la excepción del grupo y prácticamente no tiene pérdidas significativas por esta causa hasta el 2011. Aunque hasta esa fecha el resto de las grandes compañías va a crecer probablemente a un ritmo promedio del 2% anual, Novartis es probable que lo haga por encima del 8%. Lógicamente el resultado final variará en función de la rapidez en obtener la aprobación de comercialización de los nuevos productos. Sólo para este año los analistas esperan la aprobación de media docena de ellos. En caso de que las previsiones llegaran a cumplirse, entre el grupo de las compañías que lideran la industria Novartis podría ser la que acabase el ejercicio presentando las mejores cifras.
Pero no todo el monte es orégano, ya que el pasado mes de febrero Novartis ha sufrido un pequeño contratiempo con el retraso de la aprobación de Galvus (vildagliptina DCI), un antidiabético oral de toma única diaria para diabetes de tipo 2, llamado a ser un blockbuster en menos de cinco años. Aunque la FDA ha concedido a Novartis la carta de aprobación, le exige que demuestre la seguridad en pacientes con insuficiencia renal. En la práctica ello significa que la comercialización del producto podría demorarse todavía un año o incluso más tiempo. ¿Supone ello una ventaja para Januvia (sitagliptina DCI), el producto de Merck? Pues no está claro, ya que aunque Merck podría aprovechar la coyuntura para establecer una sólida posición en el mercado, la preocupación por la seguridad afecta en estos momentos a ambos productos. A comienzos del pasado mes de febrero un artículo publicado en The New England Journal of Medicine arrojaba dudas sobre la seguridad de los dos fármacos.
Ambos productos son los primeros de una nueva clase, los inhibidores de la dipeptidil peptidasa IV (DPP-IV). Debido a que hay células inmunes que tienen un receptor parecido al del mencionado enzima, se cree que existe el riesgo que estos fármacos pudieran interaccionar y afectar al sistema inmune. También se han detectado algunas lesiones en la piel durante la investigación con algunos inhibidores de la DPP-IV. Sin embargo se desconoce cuál es la relación, si es que la hay, de estos efectos con los pacientes que presentan insuficiencia renal.
Y si febrero trajo a Novartis la demora de la aprobación de Galvus, marzo ha traído la aprobación de Tekturna (aliskiren DCI), el primer producto de una nueva clase para tratar la hipertensión, los inhibidores de renina. La semana pasada Tekturna ha obtenido la autorización de la FDA, diez años después de comercializarse el último antihipertensivo. Este producto viene a sumarse a Exforge, una combinación de valsartan y amlodipino, cuya comercialización se prevé para dentro de unas semanas en Europa y para septiembre en EEUU. Ambos productos llegan en un momento muy oportuno, ya que permiten reforzar el área cardiovascular de la compañía, en la que destacan medicamentos como Diovan (valsartan DCI) y Lotrel (una combinación de amlodipino DCI y benazeprilo DCI), cuyas patentes vencen en menos de cinco años. Todo parece apuntar a que ambos productos alcanzarán también el estatus de blockbuster.
Así, mientras grandes compañías como Pfizer, Lilly, Merck o Bayer tratan de recomponer o reforzar sus pipelines e intentan reducir sus costes, cerrando plantas de fabricación o investigación y recortando puestos de trabajo, Novartis puede permitirse el contratar nuevo personal. Aparte de tener uno de los pipelines más prometedores, la compañía suiza comprueba año tras año cómo su estrategia de diversificación (especialidades farmacéuticas de marca, medicamentos genéricos, productos de diagnóstico y vacunas) le sigue reportando excelentes resultados. Todo ello hace de Novartis un líder excepcional.
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