Monday, July 7, 2008

Las presidenciales de EEUU y la industria farmacéutica


Tiempo atrás la industria farmacéutica era valor seguro para el inversor, quien sabía que podía esperar retornos estables para sus inversiones y una evolución de las cotizaciones sin demasiados sobresaltos. Por este motivo, en tiempos de crisis este sector solía ser uno de los refugios a tener en cuenta. Lamentablemente la cruda realidad nos muestra que para muchos esto ha dejado de ser así y las acciones de importantes compañías andan bastante deprimidas.

En diversas ocasiones hemos citado como una de las causas de esta situación el precipicio de las patentes (patent cliff), por el que especialmente entre 2010 y 2013, expirará la protección de productos que actualmente son superventas y que son una fuente de beneficios importante para las compañías que los comercializan. También hemos mencionado la baja productividad de la I+D, los cada vez más elevados costes de desarrollo y el mayor acento en la seguridad puesto por las agencias reguladoras, lo que dificultad aún más las aprobaciones de nuevos productos.

No obstante, en el caso del mercado norteamericano, las incertidumbres políticas es otro factor que puede estar condicionando también la situación actual de las cotizaciones. En particular este año, en el que la carrera hacia la Casa Blanca reviste un interés inusitado para la industria farmacéutica. Ya que, sea quien sea el futuro presidente de los Estados Unidos, deberá sopesar importantes decisiones que podrían afectar de manera significativa a su sector farmacéutico.

Cuando apenas faltan cuatro meses para las elecciones presidenciales, las últimas encuestan arrojan una ventaja de cuatro puntos para Barack Obama, el candidato demócrata. Mientras que un 47 por ciento de los encuestados votarían por el senador de Illinois, un 44 por ciento se decantarían por John McCain, candidato republicano. De todos modos, gane quien gane parece altamente improbable que Obama o McCain puedan mejorar con sus decisiones la situación adversa descrita con anterioridad de un modo que resulte determinante para las farmacéuticas.

Si bien tradicionalmente los republicanos se han mostrado más favorables a la industria farmacéutica, ninguno de los dos candidatos es visto con buenos ojos por el sector. Así, las donaciones de la industria a los dos partidos contendientes se reparten al 50 por ciento, a diferencia de lo ocurrido en anteriores comicios, en los que los republicanos han recibido dos tercios de las contribuciones (según el Center for Responsive Politics, www.opensecrets.org).

Este posicionamiento adquiere mayor sentido aún si se prevé que el próximo inquilino de la Casa Blanca sea demócrata. Hay quien opina que las cotizaciones actuales ya descuentan este posible desenlace y que tal vez sea una buena inversión comprar ahora títulos si anticipamos que se volverá a repetir lo que ya aconteció con Bill Clinton, quien mientras que durante su campaña de 1992 arremetió contra la industria, durante su mandato apenas si hizo cambios.

El senador McCain ha defendido públicamente que los ciudadanos norteamericanos puedan importar medicamentos de Canadá, si ello ha de repercutir favorablemente en sus bolsillos. Obama apoya la cobertura sanitaria universal y la libertad de elección de los asegurados, los mismos principios que ya contenía el primer plan de salud elaborado por Hillary Clinton cuando gobernaba su esposo. Ambos candidatos son partidarios además de introducir medidas para promover la introducción y la utilización de genéricos y una regulación gubernamental de precios, permitiendo que Medicare negocie éstos directamente con las compañías farmacéuticas. Algunas estimaciones apuntan a que esta última medida podría costar al sector unos 30.000 millones de dólares.

Considerando que el entorno político, social y económico norteamericano parece demandar cada vez más una transición de un modelo eminentemente liberal hacia un modelo mucho más socialdemócrata, en clara deriva hacia el modelo canadiense o europeo, algunos expertos recomiendan al sector adoptar una actitud más pragmática y proactiva que ayude a dar repuesta a los asuntos que más preocupan y que configuran los ejes principales del debate y de los programas electorales. De otra forma, el retroceso competitivo de la industria podría llegar a ser considerable.

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